Capítulo Cinco

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CAPÍTULO QUINTO

Donde conocemos los planes de la reina.

Soñaba que estaba sentada en su trono de siempre y a su lado el rey de las hadas le sonreía como hacia antaño, sus manos se entrelazaban a la perfección, el pelo ondulado y del color de la noche de él le caía majestuosamente por la espalda y sus ojos ávidos le miraban desde el otro lado penetrantes y radiantes. Oberón volvía a ser hermosamente joven, era el hombre del que se había enamorado. Ella después de mirarlo con amor, giró la cabeza y miró hacia abajo donde estaba toda su corte, los grandes señores, las damas, todos los personajes de la literatura que orgullosos se arrodillaron ante ellos. Así debía ser eternamente... hasta que de pronto todos y cada uno de los que estaban  presentes comenzaron a reírse de ella uno por uno hasta que fueron multitud, miró hacia su cónyuge algo temerosa y se dio cuenta que su marido ya no era el que fue, se había convertido en el viejo que odiaba y también se reía de ella. Entonces la reina se dio cuenta de que estaba desnuda. Trató de taparse con las manos y se acurrucó para ocultar su vergüenza. Intentó taparse los oídos porque no soportaba aquella música de traidores cuando sintió un roce en el hombro y, de repente, se despertó.

Al abrir los ojos Titania lanzó un grito creyendo que todavía estaba dentro de la pesadilla pero, cuando su mirada se habituó a la realidad, comprendió que solo era su criada la cual estaba asustada y compungida y se había apartado inconscientemente hacia un rincón.

"Debo mostrarme como si nada hubiera pasado, todo el mundo deben verme que soy fuerte" Titania se echó hacia atrás la melena revuelta.

-¿Qué queréis de mí?- dijo.

-Alteza.- La voz de Yerma sonó sumisa. -Es mi hijo, pide audiencia con su majestad, trae noticias.

Cuando Victor entró en la habitación con sus andares característicos, se echó la capucha hacia atrás, saludo a su madre e hizo una reverencia. Yerma que acababa de colocar una túnica a la reina por los hombros para ocultar su desnudez, miró con ternura a su primogénito y con otra reverencia salió para seguir en sus quehaceres. La propia Titania se ataba el cinturón cuando el enano comenzó a hablar.

-Mi señora, la he encontrado, como usted me ordeno.

-¿Has encontrado a Julieta?

-Si, pero no es fácil acercase a ella, su ama parece que la vigila y la escolta a todas las horas del día.

-Mi querido Victor estoy segura que encontraras la manera de ganarte su confianza con tus artes.- La reina se sirvió una copa de vino y ofreció otra al muchacho.

-Hay otra cosa. He visto a Romeo y Mercuccio en el mismo lugar, mucho me temo que conocen que hemos abierto un portal.- Victor rechazó la copa con educación.

Titania se acercó a la cama, echó a un lado un montón de mantas, se sentó entrelazando las piernas y la túnica juguetona se deslizó dejando entrever sus muslos hermosos. Victor agacho la cabeza sonrojado, cosa que a la reina siempre le parecía divertida de los hombres, aunque aquel fuera medio-hombre. Tomó un sorbo de aquel delicioso caldo y volvió a tomar la palabra.

-Muy típico de mi marido. Debió suponer que tarde o temprano acabaría encontrando la manera de entrar en su mundo y adiestró a ese par de infelices.- Después de otro trago se puso a pensar. -Esto se pone interesante para nuestra causa, si Julieta y Romeo andan en la misma ciudad será mas fácil que se conozcan.- La reina se levantó riéndose y dejando la copa en una mesita cerca de la cama. - Dadme un momento para que me vista, Victor, me acompañaréis hacia el salón, te diré cual es nuestro siguiente paso.

-Si mi señora.- Contestó el chico.

Cuando estuvieron los dos en el salón, Titania comentó al hijo de Yerma que debía ganarse la confianza a toda costa de Julieta y así hacer todo lo posible para que ella se volviera a enamorar de Romeo, pues así se podría romper el hechizo de su marido o más bien su locura, sin derramar una gota de sangre. Cuando Victor partió, ella salió a unos de sus majestuosos balcones y contempló como el cielo estaba teñido de un azul intenso y el sol era una inmensa bola de fuego.

-El juego ha comenzado cariño, que gane el mejor.- Se habló a si mismo en voz alta.

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