Capítulo 12

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-Sí que lo conozco, es amigo mío-afirmo entre lágrimas (bueno supongo que más que amigos) me gustaría haber dicho pero a este extraño no le importa la relación que mantenga con Josh.-¿qué es lo que sucede?

-Verá, señorita Willburn, Josh está ingresado en el hospital de Washington, está muy enfermo.- nada más decir esto las lágrimas empiezan a volver a salir, esta vez con más fuerza que antes, sacudo la cabeza. Esto es imposible, no puede estar pasándome a mí, esto es una pesadilla, me voy a despertar en cuanto me pellizque el brazo, esto solo es una horrible pesadilla, cuando despierte Josh estará a mi lado- me intento auto convencer, a pesar de que sé que es casi imposible que lo que digo es verdad, me pellizco el brazo para probar suerte y a ver si me despierto, pero no, sigo aquí de pie, como clavada en el suelo incapaz de moverme. Las palabras intentan desenfrenadamente salir de mi boca, pero por mucho que intento hablar no soy capaz de articular un solo sonido.

Finalmente es la voz de aquel extraño doctor la que me saca de este estado en el que me había quedado.

-Señorita...- dice pausadamente intentando tranquilizarme, pues sabrá que Josh significa mucho para mí y son muy malas noticias lo que me acaba de contar.

-¿Cómo sabe usted de mi o de este teléfono?- pregunto intentando tranquilizarme, pero no lo consigo, pues las palabras salen atropelladamente de mi boca, suenan intranquilas y curiosas. Ahora que mi cerebro es capaz de reaccionar, me he dado cuenta de que nadie debería saber el teléfono de esta casa o mi verdadero nombre.

-Escuche señorita Willburn, Josh hace dos horas que se ha despertado de una grave operación de última hora, y ha estado preguntando por ti cada cinco minutos. Me dio la dirección de esta casa y busqué el número de teléfono en la guía telefónica.

-¿Dónde dice que se encuentra el hospital, doctor?- le pregunto rápidamente, tengo que llegar hasta Josh lo antes posible, necesito verlo, saber lo que ha pasado. Y sobre todo saber que se encuentra bien.

* * *

Apoyo mi espalda en el duro respaldo del asiento trasero del taxi. Puesto que no tenía coche, he tenido que pedir un taxi para que me llevara al hospital.

Me asomo por la ventana trasera y observo las calles de Washington, hay mucha gente paseando con sus parejas cogidos de la mano, otros andando apresuradamente, supongo que para ir al trabajo, y delante de nosotros una larga cola de coche que no dejan ver lo que hay más allá de la siguiente curva en la calle.

Poco a poco va pasando el tiempo, estoy muy nerviosa por ver a Josh necesito saber cómo se encuentra. Finalmente, veo que el taxi gira hacia la derecha en una calle y entra en un gran aparcamiento con montones de coches estacionados en él de todas las formas posibles. Y al fin, el coche se detiene de una forma brusca, el taxista me indica con su dedo índice que es lo que le tengo que pagar, está puesto en una pequeña pantalla arriba del espejo retrovisor.

Le entrego el dinero y salgo apresuradamente del taxi, impaciente por ver cómo está Josh.

Doy un paso al frente y admiro lo que tengo delante de mi, un edificio blanco enorme, con un motón de ventanas colocadas estratégicamente en filas de diez, todas del mismo tamaño y la misma forma. Las puertas para entrar al hospital son automáticas, así que doy un pequeño paso y la puerta de cristal se abre dejándome pasar al interior del edificio.

En este, hay muchas personas unas sentadas en sillas, haciendo cola, y otras sencillamente correteando de aquí para allá por los amplios pasillos del hospital con grandes artefactos y utensilios cuyos nombres no sería capaz de decir.

Me dirijo hacia la derecha donde hay un pequeño mostrador con una chica joven vestida con una bata blanca y una cruz roja en la parte delantera de esta, me pongo en la cola, delante de mi hay tres personas. Una de ellas es un anciano de unos cincuenta años que parece indignado, supongo que necesitará algún tratamiento especial o algo y no se lo pueden dar. Detrás de él, hay una señora de mediana edad vestida con un elegante vestido de seda roja que cae hasta sus tobillos, y por la espalda un esmerado encaje rojo. Me pregunto qué le habrá pasado a ella, quizás ha venido a ver a algún conocido igual que yo. Por último, hay otra señora, esta vez un poco más mayor, de unos sesenta y tantos años, va vestida de una forma corriente, con un jersey rojo granate y unos pantalones marrones oscuros.

Una vez ya han terminado de atender a las tres personas que habían delante de mí, doy un paso adelante hecha un manojos de nervios, mientras hacía cola he estado mordiéndome las uñas casi hasta la raíz y bufando exasperada.

-Hola- dice la chica de la bata blanca con una sonrisa en la cara.

-Hola- digo yo impaciente.- verá hace un rato me ha llamado un doctor de este hospital diciéndome que mi amigo está hospitalizado aquí, y me gustaría verlo.

-Está bien, ¿cómo se llama tu amigo?- dice poniéndose unas gafas y encendiendo el ordenador de en frente de ella.

-Se llama Josh Sorrensen- digo rápidamente, tan rápido que no me ha escuchado bien y me contesta.

-Perdone, no lo he entendido bien, Josh- hace una pausa- ¿Qué más?

-Sorrensen- digo esta vez un poco más alto para que me oiga bien, no soporto estar aquí, teniendo una conversación así con esta enfermera sabiendo que Josh está en el mismo edificio que yo. Unos sonidos de teclas me sacan de mi ensoñación y es ahora cuando veo que la chica de la bata blanca está buscando el nombre de paciente al que vengo a visitar.

Después de varios minutos, que se hacen eternos, por fin una sonrisa se dibuja en su rostro y hace cara de complacida.

-Aquí está, planta cinco habitación quientos doce.- me dice.

-Está bien, muchas gracias- me despido y salgo dando grades zancadas hacia el ascensor más cercano.

Este ascensor me pone mala, en cada planta que sube, se para para que las personas puedan entrar y salir. A parte hay una música en él, es estridente e irritante.

Después de pasar varios minutos incómodos en el ascensor, llegamos a la planta cinco y yo me bajo.

Camino por el pasillo, es un poco estrecho, a los dos lados hay puertas de habitaciones, pero en el lado derecho también hay un mostrador, donde hay bandejas de comida para los hospitalizados, supongo que en estos centros comen antes.

Voy pasando por las diferentes habitaciones, mirando el número de cada una de ellas con cuidado para no perderme, pues nunca he tenido un buen sentido de la orientación, es un poco extraño, lo sé, estoy en un hospital y eso pero siempre consigo perderme, y más si es tan grande como este.

Finalmente veo en la placa de la habitación el número quinientos doce. Me paro en frente de ella con intención de llamar a la puerta, cuando unos gritos me sobresaltan. Provienen del interior de la estancia, puedo reconocer la voz de Josh que grita, entonces un mal presentimiento me cruza por la cabeza, ¿y si han venido a matarle?

Abro la puerta y lo veo...

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