Capítulo 37. Final (1ª parte).

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Capítulo 37. Final (1ª parte).

(Nota: Ha habido problemas cuando lo he subido por primera vez, asi que lo he borrado y lo he vuelto a subir, cruzo dedos para que lo podáis ver, si no avisadme again)

El dorado atardecer se ha cernido sobre las calles de Madrid. Para ser un lunes, hay bastante gente. Sin duda las agradables temperaturas, de esta temprana primavera, contribuyen a ello. Un murmullo de bullicio y algarabía amortigua los taciturnos pasos de Rob, que vuelve de la editorial, de recoger el billete de avión, cabizbajo y perdido en sus pensamientos. Mañana regresará a Nueva York, para afrontar la nueva etapa de su vida y, tristemente, Eri no estará en ella, al menos de la forma en que a Rob le habría gustado.

Llega a la puerta del hotel y una extraña sensación de déjà vu lo paraliza. Aun no puede creer que Eri no vaya a estar en la recepción; que, a partir de ahora no vaya a poder ir a invadir su casa, sin previo aviso, o a preparar el desayuno después de una noche de lujuria, complicidad y pasión. Siente como el corazón se le encoge dentro del pecho ante la cruda y dura realidad.

Aun puede recordar, como si fuera ayer, la tarde que, por la presentación de un libro juvenil, la invitó al parque de atracciones. Sería imposible olvidar la cara de ilusión de Eri cuando, después de montarse unas catorce veces seguidas en la montaña rusa, empezaron a conseguir peluches en las casetas de tiro. Ese rostro de niña pequeña en la mañana de Reyes Magos, no tenía precio. Ni todas las propiedades, castillos y títulos nobiliarios de su familia podrían comprar algo así, nunca. En su vida había conocido alguien que disfrutara tanto de las pequeñas cosas, ésas que para el resto eran cotidianas, puede que incluso normales; Eri las convertía en acontecimientos a escala planetaria y además, era capaz de contagiarlo a los demás.

Ver el mundo a través de los ojos de Eri, le había abierto al vikingo las puertas de un nuevo mundo, de una nueva dimensión, tan inexplorada para él, como atractiva y, altamente, adictiva… Sin ella saberlo estaba mostrando a Rob, que era posible romper con todos los tradicionalismos y conservadurismos de los que Rob había tratado de huir, sin éxito, desde que tenía uso de razón. Ese fue el momento en que Rob empezó a verla de manera distinta. Con otros ojos. Empezó a sentirla como una parte muy importante de su presente, como una extensión de sí mismo, y pilar insustituible de su futuro. Aunque, muy a su pesar, no hizo nada por cambiar su relación, por profundizar o avanzar. Tal vez creyó que con el tiempo, a Eri, le pasaría lo mismo. Tal vez en algún momento ella lo empezaría a ver con otros ojos, pero no fue así. Y justo cuando Rob, decidió que era el momento de romper con todo y lanzarse, ella encontró a Oscar... “¿Por qué a veces era tan injusta la vida?”

Al terminar la genial jornada en el parque de atracciones, Eri, le quiso devolver el favor a Rob, y le propuso, compartir la suite más cara del hotel… “Trabajar en un cinco estrellas tiene que tener alguna ventaja”, esas fueron las palabras de Eri, que aún resonaban en su cabeza y que junto con aquel pícaro guiño, se le instalaron en el alma y, para su desgracia, aún, a día de hoy, seguían aleteando por ahí.

Ahora, más que nunca, Rob tiene claro, que elegir la misma suite, en el mismo hotel, la última noche que va a pasar en Madrid, no le va a ayudar a olvidar a Eri, pero tal vez, le sirva para sentirla un poco menos lejana; para tratar de consolar y reparar, en la medida de lo posible, su maltrecho corazón...

Su pecho se dispara justo cuando da el primer paso y atraviesa la enorme puerta de entrada. Puede sentir los latidos en las sienes y una horrible sensación de visión de túnel le hace perder el equilibrio. Un sudor frío perla su frente, es imposible que soporte un minuto más esta horrible sensación de destierro. Rob, deja de pensar y actúa. “Cuanto antes termine con esto, mejor” – se dice a sí mismo. De modo que atraviesa fugazmente, el amplio hall de entrada del hotel, a la vez que busca un nombre desesperadamente, en su lista de contactos del móvil. Se interna en el ascensor y debatiéndose entre lo correcto, lo lógico, lo predecible y lo imposible, decide que la mejor solución será llamarla.

Soy adicta al sexo Wattys 2014Donde viven las historias. Descúbrelo ahora