I never wanted anything so much...

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... than to drown in your love and don't feel your rain.


11

Después de dos semanas, por fin habían ido a comer a casa de los padres de Sharon. A su hermanita le había encantado, como ella suponía. Alexandros tenía un encanto único con los niños. Su madre se había mostrado amable y cariñosa como siempre, y su padre... su padre era su padre. Un poco desconfiado al comienzo, pero risueño al final. En fin, la comida había sido estupenda.

Habían aprovechado para comentarles el viaje a Grecia que harían esa misma tarde. Sus padres no mostraron problema alguno ya que era fin de semana y solo irían por 2 días. Estarían el martes por la mañana en la clase de siempre. Su padre había tratado de engañar a Alexandros con palabras en español como 'quieres algo mas' pero, sorprendentemente, Alexandros le había respondido con otras más en español.

-He estudiado... un poco –le respondió ruborizándose cuando ella le preguntó porque sabía. Y eso hizo que su padre le adorara más.

La comida había pasado rápido y ahora estaban dirigiéndose al aeropuerto. Estaba nerviosa y no podía evitar tener miedo. ¿Y si no le gustaba a sus padres?

-Les encantarás, cariño –le dijo él riéndose, abrazándola-. No debes preocuparte tanto.

-Tengo miedo.

-No debes tenerlo, ¿sí? –le agarró el rostro con las manos y le besó los labios-. Sin que te des cuenta, ya estaremos aquí de vuelta y con mis padres y los tuyos más contentos que una lombriz.

Le sonrió y suspiró. De verdad, eso esperaba. El viaje fue largo pero ella lo sintió corto. Alexandros la hacía reír cada que podía, e incluso, habían hecho el amor en el baño. Jamás pensó en hacer eso... pero con Alexandros todo era diferente. Él sacaba lo mejor de ella. O lo peor... no sabía con exactitud.

Atenas era preciosa. Bastante diferente a Londres, pero precioso al final. La ciudad estaba llena de grandes monumentos, y mucha arena. Tenía un sol constante y fuerte, pero el cielo era precioso y le daba un toque de interesante a aquella ciudad tan antigua. Le agarró la mano a Alexandros cuando entraron a la casa de sus padres. O a la mansión... Eso era todo, menos casa.

Tenía tres pisos y era anchísima. Constaba con un jardín trasero y otro delantero, grandísimo y con estatuas por todo el lugar. Tenía ventanales gigantes y una puerta tallada en oro. Con la boca abierta, entró a la casa.

-¿Tu padre es un magnate griego o algo por el estilo?

-Sí, exactamente eso.

-¿Y tu heredas todo esto? –le preguntó, con los ojos todavía más abiertos por el interior de la casa.

-Sí, de todo.

-Uy, cariño... cada día me gustas mas –le ronroneo ella en broma. Alexandros se rió de buena gana, pues sabía lo sencilla y desinteresada que era Sharon.

Una mujer rubia y de estatura media apareció en lo alto de la escalera de la sala. Lucía un vestido azul hasta los pies, con un cinturón de plata, y joyas en los brazos. Tenía el rostro lleno de arrugas, pero ni eso le quitaba una pisca de belleza. Parecía una diosa.

-Ay, cariño... -susurró la mujer.

-Hola, madre –dijo Alexandros, acercándose a la escalera.

La mujer bajo con paso rápido, y se tiró a los brazos de Alexandros, con lágrimas en los ojos. Ella se sintió incomoda, un poco intrusa por el momento intimo que estaba presenciando. Pero la mujer abrió los ojos y la miró, con una sonrisa en el rostro.

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