5
Mierda, iba a tarde una vez más. Terminó de desayunar y se cepillo los dientes rápidamente, para luego salir corriendo, descalza, hasta su auto. Manejó en tiempo record y se demoró un poco en bajar pues se estaba terminando de arreglar. Pero, ¡por Dios! AMABA su suerte. El profesor Lyon, el de la primera clase, apenas iba llegando. Sonrió mientras se bajaba del carro.
Lo entretuvo conversando mientras iban al salón de clases y ella lo convencía de que el sol la había traicionado, despertándola tarde. El profesor le comentó sobre sus ojeras y lo malo de no dormir. Ella se ruborizo al pensar en las últimas noches en los brazos de Alexandros, pero le dijo algo acerca de estar cuidado a su hermanita.
Alexandros entró 5 minutos después de que la clase comenzará y le dedicó una fugaz sonrisa apenas la vio. Ella se ruborizo y se inclinó en su asiento, mirándolo. Todos los días, a toda hora pensaba en él. No podía sacárselo de la cabeza, y siempre sentía sus caricias en la piel.
Sus mejores noches habían sido compartidas con él y en sus mejores recuerdos estaba él. Y aunque sintió algo en el estomago cuando la miró, decidió ignorarlo. Lo que compartían eran buenas noches de sexo. Una atracción física. Nada más. Con una mueca se concentró en la clase.
-Sharon –se acercó a ella una vez la clase terminó-. ¿Estudiamos juntos?
La sonrisa y la ceja levantada le produjeron un estremecimiento por el cuerpo. Pensó todas aquellas 'estudiadas'; solo lograba recordar que apenas entraban al apartamento, se empezaban a besar y se desnudaban como podían. Pasaban cada hora de todos los días haciendo el amor.
-Claro –le dedicó una sonrisa- pero espero que me des de comer porque estoy hambrienta.
-Te puedo saciar de todas las maneras –le susurró él con una sonrisa y la urgió al parqueadero. Una vez entraron, él se dirigió a la cocina y sacó dos platos de comida.
-Ah... es que tenías todo planeado. ¿Qué pasaría si hubiese dicho que no?
-No hubieses dicho que no, Shar.
Y ella sabía que era así. Se rió un poco y se sentó en la mesa. Luego de comer, se sentaron en el suelo. Ella se acostó y recostó la cabeza en sus piernas.
-¿Cómo se conocieron tus padres? –le preguntó Alexandros, mientras acariciaba su cabello.
-Mi padre vino de intercambio. Mi madre era una chica rebelde que buscaba desafiar a sus padres. Se conocieron una noche que fueron a bailar y mi madre quedó cautivada por su manera de mover las caderas –le dijo con una sonrisa-. Y aquí estoy yo.
Alexandros le sonrió y le acarició un pecho.
-Además de tu evidente físico, ¿Qué mas sacaste de tus raíces latinas?
Ella suspiró y jugó con sus manos.
-Me gusta... bailar.
-Bailar, eh. ¿Qué bailas?
-Salsa. -¿Salsa? –él frunció el ceño.
-Salsa. Pasó un minuto dónde él esperó que ella dijera o hiciera algo.
-No piensas demostrármelo, ¿cierto?
-No, ya no bailo. Luego de un tenso silencio, él habló.
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Tocarte
RomanceAlexandros Kana sabía lo que quería de la vida. Mujeres, diversión, y no pensar en absoluto en la dinastia griega que le esperaba en casa. Volver a Inglaterra era su ruta de escape. Sharon Salazar solo quería graduarse y salir de su rutinaria vida...