Bendita juventud.

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Tal como dijeron, ambos hermanos estaban a 15 minutos de Seattle cuando vieron un motel, que, aunque estaba dentro de su presupuesto habitual, era mucho más bonito que el resto de los que frecuentaban. Aquella reputación de la ciudad de ser para personas de clase media - alta, les hicieron comprender por qué era que no visitaban el sitio tan a menudo. No porque les faltara dinero si no porque solían tener sistemas de justicia un poco más eficiente así como modos de saber cuando eran tarjetas clonadas las que se usaban.

Pero tenía una buena tina con hidro masaje y un montón de cremas y shampoo de muestra que Dean no dejó pasar para usar cada uno, llenando tanto su cabeza de productos que, a la hora de tallar, pudo hacer un cerro de espuma sobre su cabeza.

Por su parte, Sam decidió centrarse, como pocas veces, no en su cabello si no en esa barba, ya algo tupida sobre sus mejillas y la quitó por completo, viéndose un poco más joven. No iba a mentir, a veces, el castaño solía sentirse demasiado viejo para estar con Jack o siquiera para verlo sin culpa, pero eran inseguridades que con el tiempo se fueron desvaneciendo. Por ahora, no estaba de más verse aseado.

Cuando un par de minutos más pasaron, el  ahora menor, salió del baño y su hermano se notó sorprendido ante lo que sus ojos veían: El rubio había peinado su cabello un poco hacia un lado y llevaba puesto nada menos que un traje, de aquellos que Jack usaba para cuando debía hacerse pasar por detective.

— ¿Es... Eso lo que vas a usar?

— Claro que sí. ¿Acaso no dijiste que deberíamos ducharnos?

— Pues sí, para que no sea tan evidente lo deprimidos que estábamos. Con lo que llevas, parece que vas a pedirle matrimonio.

— ¡Cierra la boca, Perra!

— ¡Hey! – Sam levantó su índice y lo vio con severidad. – No me hables así. Soy tu hermano mayor.  — Reprimió la risa un poco y se formaron sus hoyuelos, pero Dean contestó de inmediato, golpeando con la palma de la mano,  su dedo.

— Ésa broma ya está muy gastada, Samuel. Mejor vámonos. — La verdad es que ambos iban demasiado presentables. Solo les hacía falta llevar detrás un trío de cuerdas y un ramo de flores para seguir aquel cliché que veían en cada película romántica en las últimas décadas. Sam usaba una camisa de vestir de seda color negro, con cuello y del cual, desabrochó sus dos botones. El inicio de sus clavículas podía verse y aunque sabía que eso era jugar sucio, también era de su conocimiento que requeriría de todas sus armas para convencer a Jack de todo aquello que albergaba en su corazón y de lo que jamás habló con nadie.

Se notaban molestos cuando conducían hacia la comisaría y no solo por ver de frente a la justicia de la que se burlaban con sus constantes delitos, si no por no saber qué sucedería a continuación. Aunque pareciera locura, ellos tenían ya su modo de cazar tan definido que sabían exactamente lo que ocurriría, incluso el tipo de detergente que quitaría las manchas de sangre de cada uno de los monstruos, pero ésta vez se jugaban algo que jamás pusieron en peligro antes: Su corazón.

— Es aquí y mejor estaciónate lejos porque podrán reconocer el auto. — Dean se asomaba por una de las ventanas, mirando por el retrovisor lateral, esperando ver aquella gabardina característica del ángel, esa mirada severa y preocupada... o a Jack. Su temperamento seguía sin permitirle querer al Nefilim del todo, que con sus hormonas vueltas locas, sentía incluso celos de su cercanía con el alado.

— Okey. Entonces, repasando el plan: — El auto se detuvo, Sam puso el freno de mano y luego llevó su brazo al respaldo de Dean, girando hacia él para verlo directamente y que no perdiera detalle de nada. — Te quedas cerca de la entrada y yo vigilaré algunos callejones en los alrededores, ¿de acuerdo?

Son como niños. [EDITANDO] [SamXJack✓] [Destiel✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora