Capítulo 5. Tarde de chicas.
Disfruto mucho del paseo desde el metro hasta la entrada del Sunset, ya que al caminar con mis sandalias de tacón alto de Aquazzura sin plataforma, de corte simétrico y geométrico, de ante celeste ribeteado en amarillo y con el tacón y la parte de atrás del talón de charol azul eléctrico me sentía como la top, más top de las model del panorama mundial. Las compré hace un par de meses por internet y estaba deseando estrenarlas y por fin las temperaturas habían subido por encima de los 24 grados. Voy por la calle pisando fuerte con mis sandalias combinadas con los vaqueros cagones y un top celeste que le da a mi piel un efecto de bronceado maravilloso o al menos eso pienso yo… y parece que la mayor parte de los tíos con los que me cruzo piensan algo parecido. La verdad es que los primeros días de calor de la primavera cuando las chicas cambiamos los cuellos vueltos y los anoraks por las tirantes y las americanas, botas por sandalias, los ojos de los chicos sufren unos espasmos, seguidos de todo su cuerpo, que reaccionan sobremanera a los centímetros de piel expuestos, eso por no mencionar las minifaldas o los minishorts… creo que las autoridades deberían instalar desfibriladores públicos junto a los parquímetros.
Llego a la puerta del garito perdida en mis pensamientos y Vera, como siempre puntual, y supermegahiperelegante con un vestido de rayas diagonales blancas y negras, ya está esperando. Me voy hacia ella y nos abrazamos como si hiciera un año que no nos vemos, cuando en realidad nos vimos la semana pasada cuando Vera vino a mi casa a tomar un café y charlar. Aunque en realidad nos veíamos mucho menos que antes y mucho menos de lo que nos gustaría, pero el nuevo pub-restaurante que iba a abrir próximamente en el centro, le estaba quitando más tiempo del que esperaba en un principio…
- ¡Eri! ¡Vida! No sabes la falta que me hacía salir un rato del local y no pensar en pintores, papel pintado y mobiliario, por no mencionar las facturas y el tiempo que se me echa encima y los expositores que no llegan y el presupuesto que se ha esfumado y… – me cuenta empezando a hiperventilar.
- Tranquila, tranquila. – Le cojo las manos para que vuelva de los malos rollos. – Vera, ya te lo dije la semana pasada, cuando quieras voy y te echo una mano. Ya sabes que tengo las tardes libres y, a partir de este preciso momento, son todas para ti…
- No, no…
- ¿¡Qué coño de no, no!? – digo en un tono firme frunciendo el ceño, captando la atención de Vera – Tú estás muy agobiada y yo muy aburrida. Además, luego lo pondré en mi currículum y por cierto, será a modo prácticas remuneradas, ¿no? – Le guiño un ojo y ambas nos echamos a reír.
- A veces pienso que qué haría yo sin ti, idiota… - me dice suavizando el gesto. Nos abrazamos y justo, llega Eme.
- Alaaaaa! ¡Perfecto! ¿No hemos empezado aun y ya estáis borrachas dándoos abrazos? Yo está mierda no la aguanto, aviso. – Volvemos la cabeza hacia Eme que nos mira con asco con los brazos en forma de jarras. Vera y yo cruzamos las miradas por segundo y sí, hemos pensado lo mismo. Le rodeamos el cuello y la obligamos a formar parte del abrazo del que intenta escaparse sin mucho éxito, en el fondo le mola.
- ¡Ohhh chicas, que bonito!!! – exclama Ruth que acaba de aparecer de la nada. Es el polo puesto de Eme y emocionada se abraza a las tres.
- Bueno, ya parece que la pandilla de la menstruación está al completo, ¿¡porque no nos compramos un bosque vivimos en comuna para que se sincronicen nuestros periodos!? – suelta Eme separándose del resto y encabezando el cortejo hasta nuestra mesa reservada.
El sol aun aprieta con fuerza y buscamos los asientos a la sombra. Pedimos ronda de gin-tonics, la verdad es que a mí me ha venido genial que se ponga de moda ya que hace años que bebo ginebra con tónica, “¡la diferencia es que ahora la sirven con ensalada!”, aunque debo reconocer el lado positivo, ahora había gran variedad de ginebras dónde elegir, hace unos años solo llegaba a las discotecas españolas Larios y London Gin, y encima con el hándicap de que era bebida de hombres y sólo se podía mezclar con cola “¡menuda estupidez!”. Y ahora pasa justo lo contrario, hay tantas marcas que elegir una se me hace francamente difícil, eso sí, odio la costumbre de poner rodajas de limón, no sé en qué momento se popularizó, pero el lumbreras que lo inventara se quedó en la gloria, ya que el ácido cítrico del limón reacciona con el anhídrido carbónico de la tónica dejando a ésta sin sus características burbujas y haciendo que el gin-tonic pierda su fuerza en breves minutos, aunque una piel limón o lima para decorar nunca está de más. Últimamente he descubierto un par de variedades dulces, la Old Tom junto con la Pimm's Cup. Ésta última servida con tónica, sirope de fresa y zumo de mandarina, se había convertido en mi nuevo cóctel preferido.
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Soy adicta al sexo Wattys 2014
RomanceGANADORA de los Premios Watty 2014, categoría Erotismo - Homoerótico. Eri es una chica decidida y con caracter, de mentalidad abierta en cuanto al sexo, que disfruta de su vida, de sus amigas y de su cuerpo, pero un hecho inesperado cambiará todo s...