Narra Kellin
Mi alarma se encontraba sonando, a la ahora indicada, sin un minuto de retraso, siendo tan puntual a comparación de mí, que después de diez minutos de oír ese "Bep, bep, bep", me decidí por levantarme de aquella cómoda cama, en un hermoso martes, otro día más de 'vivir' en esta institución. Los primeros días parecieron ser normales, pues nadie me conocía y podía cumplir mi papel de chico solitario que es demasiado tímido como para hablar con otros espécimen de mi mismo tipo. Sin embargo, todo lo que era paz y tranquilidad se vio echada por el caño el día de ayer, que por buscar mi estúpido libro terminé siendo aplastado por todos esos grandullones; y eso no fue todo, al despertar, esa bola de salvajes me alaba y me festejan como si con ser aplastado les estuviera haciendo un gran favor del cual deberían estar agradecidos de por vida, o tal vez sea que ya me estoy poniendo paranoico con eso, supongo que deben ser ambas.
Sin más decidí levantarme de mi cómoda cama la cual dejé sin tender, por un día estoy seguro de que nada malo puede pasar. Decidí por tomar un poco de ropa para darme una corta ducha, ya que bueno, debo asistir a clases, y después de lo de ayer, supongo que algo así logrará hacer mis días de lo más normal, como era en un principio. Aunque veo esa posibilidad muy lejana. No podía parar de pensar en todo lo sucedido, si tan solo me hubiera fijado, ninguno de aquellos acontecimientos hubieran pasado en lo absoluto. Supongo que no sirve de nada quejarse mil años, eso solamente hace las cosas aún peor.
En cuanto salgo de la ducha con mi ropa ya puesta, lo cual consistía en una playera blanca con un logotipo negro, unos pantalones negros y unos tenis desgastados, nada que fuera del otro mundo. Puedo observar que mi pelirrojo compañero de cuarto se encuentra entrando a la habitación, al parecer tiene unas cuantas dificultades para caminar y tiene una cara como si una manada de vacas lo hubiese arroyado, lo cual me dio un poco de risa.
—En vez de burlarte, deberías ayudarme a sentar —dijo sin nada de energía deteniendo mi acción.
Fui hasta él y pase uno de sus brazos por mis hombros para conseguir más apoyo. Caminamos hasta un pequeño sillón que aquel chico había traído consigo la primera vez que lo vi, justamente cuando me enteré de que sería mi compañero de cuarto. Aquel mueble era una combinación de aire con relleno mal puesto, que bueno, a pesar de que no era el mejo sillón que podría haber sobre la tierra, supongo que era lo suficientemente perfecto a su manera para cubrir la simple necesidad de sentarse en algún lugar que no fuera el suelo.
—¿Qué te ocurrió? Parece como si te hubieran drogado y después metido a una pelea de almohadas que no ganaste —mencioné.
—La fiesta de ayer fue de lo más alocado —sonrió débil.
Para mejor entendimiento, aquel chico que es mi compañero de cuarto, pertenece al equipo de fútbol americano, al parecer es una de las personas más populares de la institución, y todo por un estúpido deporte. Y vaya que eso me ha traído problemas, en las escasas semanas que llevo aquí, lo he encontrado en la biblioteca, en la sección más vacía comiéndose a besos con alguien más, no sé quién, pues nunca me había acercado, simplemente pasaba de largo, es más, ni siquiera sabe que le he visto, como sea, no tiene importancia.
—Eres como una especie de dios ahora —dijo riendo.
—No menciones ni una palabra —me levanté del sillón mientras soltaba un suspiro de frustración—. Tú bien sabes que lo que menos quería es ser reconocido en esta estúpida institución.
—No le veo lo malo, Kell —rió—. Ahora que todos saben de tu gran acto, podrías empezar a tener una gran reputación.
—Mierda, no —contesté.
Miré hacia el reloj dándome cuenta de que se me hacía tarde para asistir a clases, así que tomé un par de cosas que necesitaría para caminar hasta el aula de la clase que me tocaría en ese momento ignorando por completo los comentarios de aquel estúpido chico que tengo como compañero. Simplemente salí de la habitación y me encaminé al área de aulas para olvidarme de todo lo que pasó, lo recodara o no.
[...]
Me encontraba en un periodo de descanso, donde básicamente todos hacen lo que quieran y se olvidan de la educación hasta que deban reanudar. Unos se iban a las afueras del internado, otros se la pasaban caminando, platicando, en sus habitaciones haciendo no sé que mierda, practicando deportes, creando música, leyendo, escribiendo, estudiando. En fin, en una gran institución como esta uno podría encontrar de todo tipo de personas con talentos sumamente asombrosos y que de cierta forma le da una personalidad única al mismo instituto. Sólo es una opinión, me agrada vez cómo es que los demás se relacionan con los otros, aunque claro, no todo en este lugar son luces y colores. También existe ese grupo de personas que se creen superiores a los demás y gastan bromas a los demás o se creen la gran cosa. Ahí, es donde los ricos y malcriados niños entraban, los que no han tenido la vida fácil y se desahogan golpeando a otros, los que quieren ser aceptados. Todo eso es lo que la comunidad necesita para ser, más o menos una sociedad estable. Aunque creo que eso jamás va a pasar.
Por mi lado, igual de normal pero no menos importante. Caminaba por los pasillos del área donde había sido la última clase. Simplemente tenía la vista fija a cualquier lugar que no fueran las personas, con mis audífonos puestos a un alto volumen, así parar buscar ignorar todo el ruido a mi alrededor. Digamos que soy una persona bastante pacífica y que prefiere estar actividades en las que impliquen estar solamente yo y mi mente. Aunque eso no significa que sea agradable de conocer, claro que lo soy, y hasta soy divertido, es solo que la gran oportunidad no se ha presentado, y no me interesa hacer amigos. Es como si estuviera en algún lugar esperando de la nada que una persona con cosas en común me hable y se cree una linda amistad... pero si yo no quiero hablar con nadie, mucho menos pienso que alguien llegue y me hable, es algo bastante sencillo de entender.
No tenía un plan en específico, solamente caminaba de aquí para allá, subía y baja escaleras, entraba y salia de las aulas. Me pasaba por las áreas verdes, rodeaba el contorno de las canchas. Simplemente explotaba mi habilidad para caminar y no hacer nada más, dejándome llevar por las melodías que llenaban de placer a mis oídos, con cada sonido, palabra, ritmo. Lo único que puedo decir es que la música significa mucho para mí, tal vez sea muy común eso, pero eso no es lo que en verdad importa, sino el cómo hace sentir a cada uno y los pensamientos que le hacen tener, las sonrisas, las lágrimas. Era una de pocas cosas que el ser humano hacía bien.
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Balón de Fútbol [Kelliver]
Short StoryÉl aún recordaba cuando lo había visto por primera vez. La rara y corta historia de cómo su amor llegó a sus vidas es una de sus favoritas.