En un instante tu perfume me alcanzó, no me dejaba...

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En un instante tu perfume me alcanzó, no me dejaba; y me llenaste de ti y sin buscarte... algo paso.


Alexandros apretó los ojos, sin querer abrirlos. No quería dejar de soñar. No quería dejar de ver a Sharon bajo su cuerpo, acariciándolo, besándolo... Era tan vivido que sintió que se endurecía. Movió un brazo y sintió un cuerpo bajo él. Abrió los ojos enseguida, y vio a Sharon durmiendo a su lado. No era un sueño, eran sus recuerdos.

Respiraba acompasadamente y tenía el cabello revuelto entre las sabanas. La boca entreabierta reclamaba ser besada... y él, sin contenerse, cumplió sus caprichos. La besó con delicadeza y la abrazó, apretándose contra ella. Sharon gruñó en sueños y se dio la vuelta, pegándose a su cuerpo. Alexandros le acarició un brazo y miró a su alrededor.

Como había extrañado este cuarto. Era tan... ella. Era pequeño y sencillo. Tenía un pequeño tocador junto a la puerta y un televisor en una mesilla con unos cojines alrededores. El cuarto estaba lleno de mariposas en las paredes, y tenía tres portarretratos: sus padres y su hermanita, su hermanita y ella y... Frunció el ceño al ver que la foto de él ya no estaba en su mesita de noche. ¿Qué habría pasado con ella?

Sumergido en sus pensamientos, no se dio cuenta cuando Sharon se despertó y se desplazó por la cama, sentándose en ella. Le daba la espalda y no se movía. Pero notaba los músculos de la espalda tensos.

-Hola –le susurró él, apoyándose con un codo en el colchón.

Sharon ladeó levemente la cabeza y se levantó.

-Me tengo que ir... -murmuró ella.

-¿Te tienes que ir? ¿Y a dónde, si se puede saber? –le preguntó él, intrigado por saber que le inventaría sobre un sábado por la mañana.

La observo mientras ella, nerviosa, entrecerraba los ojos. Estaba de pie, desnuda, junto a la cama. Deslizó su mirada por el cuerpo de ella, deteniéndose en los pezones. Estos se endurecieron bajo su mirada y él sonrió. Le encantaba el poder que tenía sobre ella.

Se dirigió a su abdomen y luego bajo con deliberada lentitud hacia su centro, recordando la suavidad de ese lugar e imaginando los placeres que le portaba esa cavidad. Sharon se ruborizó al notar su erección, y la mirada intensa de él sobre su cuerpo.

Alexandros volvió a su rostro y supo enseguida que estaba a punto de perderla. Sharon tenía los ojos clavados en él, con la boca hecha una línea recta y la respiración acelerada. No, no podía dejar que eso sucediera. ¿Qué iba a ser de él si ella...? ¿Cómo podría seguir él sin Sharon en su vida? ¿Sin Sharon a su lado, cada mañana?

No quería ni siquiera imaginarse su vida sin ella. Y ahí estaba, con miedo a perderla pero aún sin querer aceptar lo obvio. La amaba. Amaba a Sharon como jamás había amado a alguien en su vida. Amaba todo y cada parte de ella. Amaba su risa, amaba sus ojos, su cabello. Le encantaba el modo en que lo miraba cuando estaba feliz, y no había criatura más hermosa que ella cuando estaba furiosa. Amaba a Sharon Salazar, y solo cuando estaba a punto de perderla, fue capaz de entenderlo.

-Alexandros, lo de anoche fue...

-¿Un error? ¿Lo de anoche no debió pasar? –terminó él por ella, y la miró a los ojos-. ¿Qué fue lo de anoche para ti, Sharon?

Vio como vacilaba y como jugaba con sus manos, buscando una respuesta. Pero él se le adelantó y se puso a su lado en un segundo.

-Yo te diré que fue lo de anoche –le dijo, agarrándole las manos y mirándola a los ojos-. Anoche fue la mejor noche de mi vida. Fue el momento más excitante y más feliz de mi vida, porque te volví a sentir entre mis brazos, te volví a sentir mía. Fue la noche en que me di cuenta de lo estúpido que estaba siendo, y de que te iba a perder si no me apresuraba.

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