Capítulo 8.

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Cuando bajo a la cocina mi hermano está terminándose el pan y mi madre está dando vueltas a la sopa mientras la mira fijamente.

-Mmmmm, qué bien huele.- se ve que mi madre no ha notado mi presencia ya que se sobresalta cuando empiezo a hablar.

-Vaya, qué susto me has dado.- dice sonriéndome.

-¿Comemos?- le pregunto.

-¿Y tu padre y tu hermano?-

-Oh sí, cenarán más tarde, papá le está ayudando a hacer un trabajo de clase.- me mira y frunce el ceño.

-¿Un trabajo de clase?- asiento. -Pero si aún no habéis empezado...- mierda, no había caído en eso.

-Ya mamá, pero parece que tenía alguno atrasado o no sé, ¿qué más da? Tengo hambre, ¿tu no?-

-¡Sí!- dice Mark.

-Está bien... Pues vamos a cenar.

Una vez que me termino la sopa, noto unas ganas enormes de vomitar.

-Mamá, no me encuentro bien, no tengo más hambre.

-Pero, si he hecho macarrones.- no puedo contener la arcada cuando oigo la palabra “macarrones”. Me levanto rápidamente de la silla y corro escaleras arriba.

Se me escapan las lágrimas nada mas arrodillarme en el váter para vomitar una simple sopa, pero lo cierto es que tenía hambre, no sé por qué no he podido no vomitarla. Cuando ya no queda nada dentro de mi estómago me miro en el espejo y me seco las lágrimas. Respiro hondo varias veces hasta que finalmente me calmo y decido salir del cuarto de baño.

-¿Qué te pasa? Te veo más blanca de lo normal.- me dice mi hermano Alex que justamente sale de su habitación. Le miro con cara de desprecio.

-¿Y a ti qué te pasa? Tienes la cara más de gilipollas que de normal.- se ríe, pero a mi no me da gracia.

-Qué, ¿tu también querías un poco? Habérmelo dicho, yo te compartía contigo.-

-No gracias, no necesito fumar, soy feliz así. ¿Ya estás mejor?-

-Sí pues si eres feliz así, imagínate como lo estarías así.- dice refiriéndose a estar fumado, digo yo. -Pues bien, supongo, me duele la cabeza y ando algo mareado pero bien, ¿y tu?-

-Acabo de vomitar, no me ha sentado bien la sopa.- le digo mirando al suelo.-

-Melina.- me dice serio.-

-¿Qué?

-Nada nada, bueno, voy al baño.- “vale” le digo. Entra al baño y yo me pregunto de dónde habrá sacado la maría si no ha salido de casa y tampoco ha venido ninguno de sus amigos... Empiezo a sentirme mal de nuevo y me muevo hasta mi habitación. Me tiro en la cama y me quedo mirando al techo como una imbécil. ¿Qué haré mañana cuando entre al instituto? No tengo ganas de ir, no quiero ver a nadie que no sea mi familia, seguro que se acercarán a mí por pena, y yo no quiero eso, llevo ya unos meses andando sola por los pasillos, ni siquiera mi hermano me saluda en el instituto porque claro él es “guay”, a veces me saluda con la cabeza, pero yo le ignoro, y luego en casa me pregunta sobre lo que hemos dado o lo que hay de tarea o qué exámenes hay.

Alguien llama a la puerta y entra antes de que yo conteste. Es mi madre y trae una taza con algo dentro que no sé qué es.

-Hola cariño, ¿estás mejor? Te he traído un poco de té para el estómago.- dice dándome la taza.

-No mamá, aún tengo el estómago revuelto pero el té me sentará bien, espero.-

-Vale, pues lo mejor será que te vayas ya a dormir para que mañana no estés cansada. Si quieres cualquier cosa me llamas, ¿vale?.-

La chica con la sonrisa rota.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora