Pedido y dedicado para mililofre
Los ojos de Safari se iluminaron ante aquellas bailarinas.
Sus piernas se levantaban al ritmo de la música, el Ballet era algo que la apasionaba.
La pequeña niña trataba de imitarlas tras bambalinas. Allí se escondía ella cada noche y las observaba danzar y danzar, mientras ella las imitaba con dulzura en sus andrajosas ropas.
No era un lugar en donde dejaran entrar a niños de la calle pero Safari sabía cómo entrar sin ser vista.
Sus pequeños pies descalzos danzaban y brincaban con fineza, se sabía aquella danza de memoria puesto que no hacía falta mirarlas demasiado.
—¡Niña!—Gritó un hombre—Ya te he dicho que no puedes estar aquí.
Aquella voz espantó a la niña, puesto que ésta se detuvo.
—¡¿Que esperas?! Vete—Dijo sin compasión.
Desilusionada una vez más caminó fuera sin otra opción; pero la música seguía sonando en aquel corazoncito, por lo que Safari sin más comenzó a repetir su danza en la calle. Se puso de puntas, un pie delante, dio un paso, un giro y así fue continuando sin ningún temor a ser vista.
Su gracia y fineza llamó la atención de un pequeño niño mimo al otro lado de la calle. Al parecer tenía la misma edad de Safari y los ojos de él brillaron al verla, su pequeño corazón comenzó a latirle con fuerza y entonces cruzó la calle siendo observado por una pareja que miraba su espectáculo de mimo.
Safari siguió danzando sin notar su presencia y entonces al girar se topó con él.
Aquel niño impresionado estiro su mano haciendo una pequeña reverencia invitándola a bailar.
Y entonces como si aquella música siguiese sonando ambos comenzaron a bailar.
Safari se comportaba como una bailarina profesional y el pequeño era su acompañante perfecto.
Al terminar con aquel espectáculo fueron aplaudidos por muchas personas en la calle, lo que no se habían dado cuenta es que la gente amablemente dejó propinas por el show.
—¿Como te llamas?—Preguntó Safari.
—Nicholas—Contestó casi sin mover sus labios.
Safari hizo una reverencia graciosa presentándose.
Al caer la noche ambos niños seguían juntos, no había muchos lugares a donde ir puesto que ambos vivían en situación de calle; Nicholas le invitó la cena a Safari con el dinero que habían podido ganar.
Luego de comer encontraron una casa abandonada, las ventanas estaban rotas y no se encontraba nadie allí. Entonces se introdujeron y se dispusieron a descansar.
—Sabes Safari, tu y yo podríamos ser muy grandes colegas—Dijo Nicholas.
—¿Colegas? ¿Qué ese eso?—Preguntó la niña.
—Es algo así como amigos pero nos ayudamos en el trabajo... a menos que tengas a donde ir claro—Dijo mirando al techo.
—No... ya no tengo a donde ir.
Nicholas sintió un poco de felicidad ante esto, no se sentía feliz del todo pues iba a ser egoísta eso de su parte, pero aquello significaba que Safari no iba a irse de su lado.
Y así fue, pasaron los días, los meses, años pero su amistad jamás pasó; Safari y Nicholas se hicieron grandes amigos. Y no pasaba una noche en la que no hicieran su espectáculo.
Ambos habían perfeccionado su danza lo suficiente como para ser admirados por todos.
Nicholas se hizo fuerte como para mantener a Safari en sus trucos, pero se hizo fuerte también no solo su cuerpo sino sus sentimientos hacia ella.
Con el tiempo aquel sentimiento de niño no desapareció.
Safari también lo apreciaba mucho pero no quería perder su amistad por lo cual prefería ignorar aquellos sentimientos, pero éstos salían a flote en cuanto bailaban juntos.
Ambos corazones se estremecían ante el tacto mutuo y el amor florecía.
El teatro en donde Safari pasaba sus noches de niña aún seguía pasando aquel ballet puesto que una noche ella lo escabulló a Nicholas y pasaron desapercibidos.
—Ésta es nuestra danza—Dijo Safari.
Nicholas observó a cada una de las bailarinas y la música de aquel espectáculo comenzó a sonar.
Safari comenzó a moverse a su alrededor con gracia.
Los ojos de Nicholas solo la observaban a ella y aquella preciosa escena le hacía recordar a cuando eran niños.
Ella lo había hecho olvidar de todas sus penas y él le había recordado a ella como se sentía el amor.
El se levantó del piso y tomó su mano con delicadeza. Entonces bailaron juntos como si fuesen uno.
Lo que ellos no se habían percatado era que ambas sombras se proyectaban en la tela blanca que se encontraba detrás de aquel show.
Todos quedaron impresionados al verlos bailar, mejor dicho, al ver sus sombras.
Ambos sentían felicidad en sus corazones al bailar juntos, un sentimiento inexplicable; ante los ojos de cualquiera se podría decir que parecía como si saliesen chispas a su alrededor.
—Nicholas, tengo algo que decirte—Dijo Safari.
—Yo también Safari.
Ella tomó aire.
—Me temo que no podré estar más contigo—Dijo.
El corazón de Nicholas se destruyó en mil pedazos y sus pies se detuvieron.
—¿Por qué?—Preguntó con sorpresa.
—Yo... pase aquí ayer por la tarde y me vieron bailar—Dijo con una sonrisa en su cara—Quieren que me quede con ellos, que haga giras... Nicholas por fin podré cumplir mi sueño.
Aquel niño que seguía dentro suyo se apagó y por primera vez sus ojos la miraron con tristeza.
—¿A caso no eras feliz conmigo?—Preguntó agachando su cabeza.
—Claro que sí Nicholas, jamás podría haber sido más feliz.
—Entonces por qué abandonas tu felicidad.
—No lo hago—Dijo algo molesta— Seguiré siéndolo.
(...)
Pero no lo fue. Safari en el momento en el que Nicholas se fue sin siquiera despedirse, jamás volvió a ser feliz.
Su danza se veía triste y su corazón lloraba.
Pero dio la vuelta al mundo tratando de volver a conseguirla.
Nicholas por su parte volvió a ser el mismo triste mimo que algún día fue.
Ambos corazones ya no saltaban, ambos pares de ojos ya no se iluminaban como antes.
Pero al danzar se recordaban, al bailar Nicholas podía sentirla y Safari podía tener un momento en el que se sintiese llena.
Ella era exitosa, pero no feliz. El era triste y había perdido todo lo que tenía.
Safari con su danza conquistó el mundo y un día regresó a aquel viejo teatro, pero Nicholas ya no bailaba en la calle.
La música comenzaba a sonar y el espectáculo empezó. El telón se abrió y allí Safari comenzó a bailar de nuevo, con aquella gracia y simpatía.
Y en un abrir y cerrar de ojos, aquella sombra comenzó a hacerse ver.
Entonces ambos niños internos se sintieron más cerca, más felices.
Safari detuvo su danza al igual que las demás bailarinas, pero Nicholas, tras bambalinas no se detuvo.
Nicholas se sentía lleno, se sentía bien bailar al son de aquella melodía que le recordaba a Safari, entonces en un giro, inesperadamente Safari se apareció y lo abrazó.
Lo abrazó con todas sus fuerzas y su alma volvió a su ser, pues ahora estaba completa.
Nicholas la sujetó fuertemente contra su pecho, su corazón ya no sentía nostalgia solo aquel amor que algún día sintió.
Entonces se abrió aquel telón que cubría, la luz de reflector los iluminó y ambos amantes comenzaron de nuevo a danzar.
Con gracia y desdén, con amor y pasión terminaron aquél espectáculo.
—Jamás te vayas de mi lado Nicholas—Dijo Safari con lágrimas en sus ojos.
—Jamás me alejes de tu ser, jamás fui tan feliz como lo soy contigo—Agregó Nicholas.
La multitud se levantó a aplaudirlos y solo se oían sus halagos.
Pero Nicholas sólo la veía a Safari y entonces unió sus labios en un hermoso beso, aquel beso que siempre esperó.
Y aún ambos amantes siguen bailando cuando suena su canción, ambos corazones siguen unidos siendo uno, aquellos niños siguen estando, amándose como nunca antes lo hicieron.
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Music: The Real Story
ContoTu día comienza, transcurren las horas y llega la tarde, luego y muy pronto se hace la noche, y todo ese tiempo en la compañía de ella. Nunca falta esa canción que te dice exactamente cómo te sientes. ¿No les pasa que escuchan una canción con los o...