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Alfredo continuó:
-Mi protector me dio un mapa que me ayudó a lograr todas mis metas. Aprendí a hablar inglés, tomé cursos de rescate alpino, conseguí un trabajo digno y una bella esposa.
Itzel sopló impresionada por la historia.
-¡Yo sabía que ese entrenador era especial! -dijo-, tuve el presentimiento desde que lo vi. ¿Cómo se llamaba?
-Axtotlice. Es un nombre indígena; significa luchador inalcanzable. Aquí le decimos Ax, que quiere decir 《hacha》.
-¿Y usted me puede explicar en qué consiste su mapa?
-Bueno... te lo puedo comentar, pero no descubrirás el poder que tiene hasta que lo estudies con detalle, y yo no soy la persona indicada para enseñarte.
-¡De todas formas dígamelo! ¿Cómo voy a actuar si nadie me dice cómo? ¡Por favor! También estoy pasando por una crisis.
-Ya te dije que no soy la persona indicada.
-¿Por qué, ¡Conoce los pasos y los a practicado!
-Sí, pero no soy maestro. Enseñar es un don.
Ella suspiró.
-¿Entonces?
-Voy a darte la dirección de Ax. Él regresa mañana.
Ve a verlo. Tal vez acepte ayudarte.
-Lo dudo.
Una voz masculina los interrumpió.
-Hola, papá.
Itzel giró la cabeza. Dos apuestos muchachos se habían acercado hasta la mesa. Ambos traían la chamarra del equipo de esquiadores.
-Hola -dijo Alfredo echando un vistazo a su reloj-.
El tiempo se me fue volando. Itzel, te presento a mi hijo Stockton, Rodrigo es su amigo.
El primer joven extendió la mano y sus ojos emitieron un destello de luz. El otro muchacho saludó después. Ambos eran fuertes y atractivos. Lo más impactante en ellos era su mirada franca. Itzel percibió un sabor metálico en el paladar.
Cuando los esquiadores se fueron, Itzel volvió a sentarse unos minutos más para mirar el paisaje nevado. Luego salió a la calle. Por primera vez sintió que el clima frío era agradable y la pequeña ciudad encantadora. Caminó con entusiasmo y practicó el inglés saludando a toda la gente que se cruzó por su camino. 

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