¡Mi cajita feliz!

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Un denso humo violeta rodeaba a los hermanos Winchester, al ángel Castiel y al hijo de Lucifer, Jack Kline. Intentaban apartar lo que quemaba sus gargantas, moviendo las manos en el aire y cubriendo sus bocas.

Lo último que vieron antes de ser atacados era a Rowena volver de la muerte junto a su hijo Crowley para declararse como los principales contendientes contra el plan de Asmodeo ahora que el primer ángel caído había sido aprisionado en otra dimensión.

La discrepancia fue clara: Los Winchester deseaban entrenar a Jack para propósitos benévolos pero el demonio estuvo en total desacuerdo. Él quería ser quien guiara al Nefilim bajo sus propios criterios, lo cual no le agradó a ninguno, mucho menos a Castiel que reprobaba la manera de ser del antiguo rey del infierno. 

Con tal negativa, a Crowely no le quedó otra opción que contra atacar usando las habilidades de su madre, dejándolos a merced de lo que parecía un hechizo del cual desconocían el propósito.

Con un poco de dificultad, Sam buscó en sus bolsillos y encontró en el derecho, una pequeña bolsa de tela con una inscripción roja en ella. Hizo falta solo estrujarla con fuerza para que el humo comenzara a disiparse.

Dean buscó con la mirada al demonio y a la hechicera solo para darse cuenta que aún permanecían de pie ante ellos. Alzó un dedo para apuntarles, cuando exclamó con tono de burla:

— ¡Ja! ¿En serio creían que podrían con nosotros?

La voz aguda de Dean hizo que Sam, Jack y Castiel voltearan a verlo y no pudieron creer lo que tenían delante: Se trataba de un Dean de unos cinco años, con sus cabellos aún más rubios que antes y un par de grandes y alarmados ojos verdes.

— No puede ser. — Susurró Castiel encontrando que su voz era igual o más aguda y melosa. Al verse a sí mismo y darse cuenta que el mundo alrededor parecía haber crecido, se tumbó al suelo de un sentón y comenzó a llorar desconsolado. — ¡Aaaaahg! ¡Nooo! ¡Deeaan!

El aludido, corrió a su lado y lo abrazó con ternura buscando su rostro que ahora estaba lleno de lágrimas.

— Tranquilo, Cassy, todo estará bien.

Al contemplar la escena, Sam giró a ver a Jack para encontrarse que, al contrario de su hermano y su amigo, él parecía con un par de años más, barba ligeramente crecida y una mirada que denotaba experiencia en la vida. Sam soltó una risa nerviosa para luego mirarse a sí mismo.

— ¡Uff! — Exclamó aliviado al saberse inmune a lo que Rowena lanzara.

— ¿Por qué no funcionó con él? — Recriminó Crowley a su madre con mueca de molestia, señalando al más alto

— ¡No lo sé! Es... — Rowena observó mejor a Sam y alcanzó a ver la pequeña bolsa en su mano. — Se protegió contra hechizos.

Sam dio un paso adelante para ir tras el demonio, pero con una mirada de terror y un chasquido, Crowley y su madre, desaparecieron.

— ¿Qué nos pasó, Sam? — Preguntó Jack sintiendo su barba y brazos con más musculatura, así como portar una voz un tanto más grave.

— Rowena pensó que haciéndonos pequeños no te podríamos proteger. —  Sam contempló como Dean intentaba animar a Castiel haciéndole caras graciosas.

— Pero yo... yo soy mayor ahora, ¿no? — El Nifilim aguardó la respuesta de Sam, observándolo con esperanza. Verlos de ese modo le hizo sentirse extrañamente aliviado y curioso al respecto.

— Y me imagino que tienes más control sobre tus habilidades. — Añadió el de cabello largo, deduciendo que Crowley necesitaba de Jack más experiencia y fuerza.

Una carcajada de Castiel hizo a Sam voltear para ver a Dean parado en sus dos manos mientras el pequeño ángel de, tal vez 3 años, intentaba emularlo sin éxito.

— ¡Vamos, Cassy, solo debes ponerte así! ¿Ves? — Siguió Dean explicándole al más pequeño, pero éste, se tambaleó y cayó sobre su brazo izquierdo.

— ¡Bhuaaaaaaaaaaaaaahhh! — Se quejó al mismo tiempo que Sam corría hacia él para cargarlo.

— ¡Dame, dame! — Dijo Dean alzando los brazos intentando que el gigante le devolviera a su pequeño ángel.

_ No, Dean... — Sam golpeó el aire suavemente buscando la mirada de Jack que, al entender que pedía apoyo, corrió hacia el furioso niño que ahora hacía un puchero.

— ¡Hey, Dean! ¿Quieres una hamburguesa? — Preguntó Jack sin saber qué más hacer, encogiendo los hombros cuando Sam le lanzó una mirada de desacuerdo.

— ¡Sí! ¡Sí quiero! ¿Puedo pedir una cajita feliz? — Preguntó Dean con una sonrisa de oreja a oreja.

— ¡Claro que sí! — Contestó Jack, tendiéndole la mano para que éste la tomara y llevarlo hacia el auto.

— Yo... yo también quiero una, Sam. — Castiel tenía una voz congestionada y se tallaba los ojos intentando calmarse, suspirando entre cortado.

— Claro, Cas, también habrá una cajita feliz para ti.

Cuando Sam los sentó en la parte trasera del Impala con el rubio protestando por ello, observó que Jack tenía intensiones de ir en el asiento del copiloto, pero Dean ya se había puesto de pie y miraba por un costado, moviendo los botones, el seguro e intentando abrir la ventana.

— Será mejor que vayas con ellos, Jack. — Dijo tomándolo del brazo y el hijo de Lucifer asintió con una sonrisa, sintiendo con aquel breve tacto que su estómago hormigueaba, usando ese breve instante para poder capturar el aroma a colonia maderosa, pergamino viejo y aquel producto de lavanda que usaba para el cabello.

— En lo que encontramos la manera de revertir el hechizo, tal vez sea mejor comprar unos asientos para bebés, ¿no crees?

El comentario de Jack le hizo reafirmar su teoría: lo hechizaron para aumentarle la edad. Ahora se veía y hablaba diferente, más seguro y parecía saber más del mundo que lo rodeaba que antes de aquella bruma violeta.

— Sí, sí, vayamos al centro comercial a ver si los conseguimos. — Respondió el menor de los Winchester que ahora, se había convertido en el mayor.

— ¡NO! ¡HAMBURGUESAS! — Gritó Dean desde el Impala, asomando su tierno rostro y sus dientes ligeramente más saltones.

— ¡"Bumburguesas"! - Secundó Castiel alzando sus brazos y cerrando sus puños cono festejando.

— ¡Hamburguesas, bumburguesas, hamburguesas! — Coreaban los dos con pequeños saltos sobre los asientos. Sam rodó los ojos y se subió al auto, Jack cerró la puerta del copiloto y se sentó junto a Castiel, intentando todo el camino que Dean se sentara adecuadamente y que el ángel no intentara hacer lo mismo.

— ¿En qué lío nos acabamos de meter? — Preguntó Sam para sí, viendo a los dos niños por el retrovisor, mas sintió una extraña calma cuando Jack regresó la mirada y sonrió indicándole que tendría de él su apoyo ahora que lo necesitaba. Quizás sería su turno de regresarle el favor a aquel que le salvó de vagar por doquier sin rumbo. Lo haría. Sin dudar ni un poco.

 Sin dudar ni un poco

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Son como niños. [EDITANDO] [SamXJack✓] [Destiel✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora