Capítulo 18. Las vasijas.

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Capítulo 18. Las vasijas.

Eve ha intervenido afortunadamente a tiempo, justo cuando los ánimos estaban más tensos, invitándonos a todos a pasar a la zona chill out y con la música, el hielo, las preferencias y la vanal conversación sobre cómo preparar un buen combinado, la tensión se ha relajado, y aunque las miradas entre Oscar y Josep, son demasiado sólidas, mantienen un trato precario aunque cordial.

Pepe se levanta, visiblemente ebrio, con su gran copa de coñac en la mano y se dirige a una mesa que hay justo detrás del sofá principal, donde un paño de algodón blanco cubre un objeto cúbico. Lo destapa y ahí están, 2 vasijas de cerámicas cubiertas por una pátina marina, una más grande a la que le falta un trozo de la boca y del asa, y otra más pequeña pero de igual forma y completa. Oscar se levanta y me da la mano para que lo acompañe a verlas más de cerca.

Al parecer, las encontraron el verano pasado mientras hacían snorkeling frente a las costas de Miami. Al principio las llevaron a su casa de verano como meros objetos decorativos pero hicieron un poco de investigación y les empezó a rondar la idea de que podían tener algún valor. Inmediatamente me viene a la mente una noticia de hace aproximadamente un año que me llamó la atención, sobre una exposición en el museo del vino de Almendralejo, provincia de Extremadura, de 40 vasijas que comprendía desde el siglo XVI hasta la actualidad y, precisamente, éstas me recuerdan a las que databan de este siglo que habían sido encontradas en las bóvedas de un parroquia, ya que las que salían defectuosas eran usadas como material ligero, para la construcción.

Pongo mi mano sobre el hombro de Oscar que deja la conversación con Pepe, y se vuelve hacia mí otorgándome toda su atención.

-          Oscar, ¿podemos hablar un momento a solas? – tengo que decirle lo que sé pero no quiero fastidiar la posible negociación. Oscar mira a Pepe que nos abre paso hasta el salón.

-          Dime, preciosa… - Ufff! Oscar es tan seductor sin saberlo que no sé si podré concentrarme… Saco fuerzas de flaqueza y le cuento todo lo que recuerdo sobre la noticia. Saca su móvil y buscamos información e imágenes. - Parece que al final sí que vas a ser la experta en vasijas… - me da un beso en la mejilla que me llega al alma y salimos a la terraza cogidos de la mano, donde los Martins, se mantienen a la espera.

Josep palidece al vernos cogidos y le echa una mirada a Oscar que de haber sido superman lo habría derretido allí mismo. Oscar requiere a Pepe y se van hacia la biblioteca. El ama de llaves aparece requiriendo a la señora para no sé qué asunto. Y ocurre justo lo último que hubiera querido que ocurriera, Josep y yo nos quedamos a solas…

-          Y bien, ¿dónde has tenido la mala suerte de encontrar a Oscar? – pregunta en tono chulesco. Cada vez que habla me produce una sensación desagradable en el estómago y las últimas dos copas que se ha tomado, no han hecho sino empeorar su condición.

-          Perdona, pero creo que te estás equivocando conmigo y con Oscar – contesto tranquila pero con rabia. Se me sienta al lado y me tenso.

-          Uy, la gatita ha sacado sus garras… - me dice mientras pasa su dedo índice por mi tatuaje del ave fénix gesto que me repugna y me levanto para apartarme de él. – Bien, me gustan con genio… - dice para sí mismo aunque en voz lo suficientemente alta para que lo oiga. Me sigue hasta la barandilla de la terraza y me acorrala con sus brazos, aunque en una mano aún mantiene la copa… Su aliento apesta a cloaca.

-          No quiero montar una escena, tus padres se han portado muy bien conmigo, por favor, déjame. – Le pido templando los nervios y usando el codo para parar su cuerpo que intenta llegar hasta mi boca por todos los medios.

-          Dame un besito, zorrita, quiero saber por qué todas caéis en las redes de ese ¡medio-hombre, medio-mierda! – Me agarra la cara con la mano para forzar un beso y no me lo pienso 2 veces, le doy un rodillazo en sus partes.

La copa se cae al suelo seguida de Josep que se retuerce de dolor agarrándose ahí donde ha recibido el golpe. Oscar y Pepe, salen por la puerta de la biblioteca al oír el estruendo. Eve, aparece por la del salón. Todos a la expectativa.

-          Tranquilos, creo que ha bebido más de la cuenta, se ha tropezado y se ha caído. – Me acerco a la mesa y cojo mi bolso de mano. Oscar se acerca con la misma furia en los ojos de hace un rato y me susurra

-          Si ese malnacido te ha tocado juro… - le pongo el índice sobre los labios. El solo contacto de su piel hace que lo que acaba de ocurrir sea una pesadilla de hace 1 año. Eve y Pepe, ajenos a nosotros, se han acercado a su hijo que se revuelca por el suelo.

-          ¿Nos vamos? – le pregunto. Con mi mirada intento decirle todo lo demás. Él solo asiente.

-          Pepe, perdona, - el hombre se levanta dificultosamente haciendo ademán de patear a Josep de broma… - Se ha hecho tarde, ¿qué te parece si mañana a primera hora me paso por tu oficina y formalizamos el contrato? – Pepe ha llegado junto a nosotros.

-          Venga, chicos, lo dejamos para mañana. – Da una palmada en la espalda a Oscar - ¡Id a disfrutar de la ciudad que nunca duerme! – Me besa la mano – Bella Éride, no siembre usted mucha discordia en nuestro querido Oscar… - Esta vez sí que lo he entendido. Asiento y le doy un beso en la mejilla.

-          No hace falta que nos acompañes, Pepe, será mejor que le des una ducha fría a Jo, a ver si se le aclara la mente. – Aconseja Oscar.

-          ¡Ojalá fuera tan fácil! – bromea Pepe.

Salimos en silencio y ya en la intimidad del ascensor, Oscar me pregunta que a qué se refería Pepe. Le cuento que mi madre era una apasionada del mundo clásico, sobre todo de la cultura griega y decidió ponerme el nombre de la diosa griega de la Discordia. Se ríe mucho aunque no sé qué le hace tanta gracia. Salimos a la calle y Andrew está apoyado pacientemente en el coche. Al vernos se levanta y abre la puerta. Nos acomodamos en el interior del coche. Andrew arranca en dirección al hotel.

-          Eri… - me llama con la vista al frente. No puedo soportar oír mi nombre en sus labios…

-          ¿Sí? – Giro mi cabeza hacia él esperando lo que me tenga que decir…

-          Eri… - Se gira hacia mí. Me mira intensamente y mi mundo desaparece…

-          Dime… - Le correspondo la mirada… justo cuando con sus brazos me rodea la cintura…

-          No me he podido quitar ese nombre de la cabeza desde que respondiste a mi teléfono por primera vez… Eri… - se aproxima peligrosamente a mis labios, si no me besa moriré y si me besa también…

Continuará…

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Soy adicta al sexo Wattys 2014Donde viven las historias. Descúbrelo ahora