×2×

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Todos sabíamos que la mochila no es un recipiente de basura.
Bueno, al parecer Park no se enteró.
Seguía conservando el envase de la gaseosa sabor a café.

— ¿Qué tanto miras, Jade? —Volteé a verla y ahí estaba : las clásicas cejas levantadas insinuando perversión.

— Nada. —Reí y pasé desapercibida.— ¿Qué me decías DaHye?

— Te contaba cómo me gustaría que me acompañaras a mi primera firma de discos. — No logré procesar la información.

— ¿Ya debutaste? —Seguía con los ojos al tope. —No te creo, todavía eres muy joven para eso. Pero vas a lograrlo, tranquila.

—Sabía que no me ponías atención. Rodó sus párpados hacia arriba. — ¿A quién mirabas?

—Park.

Está bien, sonó muy sumiso. Faltaría mi baba cayendo para el toque final.

—Ve y háblale. Ten cuidado que te coma.

—En otra ocasión. Ayer lo intenté y no me respondió. No andaré de arrastrada.

—Eres una chica difícil, Jade. Pero ese chico lo es más.

[×]

La materia Lenguaje y Literatura pidió un libro del cual había varias ediciones y versiones.
En el receso busqué a DeuHa. No la encontré por ningún lado, tuve que preguntarle a una de sus (creo yo) amigas. La chica me había dicho que se enfermó pero también me informó que atrás del colegio había un edificio. La biblioteca.

Fui en el segundo receso. El que era para el almuerzo, puesto que la cafetería atendía solamente en ese horario.

— Déjeme ver el plan de su año, ya regreso. El encargado se metió dentro de un cuarto y esperé.

Pasaron diez minutos, más o menos y no volvió.
La campanilla sonó y quien menos esperaba ver entró, ignorándome.

Un acto típico del tal Park.

Se sentó lo más lejos de mí que pudo, la última mesa. Sacó un libro de tapa rojo guinda, y de él un separador. Era un rectángulo de cartulina blanca.
Acomodó su codo en la mesa y el puño en la mejilla.
Admito que me resultó algo tierno, su cara se asemejaba a un niño.

— Oh niña, sigue aquí.— Aquella voz avenjentada me sacó del trance.— Discúlpeme, no traía mis anteojos y me costó distinguir la escritura. — Rió algo seco y yo sonreí. —Vea, es la versión del dos mil quince la que necesita. Creo que hay algunas en el estante que está por allí. —Señaló hacia donde estaba él.— Dos estantes antes que el muchacho.

Después de tomarme mi tiempo de revisar encontré un ejemplar.

— Bien, ahora necesito su membresía.

—¿Mi qué? Lo siento no, no tengo eso... Es mi primera vez aquí.— Contesté vergonzosa.

—Descuide — Lo había dicho tan suave que me tranquilizó. — Debe pedirlo en secretaría.

De un momento a otro el sonido de la puerta se volvió a oír, tuve que cerrar mis ojos con presión. Me había agarrado de imprevista.

—Ya veo.—Suspiré con pesadez. Tendría que hacer ese trámite.— Volveré otro día con esa membresía. Guárdeme el libro, por favor.

—Seguirá aquí.

Salí de la biblioteca dispuesta a regresar a casa. No tenía otros planes.

Me dirigía al ascesor cuando tuve que parar en seco.
Park estaba ahí, apretaba los botones. Sus manos en los bolsillos delanteros del pantalón acompañado de una serena mecedura.

¿Habrá pensado que lo seguía? Porque... Bueno, es muy poco usual ver a la misma persona por donde quiera que vayas.

Fue boba la razón pero tuve que tomarla en cuenta.

Iría por las escaleras.
Sin embargo me detuve cuando pisé el segundo escalón.

Estuve segura que él se fijaría si alguien lo seguía. Cambié de rumbo, hacia la azotea.

Divisé la salida y definitivamente pasó lo que pensé.
Park examinó si alguien estaba a sus alrededores, incluso miró hacia atrás.

Pero... ¿Será que me había esperado a mí? Por supuesto, a quién otra.

Por simple curiosidad lo seguí viendo. El chico fue hasta un árbol, el más grande, viejo y con raíces sobresalidas que se veía, se sentó en una de esos gigantescos brotes y sacó un libro... Oh, y una botella de agua. 

¿Qué acaso no comía?  Era de mediodía y mis tripas exigían comida, ¿A él no? O quizás ya habrá comido. En el salón, durante la clase.

No entendía por qué me preocupaba por él. No, nisiquiera eso. Yo no debía estar al tanto de sus obligaciones porque después de todo no lo conozco.

Decidí poner a mi estómago antes que mi cerebro y fui a buscar comida de una buena vez.

[×]

—¿Podrías dejar de mirarlo por lo menos mientras te hablo? —Hye se había puesto en frente de mí, tapando a Park.

Y tenía razón. ¿Por qué rayos lo veía?
Que no se te vuelva un fetiche, Jade.

¿Por qué seguía conservando la misma lata de gaseosa en el mismo bolsillo de su mochila?

Debía ser otra lata, porque es obvio que se compraría otra en algún momento.

— Es eso. —Divagué.

—¡Ya deja de verlo! —Exigió con berrinches. —¡Pareciera que te gusta!-Gritó.


En ese momento quería haberle callado la boca a mi amiga, con una paliza un sus blanquecinos dientes.
Park había volteado y reconoció la voz de Jang e inmediatamente sus ojos hicieron contacto con los míos.

— ¡Cállate! Susurré entre dientes. La tomé fuerte del brazo y me la llevé a donde sea, con tal de salir de ahí.

— No seas tan brusca. —Rogó.

—Lo siento tanto, princesa.—Dije sarcástica.

Ese recuerdo me sigue atormentado.

En la cuenta siguió junto a otro, que curiosamente pasó los tres días seguidos.

Ver a Park leyendo y tomando agua.

Pero la diferencia cambió el último día de estos.

Él ya no llevaba la dichosa lata en su mochila. De alguna manera me había dolido.

Aquel día estuve a una distancia prudente de él, una imagen tan serena y a la vez atractiva me llamaba la atención del misterioso chico.

Y además esa vez había acompañado a su botella de agua con una paleta roja.

Creo que de sabor fresa... O quizás cereza, tal vez tutti-fruti.

Dió unas cuantas lamidas y noté el brillo en sus labios debido al azúcar.

Me pregunté si esa vez su boca habría sabido tan o más dulce que esa paleta.

Fue más allá de una simple curiosidad.

INSENSIBLE© |•Park Jinyoung•|✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora