Dos.

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Los sábados en Ciudad de Mino eran de lo más peligrosos. Un buen rato de diversión atraía a todos los jóvenes cansados de los deberes y huían a cualquier fiesta de la supiesen. Eran los dían favoritos de los criminales, pues se emborrachaban al punto de la inconsciencia.

Selena era una de esas jóvenes que había salido de fiesta, necesitaba liberar el estrés que los exámenes le estaban causando. La fiesta, según recordaba, era en la casa de un compañero de la universidad, no recordaba quién pero sin duda lo era. Había muchos chicos borrachos ya, otros todavía estaban conscientes y se mantenían tranquilos, pero todos bailaban al ritmo de la música electrónica.

Aún con el olor a sudor se sentía agusto, aquél género de música era su favorito y la gente no estaba comportándose tan estúpida. Alguien agarró su brazo justo cuando trataba de atravesar un grupo de personas, volteó a mirar por sobre su hombro y se relajó al notar que era su novio, Ricardo.

---¿Qué pasa?---preguntó después de soltar un suspiro.

---No andes por ahí, la gente ya empieza a estar borracha---notó la preocupación en su tono---. Anda, ven, acá está más tranquilo.

Asintió y lo siguió, atravesaron un mar de personas para llegar a una sala. En los sofás se encontraban un grupo de personas sobrias, Selena sólo pudo reconocer al amigo de Ricardo y a unas chicas que había visto en la universidad. Ricardo saludó a unas cuantas personas y se sentó en una silla de madera --la cual seguro era de la cocina--, se apresuró a saludar a todos los presentes y se sentó en las piernas de su novio.

Retomaron la conversación rápidamente y las risas no se hicieron esperar, todos eran agradables al parecer. Selena no habló mucho, pues aún se sentía cohibida, pero se reía de las historias que contaban los presentes.
Estaban atentos a una anécdota de Cornelio que había tenido junto a su amigo cuando alguien interrumpió entrando en la sala, todos voltearon a ver automáticamente.

---¡Hablando del rey de Roma! ¡René!

Cornelio se puso de pie y avanzó hasta su amigo y lo abrazó, Selena notó como una chica al fondo miraba al recién llegado, tristemente enamorada.

Pobre.

Cuando Cornelio se hizo a un lado, Selena pudo ver mejor al chico y se sorprendió bastante de la vista. El chico se disculpó por la interrupción y, empujando a Cornelio, se sentó en un sillón.

La anécdota siguió después de que Cornelio, el chico de cabello ondulado, se sentara. René reía ligeramente de las ocurrencias de su amigo y Selena lo observaba cautivada. Su pensamiento perverso quedó a medias cuando Ricardo se movió debido a la risa, la chica reaccionó y se sonrojó por las barbaridades que pensaba teniendo pareja. Exhaló y después de disculparse salió para buscar algo que beber, quería alcohol y ahí se había acabado.

En la cocina encontró una hielera y, sin preguntar de quién era, la abrió y sacó una botella de Corona; no era su favorita pero servía. La abrió con un tenedor que había ahí y se la empinó. No debía tener esos pensamientos, no eran buenos. Su novio era un chico lindo y cariñoso, ¿por qué demonios no podía respetarlo, entonces? Se odiaba por todo lo que lo había hecho, no había duda.

Tiró de su melena castaña, frustrada, no podiendo sacar de su mente los hinoptizantes ojos verdes de René. Bufó y siguió tomando de las botellas en la hielera.

Los meses pasaron tranquilamente, ni rápido ni lento. Selena había dejado de hablar con Ricardo, lo evitaba a toda costa, la culpa de sus deseos lujuriosos la consumía; no podía ni ver su rostro. Sabía que debía terminar con él, sólo le hacía daño, pero era egoísta y necesitaba su amor.

Solo soy RenéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora