Mi cuerpo no responde a lo que me acaba de decir Mike. Noto como si mi sangre se enfriara y me juego el cuello a que estoy el doble de blanca de lo que soy, mis ganas de vomitar aumentan y quiero llorar, pero no me salen las lágrimas.
- Melina... yo... lo siento muchísimo. Debo decirte que no ha sufrido, cuando os chocasteis tu hermana se quedó inconsciente y en ningún momento despertó, por eso no ha sufrido, ha estado dormida todo el rato hasta que, bueno...- mi hermana no puede haber muerto. Hace ¿un día? ¿Dos? Estaba viva. - ¿Melina? ¿Estás bien? Estás blanquísima.- ¿éste tío es tonto o se lo hace?
-¡¿Cómo voy a estar bien?! ¡Mi hermana está muerta!- mi cuerpo al fin reacciona, me levanto y empiezo a pegar puñetazos y patadas a las paredes acolchadas mientras lloro y grito a pleno pulmón. Mike se acerca a mí.
-Melina por favor, tranquilízate, por favor, ¿quieres que hablemos? Hablemos pero para…-
-¡Cállate!- le grito. Se calla. De repente mi cuerpo se para y me quedo ahí, de pie con la respiración entrecortada del cansancio, inmóvil y mirando a la nada. Pienso en mi hermana. La última vez que la vi, estaba llorando nerviosa y lo último que le dije fue que se callara.
-¿Quieres que hablemos Mel?- dice Mike haciéndome volver a la tierra. Lo miro con cara de asco.
-No, y para ti, soy Melina.-
-Perdón, perdón… Melina. ¿No quieres hablar?- niego con la cabeza. - Está bien.- saca un mando de bolsillo de su bata blanca y pulsa un botón rojo. Unos dos segundos más tarde se abre una puerta. Ahora sé por dónde ha entrado antes. Sin pensármelo dos veces, hecho a correr hacia la puerta, cuando voy a salir de la habitación, Mike se aparta, lo cual me parece muy extraño, hasta que salgo de ella y dos seguratas de dos metros más altos que yo me agarran por los brazos, cada uno de un brazo diferente me levantan los pies del suelo y me vuelven a meter en la habitación. Mike me mira con cara de pena, después se marcha y la puerta se cierra sin hacer ningún tipo de ruido.
Otra vez estoy sola.
-Joder Adele, ¿por qué coño te vas?- digo entre lágrimas. Lo único que me apetece ahora es gritar, pero no lo voy a hacer, no pienso gritar, ni llorar, quiero hablar con Mike. Respiro hondo y empiezo a hablar suponiendo que ésta habitación tiene como unas 4 cámaras de vídeo en cada esquina.
-¿Mike?- digo.- Mike yo… lo siento muchísimo, sé que no debería haberte tratado así cuando has intentado ayudarme pero entiéndeme, mi hermana acaba de morir, y parece mentira.- sonrío al recordar como bailaba y las veces que me agarraba de las manos para bailar con ella. También recuerdo cuando cantaba las canción de Bob Esponja imitando perfectamente al pirata… empiezo a llorar, no puedo evitarlo, el dolor tan grande que llevo en el pecho es insoportable, no quiero gritar, pero llorar no me desahoga, no me ayuda a sacar toda la rabia que llevo encima. Y entonces miro mis muñecas, en la derecha hay una pulsera de plástico en la que pone “Duncan Sánchez, Melina 332567” miro mis venas y empiezo a recorrer con los dedos de la mano izquierda todas las venas. Pienso en qué pensará alguien que se autolesiona, cómo es sentir una cuchilla fría y afilada clavarse en la piel hasta llegar al punto en el que la sangre salga y salga y no pare hasta desmayarte y no volver a despertar, pienso también en mi familia, ¿sabrán que ha muerto? Supongo que sí. Salgo de mis pensamientos tras escuchar el ruido de la puerta al abrirse. Parece que Mike me ha escuchado, pero cuando miro hacia la puerta, no veo a Mike, veo a mi padre. Está más blanco que una hoja de papel, lleva unas ojeras más grandes que sus propios ojos y tiene los ojos hinchados de tanto llorar. Se acerca a mi tambaleante, dando pasos pequeños y pisando muy despacio, como si el suelo fuera a romperse en cuestión de segundos. Se para enfrente mía, me mira tristemente y lo único que entiendo de todo lo que dice es “¿Por qué?
Y después, empieza a gritar.