Siete.

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---Menciona algo más deprimente que los chistes de Marcos.

René miró a Cornelio y luego a Marcos, el último miraba al otro con molestia.

---Que no hay nada más deprimente que sus chistes.

Cornelio se rió a carcajadas, Marcos miró a René completamente ofendido. La tomboy le sonrió y sólo así pudo hacer que no se enojara realmente, Marcos negó con la cabeza y bufó.

El chico de los rulos terminó de regular su respiración y miró a Marcos, le sonrió y luego volteó a ver la pantalla. René mató un zombie, brincó otro y finalmente llegó a Cornelio para revivirlo. Marcos los cubrió mientras el proceso se llevaba a cabo.

---¡Volví, perros!---exclamó Cornelio cuando su personaje revivió, sus amigos lo ignoraron.

Sin despegar la vista de la pantalla, René le preguntó a Marcos sobre cómo iban las cosas.

---Me pidió que regresaramos, cuando le dije que no me reclamó. Según ella la engañé con la chica de la fiesta.

---Maldita sanguijuela---masculló entre dientes.

---René...---la chica rodó los ojos ante el tono de advertencia.

Apenas habían pasado cuatro días desde la fiesta, habían adelantado todas sus tareas para poder tener una tarde de videojuegos. Gustavo y Fermín no habían ido porque dejaron la tarea para lo último, Gonzalo todavía no la terminaba por culpa de su trabajo.

---¿Por qué seguían amando las canciones de Fred Mercury si era gay y por esos tiempos era mal visto?

Marcos pausó el juego y volteó hacia Cornelio, al igual que René. Cornelio encogió los hombros en señal de inocencia.

---Porque no podían negarse ante tal obra de arte---respondió René reanudando el juego.

Marcos y Cornelio rápidamente crearon una conversación, la tomboy no participó en ella ya que su cabeza estaba ocupada pensando en otra cosa. El fin de semana tenía una estúpida reunión familiar, a la cual no podía ir vestida como chico.

La familia de su padre era de las más chafadas a la antigua, hacían grandes fiestas sólo para personas de gran nivel económico. Odiaba con su alma ir, pero su madre la obligaba creyendo que le vendría bien estar con su familia.

A veces, de la familia es quien debes estar alejado.

No tenía salvación, tendría que usar alguna peluca para tapar su peinado. Las odiaba, picaban y mentían, pero no tenía de otra.

  
  
  
     
  
  
El vestido le favorecía, el escote de corazón compensaba su falta de pecho, era color verde oscuro y traía zapatos para no llamar la atención por su estatura. La había maquillado su madre pues, aunque sabía maquillarse, no tenía ganas de hacerlo.

Bufó discretamente, estaba parada observando a todos en el patio de la mansión de su abuela. La mayoría era su familia, tanto de sangre como política, sólo unos pocos amigos de la familia fueron invitados.

El clima era muy bueno, lo que era una suerte, no podría soportar esa peluca de lo contrario.

Miró a su alrededor, nadie la observaba, era el momento perfecto para escapar antes de que la quisieran poner a bailar. Se dio la vuelta con delicadeza y empezó a caminar hacia adentro de la mansión, una vez ahí se escondería como casi siempre. Miró sobre su hombro, nadie pareció notar su ausencia. Suspiró aliviada, volvió su vista al frente y se adentró a la residencia.

Apenas llegó a la estancia su padre la abordó.

---René, hija.

Fingió una sonrisa, apretando los dientes. No lo odiaba, pero tampoco era su persona favorita.

Solo soy RenéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora