Decisiones extremas.

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Lebanon, Kansas. Mayo 24, 1923.

Aún cuando Castiel intentaba ser claro y el nuevo día hubiera llegado, alumbrando tenuemente la sub urbanidad de Lebanon de tonos naranjas, Dean no lograba comprender cómo es que aquella vida futurista, lucía. No podía imaginarse por fin ser libre de las ataduras religiosas y la hipócrita moral de algunos, que él y Castiel fueran pareja y para ello no tuvieran que esconderse y, en definitiva, no los podía imaginar cazando criaturas que solo había visto en las publicaciones de Lovecraft, además de ese detalle de que su hermano estaba siendo acosado por nada menos que Lucifer y, sea dicho de paso, Sam estuviera enamorado y en una relación con Jack. Si lo pensaba fríamente, podía entender por qué el rubito le gustaba: Era de alma noble, podía verse en cómo sonreía, y era atractivo, pero estaba el hecho de que era un niño, si querían ponerlo en palabras sencillas. Claro que, un niño de un par de años, no hacía todo lo que le vio hacer al joven, o lo que dijeron que hizo.

— Puede ser la historia más rebuscada e increíble que jamás escuché y, tal vez por eso me duele la cabeza. — Confesó Dean, llevando sus manos a la frente, presionando con las yemas de sus dedos las sienes, haciendo un leve masaje.

El detective, que ahora entendía, era un título vacío, estaba sentado en el sofá individual en la sala de la casa de Castiel. Éste, aún lastimado, pero ya un poco mejor por su propia naturaleza, llevaba puesta encima una camisa limpia, aún sin abotonar porque le rozaba la herida que ahora solo tenía un trapo que simulaba una gasa. El ángel no podía volver a sentarse, ahora que el ojiverde sabía la verdad y podía ver en sus ojos algo que creyó, jamás tendría que ver nuevamente: Decepción y furia, todo dirigida a él.

— Aún cuando yo mismo soy una anomalía y luzco de cuarenta cuando poseo miles de años, no estaba preparado y es que... Yo sentí a Jack en el vientre de su madre, pude ver con mis poderes su forma indefensa; la formación de sus moléculas y cómo la fuerza de su corazón se intensificaba con los días. — Castiel movió las manos delante de él, como si aún tuviera delante de él a Kelly, cuya nobleza le permitió poder cambiar de parecer cuando planeaban asesinar al chico que, presagiaron ingenuamente, sería la destrucción del planeta.

— Puedo entender eso, pero, ¿Estar dispuesto a sacrificar todo lo que teníamos por no hacerte a la idea, Castiel? — El pecoso levantó la vista al ojiazul. Comenzaba a tenerle algo de confianza solo por saber de quién se trataba en el otro mundo, pero la verdad, se sentía extraño hablarle de ese modo a un hombre que, en su memoria, solo vio dos veces.

— Tienes que ser padre para comprender lo que se siente, Dean. — Replicó Castiel dejando caer las manos y mirarlo con dureza, misma que flaqueó cuando Dean bajó la mirada. «Tener un hijo.» No debía ser genio para saber que si no los tuvo, fue por esa jodida vida que tenía, cazando monstruos, aún así le dolía porque probablemente, sí quería una familia. — Lo siento, no quise decir que no...

— No, está bien. Déjalo. Y tienes razón, nunca fui padre, ni aquí ni en ese mundo tuyo.

— Nuestro, Dean. — Corrigió Castiel pero Dean suspiró sin estar muy de acuerdo.

— Si suelo ser protector con Sam, probablemente con un hijo, sería mucho peor. Aún así, no esperes que pueda perdonarte por darle a mi hermano el peor de los destinos. — Contestó con el ceño fruncido. Castiel se inclinó, cayendo de rodillas frente a Dean, quien inmediatamente negó, tomando al de los ojos azules del brazo para que se levantara.

— Eso fue sin querer hacerlo. Estaba... Tan enojado con él que el hechizo se programó solo para hacerlo sufrir. No quería hacerlo conscientemente, solo quería que me entendiera.

— Pues él no lo haría si no le dabas siquiera la oportunidad. — Al no poder quitarlo de esa posición, lo hizo a un lado y caminó a la cocina que no estaba muy lejos de la sala, poniendo la mano derecha sobre la mesa, recargando un poco su peso ahí y dándole a Castiel la espalda quien se levantó con dificultad, hablando con alguien que no estaba dispuesto a darle una mirada, al menos.

— Por eso quiero arreglarlo. ¿O no crees que hubiera sido más sencillo para mi solo fingir y seguir mintiendo para hacerlos permanecer aquí? — Dean frunció el entrecejo pero no giró, solo respiraba fuerte y escuchaba los pasos de Jack en el segundo piso y luego el rechinido de los resortes de su cama cuando se sentó en ella.

— ¿Fue por eso o porque notaste lo jodido que estaba Norteamérica en esas fechas?

— Por las dos razones, Dean. Si yo decidía renunciar a ti, de todos modos no cambiaba tu... — La cabeza del ojiverde se movió con advertencia. Pese a saberlo todo, le seguía costando trabajo escucharlo en voz alta sin temer que los llevaran presos. — Se los hubieran llevado a un hospital mental tarde o temprano y, Jack podía huir, pero tú no y siempre, desde que te saqué del infierno, te he intentado proteger.

Dean resopló en total discordancia, negando con incredulidad, pasando su zurda por los labios, pero sin replicar.

— Ya sé que no lo he hecho bien hasta ahora, pero lo intento, ¿Okey? Lo intento porque... Bueno, porque te amo.

— No lo digas más, no vuelvas a decirlo. No te conozco, no me gusta que lo repitas.

— Me conoces, Dean. — Caminó a paso lento hasta asegurarse que Dean no se alejaría, comenzando a sentir el calor ajeno a medida que entraba en su espacio personal. El detective solo dejó de recargarse en la mesa, pero en lugar de quitarse, giró su rostro para ver al ángel por encima de su hombro. El pelinegro extendió con delicadeza su mano y acarició desde atrás la palma en reposo del mayor de los Winchester quien de inmediato sintió un escalofrío intenso, el reconocer de su cuerpo, un tacto que no le era ajeno. — Aún si tu memoria está extraviada, sé que tu alma logra reconocerme.

Castiel apenas logró no sonreír cuando el latido en el corazón de Dean, se disparó y sus poros manaron oxitocina que, siempre a su olfato, le volvió loco. Su rostro casi podía tocar la parte trasera de la cabeza de Dean y su cuello se volvió una tentación a esa distancia, que recorrió con la mirada, lamiéndose los labios con lentitud.

— ¿Castiel?

— ¿Sí, Dean? — El aludido buscó la mirada ajena y sintió el frío cuando el Winchester se apartó de golpe.

— No vuelvas a acercarte a mi, hasta que soluciones esto. Cuando estemos de vuelta en casa y Sam esté sano y salvo, hablaremos de nuestros sentimientos, mientras tanto, no. ¿Entendido?

El ángel se sobresaltó. No era real su vida, tampoco su profesión, pero sin duda pareció por completo más que un detective, un duro y estricto oficial militar, que lo hizo cuadrarse y asentir sin chistar.

— Iré a ver cómo está Jack. — Castiel pasó saliva y quitando poco a poco la mirada de Dean, subió a la planta alta no sin antes echar un vistazo abajo una vez más antes de que el pecoso saliera de su rango visual.

Con el pesar clavando en su pecho y ese sentimiento de errar a cada paso que daba, se encaminó a la habitación de Jack que era la segunda puerta a la derecha. La pequeña casa solo tenía arriba tres puertas que eran la de la habitación principal, una contigua de una recámara más pequeña y el baño compartido. Jack estaba en la contigua, que compartía ala con el baño. Al ver que Castiel entró, levantó la mirada que estaba algo irritada, así como si nariz y sorbió mientras se limpiaba las mejillas con la manga de la camisa.

— Estaba por bajar.. — Se excusó por la tardanza pero de inmediato, Castiel negó yendo a sentarse a su lado aún con una mano sobre la herida.

— Tranquilo, no tienes que apurarte.

— Iremos en auto y no usaremos nuestros poderes para tener energía suficiente en el hechizo, yo creo que sí.

Castiel puso una mano sobre la rodilla del chico dándole un par de palmadas mientras sonreía con los labios juntos y sus cejas encorvadas por la preocupación de su estado.

— Escuché que tuviste un momento romántico con Patrick. — Si el rostro de Jack no estaba ya suficientemente rojo por haber llorado, ahora se sumaron sus mejillas que enardecieron en cuanto Castiel hizo referencia a ese "momento". Sus labios se separaron y parecía disculparse con la mirada. Castiel negó aún sonriendo. — No es nada malo, solo quiero ser yo quien se disculpe por haberlo arruinado.

Su sonrisa se apagó y bajó la mirada con melancolía.

— Tenía la esperanza de que en éste mundo tan anticuado, fueras lento y reconectaras con esas etapas que tuviste que saltarte para sobrevivir. — Suspiró y vio en la mirada ajena que no parecía comprender lo que decía, así que, brevemente, Castiel explicó: — Eras el hijo de Lucifer, muchos esperaban poder hacerte daño, así que, nacer como un bebé, no era una opción y naciste... Así.

Jack permaneció en silencio, intentando comprender un poco el punto de Castiel que era completamente válido pero la forma, quizás demasiado exagerada.

— Nos diste otra vida pero... No soy diferente. Todavía quiero... — Aclaró la garganta y se hizo ligeramente a un lado para apartarse de su padre, antes de rascarse la cabeza y confesar. — Yo no describiría como "romántico" el momento que tuve con Patrick si no más bien... — Buscó una palabra que no hiciera que su padre los mandara a otro mundo. — Íntimo y sensual.

Con la primera palabra, Castiel solo asintió, pero con la siguiente, levantó las cejas, sorprendido.

— ¿Cómo?

— Él y yo... — Abrió grande los ojos y movió la cabeza, sin poder completar la oración, pero completamente entendible para Castiel quien estaba acostumbrado a Dean y esos gestos. Quizás el Winchester sí era padre, pero no se dio cuenta jamás hasta ahora, lo mucho que Jack capturaba de él como su apetito insaciable y constante por algo en concreto. En el caso de Dean eran las hamburguesas y el pay, para Jack los cereales y la leche.

— ¡Oh! — Mencionó exaltándose un poco y luego quedó callado un par de segundos. Luego apretó los labios y terminó negando para sí, tapándose la cara con las dos manos y recargando sus codos sobre sus muslos. — Padre mío...

— ¡Lo lamento mucho! Yo... No tenía idea. — Jack puso una mano sobre la espalda de Castiel y buscó su mirada, pero éste no se la daba. — Y la verdad, creo que no tengo la capacidad de sentirme un bebé. Es decir, hay cosas que no entiendo del mundo y las personas, pero hablo, cosa que un bebé no hace, también he lastimado gente por accidente y mi raciocinio está lejos de ser normal. Con el deseo pasa lo mismo.

Poco a poco, el ojiazul apartó el rostro de sus manos y suspiró, acomodándose para aliviar el dolor en su costado. Sintió un punto tronarse por lo que respiró e intentó no moverse más.

— Es normal que estemos sumidos en la ignorancia. Eres el primero en tu clase. — Apretó los labios y dejó escapar el aire, mientras giraba un poco para mirar el mar en los ojos ajenos. Le sonrió apenas subiendo una de sus comisuras. — Volveremos a casa, lo verás, y cuando recuperes tus memorias y todo lo que eres, no volveré a interponerme en tus decisiones aún cuando no las apruebe, lo juro. Todo por recuperar tu confianza y Sam y Dean.

Son como niños. [EDITANDO] [SamXJack✓] [Destiel✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora