Capítulo 2.

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Me decido por unos pitillos negros, una camiseta de ‘Pierce the Veil’ y unas Vans negras. Me visto y entro al baño, me quedo mirando mi reflejo. Me pregunto por qué las pelirrojas somos tan pelirrojas, quiero decir, las rubias por ejemplo, pueden ser o muy rubias o no tan rubias y las morenas igual, pero las pelirrojas no, somos siempre muy pelirrojas. Mis ojos reflejan las noches en vela sin dormir y las noches llorando. Ha llegado un punto en el que las lágrimas me salen por todo, y no me gusta eso. TOC-TOC. Pego un brinco. Alguien ha llamado a la puerta de mi cuarto de baño.

-¿Qué?-  pregunto secamente.

-Hija, se nos va a hacer tarde, hemos quedado con la familia para comer.- oh, genial, una comida familiar, lo que me faltaba. Salgo del baño y me quedo mirando a mi madre. Dios que guapa es, tiene una cara perfecta, sin ninguna peca o grano que salte a la vista y no se maquilla, y sus ojos verdes grisáceos al igual que los míos y los de mi hermano se ven brillantes y relucientes como siempre. Esta mujer ha tenido cuatro hijos y debo decir que está mejor que ninguna otra madre de 42 años que haya conocido jamás. Hasta me atrebo a decir que está mejor que alguna de 25.

-¿Por qué tantas comidas familiares mamá? Siempre acaban igual de mal.

-Oh vamos Mel, no seas así.-  dice sentándose en la cama.

-Gracias mamá por sentarte en la cama, hazla tú si quieres.-  cojo mi abrigo y bajo a la cocina.

-Buenos días cariño.-  dice mi padre con una sonrisa.

-Buenos días.- digo seca.

-¿Quieres comer algo?- niego con la cabeza. Ha preparado unas tortitas que… no Mel.

-Mamá y yo nos vamos a comprar.-

-¿Tu de compras?- dice mi padre riéndose, asiento y justo en ese momento baja mi madre con el bolso y la chaqueta en la mano y con mi hermana Adele detrás.

- ¿Va a venir Adele?- pregunto.

-Sí, voy a ir con vosotras, yo también quiero un vestido.- dice sonriente. Es la pequeña de la familia, tiene siete años y es la más feliz, se ríe por todo y es muy simpática igual que yo vamos… normal que sea la más feliz, se le da de todo, como para no ser feliz. Su pelo rubio y sus ojos esmeraldas hacen que aparente unos diez años, es preciosa, todos tiene buenos genes familiares menos yo. Bufo y salgo de casa, mi hermana y mi madre salen detrás de mí.  Ha empezado a nevar y hace un frío que pela. Nos montamos las tres en el coche, mi madre conduciendo, yo de copiloto y mi hermana atrás en su silla.

-Mel, siéntate atrás conmigo por favor…- dice mi hermana. Mi madre me mira y sonríe, pongo los ojos en blanco y me siento con ella. Me paso todo el camino mirando por la ventana, llevamos unos veinte minutos en el coche y aún no hemos llegado.

-¿A dónde vamos?- pregunto.

-A una tienda preciosa que hay al otro lado de la ciudad.- genial, aun tendremos que estar otros veinte minutos más. Cuando pasamos por una rotonda a mi madre se le resbalan las ruedas. Mi hermana se ríe y aplaude como si tuviera tres años.

-Mamá, creo que deberías ir más despacio, el suelo aquí está más congelado que en el centro. Y ten cuidado, allí hay otra rotonda, cierra más el volante cuando vayas a girar.

-Ya, ya lo sé hija, ya me he dado cuenta.- cuando llegamos a la rotonda mi madre se pone tensa y no sé por qué pasa pero el coche derrapa, mi madre intenta establecer de nuevo el coche pero se ve que no puede, gira el volante a ambos lados y no ocurre nada, el coche anda por si solo y sigue sin funcionar. Mi hermana llora y grita y pone a mi madre más nerviosa aún.

-Adele cállate por favor.-  le digo. El coche se establece por unos segundos, pero nada más.

 -Mamá, mamá tranquila gira despacio, mamá…¡MAMÁ!- grito. Pero ya es demasiado tarde, el árbol está justo delante de nosotras a unos tres segundos del coche.

 

La chica con la sonrisa rota.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora