~Capitulo 4

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El alba apenas había despuntado

en el cielo cuando Anna salió de la

casa, tras pasar la noche en vela

contemplando el techo en la cama.

Envuelta en una capa y una

falda de montar azul

marino, sacó su caballo del

establo y se subió a él sin

esfuerzo.

Después de poco más de un

kilómetro, llegó al arroyo que

discurría junto a la carretera

principal en dirección al pueblo y

desmontó. Caminó con cautela

por la resbaladiza ribera cubierta

de nieve y se sentó sobre una

roca alisada por la erosión. Con

los codos apoyados en las rodillas

y la barbilla en las manos

contempló el agua gris que fluía

lenta entre fragmentos de hielo

cerca de la orilla. El cielo se volvió

amarillo y luego rosado, mientras

estaba allí sentada, intentando

recuperar la alegría que siempre

sentía en aquel lugar cada vez que

contemplaba el nacimiento de un

nuevo día.

Un conejo salió a la carrera desde

los árboles que se alzaban a su

lado; a su espalda un caballo

resopló suavemente y unos pasos

avanzaron sigilosamente por la

abrupta orilla. Los labios de Anna

esbozaron una leve sonrisa una

décima de segundo antes de que

una bola de nieve volara

zumbando sobre su hombro

derecho y ella se inclinara

limpiamente hacia la izquierda.

- ¡Has fallado, Andrew! - Gritó sin

volverse.

Un par de lustrosas botas altas

marrones aparecieron a su lado.

- Has madrugado esta mañana -

Comentó Andrew, sonriendo a la

pequeña joven belleza que se

sentaba en la roca.

Un par de lustrosas botas altas

marrones aparecieron a su lado.

- Has madrugado esta mañana -

Comentó Andrew, sonriendo a la

pequeña joven belleza que se

sentaba en la roca.

Anna se apartó el cabello rojizo

con destellos dorados de la frente

y se lo sujetó hacia atrás en la

Atrapada en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora