- ¿Anna, estás absolutamente
segura de que tu madre jamás te
mencionó ni al duque de Atherton
ni a la duquesa de Claremont?-
Anna apartó de su cabeza los
dolorosos recuerdos del funeral
de sus padres y miró al anciano
médico de cabeza canosa que se
sentaba frente a ella a la mesa de
la cocina. Por ser el más viejo
amigo de su padre, el doctor
Morrison había asumido la
responsabilidad de velar por las
niñas, así como de intentar curar
a los pacientes del doctor Seaton
hasta que llegara el nuevo médico.
- Ni Dorothy ni yo supimos jamás
que mamá estaba distanciada de
su familia en Inglaterra. Nunca
hablaba de ellos.-
- ¿Es posible que tu padre tuviera
parientes en Irlanda?-
- Papá creció en un orfanato de
aquí. No tenía parientes - Se puso
en pie, nerviosa - ¿Le sirvo un
café, doctor Morrison?-
- Deja de revolotear a mí
alrededor y ve a sentarte fuera, al
sol, con Dorothy - El doctor
Morrison la reprendió con cariño -
Estás pálida como un fantasma.-
- ¿Necesita algo antes de que me
vaya? - Insistió Anna.
- Necesito ser unos cuantos años
más joven - Respondió con una
sonrisa sombría mientras afilaba
una pluma - Estoy demasiado
viejo para llevar la carga de los
pacientes de tu padre. Mi lugar
está en Filadelfia, con un ladrillo
caliente bajo los pies y un buen
libro en el regazo ¡Cómo voy a
aguantar cuatro meses más aquí
hasta que llegue el nuevo médico,
no puedo ni imaginármelo!-
- Lo siento - Lamentó Anna con
sinceridad - Sé que es terrible
para usted.-
- Ha sido mucho peor para ti y
para Dorothy - Respondió el
amable y anciano doctor - Ahora
corre fuera y aprovecha este
fantástico sol de invierno. Es raro
ver un día tan cálido en enero.