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Despertó en un hospital. Le dolía la cabeza. Quiso moverse y una fuerte punzada en el brazo izquierdo la palarizo. ¿Que había sucedido? ¿Por qué estaba ahí? Las imágenes difusas fueron llegando a su mente con lentitud. 

Alguien empujo su camilla y la condujo hasta el salón de rayos x. Procuro no moverse demasiado. En un reloj de pared vio la hora... ¡Las once de la noche!

Después de vario minutos supo que necesitaba ser operada. Los Hatley se comunicaron a México y pidieron la autorización de su madre.

En menos de dos horas, estaba en el quirófano.

Después de la operación, la llevaron a un cuarto y pasó toda la noche desvariando. Un aparato le sostenía el brazo izquierdo; por el derecho le suministraban suero.

A la mañana siguiente, cuando los rayos del sol entraban directamente por la ventana, apareció el matrimonio Hatley acompañado de Babie. La joven se veía entre molesta y avergonzada. Solo Itzel sabía porque.

Tiffany dijo:

-Itzel - tu - mamá - venir - avión.

-Que bueno - se burló-, porque - yo - regresar - con - ella a mi - país.

A los pocos minutos llegaron dos policías escoltando al entrenador, seguidos de un hombre vestido con traje y corbata. Solicitaron a los Hatley que salieran y ellos obedecieron de inmediato.

El sujeto de corbata se presentó hablando en español.

-Soy el fiscal de distrito. Tomare su declaración del accidente. Voy a grabarla, ¿tiene algún inconveniente? 

-No.

Los los policías apresaban al entrenador, quien parecía no haber dormido en toda la noche. Itzel pensó que si a ella la habían castigado tan duramente por jalar una palanquita de incendios, ¡ya se imaginaba l que le esperaba a Ax!

-¿Puede decirme como fue atropellada por este conductor?

-Yo me pare detrás de su camioneta.

-¿Pero usted estaba de pie? 

-Si.

-¿Y considera que el podía haberla visto si hubiese volteado hacia atrás?

La joven contestó sin dudarlo.

-Yo me agaché. No hubiera podido verme, aunque hubiera querido.

-¿Por qué se escondió?

-Porque unos borrachos acababan de romper el vidrio de esa casa y tuve miedo de que me echaran la culpa. 

-Sin embargo -insistió el fiscal-, si el conductor no hubiese arrancado en reversa a toda velocidad, jamás la hubiera atropellado como lo hizo. El perito informó que hubo negligencia. ¿Puede confirmarlo?

Itzel lo pensó unos segundos.

-No -contestó-, este señor no tuvo a culpa. Él manejó despacio. Yo me tropecé y caí debajo de las ruedas de su camioneta.

-¡Eso es imposible! -objetó el fiscal-. El tubo de escape la golpeó en la cabeza antes de que la llanta le triturara el brazo. ¡Tuvo que ser una acción violenta!

-No fue violenta.

-Pero el conductor tardó en frenar, ¿no es cierto?

-Freno de inmediato.

-Señorita. Si se descubre que está mintiendo para defender a este hombre, será acusada de falsear información. Además, en caso de que siga declarando que usted tuvo la culpa del accidente, estará obligada a pagar todos los gastos del hospital, e incluso el conductor puede demandarla por el daño psicológico que usted le produjo a él.

-¿Daño psicológico?

-Disculpe señor -intervino Ax -, pero de todas maneras yo pagaré los gastos y no demandare a...

-¡Cállese! Permítame recordarle que no pueda hablar hasta que termine el proceso.

Itzel ya había visto antes a las <<autoridades>> en acción.

-¿Señorita, es familiar o amiga de este hombre? -le preguntó después el fiscal.

-No.

-¿Lo conocía o tenía simpatía especial por él?

-Lo vi entrenando al equipo de esquí, pero no sentía simpatía <<especial>> por él.

-¿Qué hacía frente a su casa?

-Fui a solicitarle informes para aprender a esquiar.

-¿Entonces declara que no está tratando de ayudarlo, él manejó con precaución y usted tuvo la culpa del accidente?

-Si, señor.

El fiscal suspiró y apagó la grabadora.

Toda la comitiva salió del cuarto y dejaron a la joven sola.     


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