Epílogo

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Narrador omnisciente

Tanto Oliver como Kellin se encontraban riendo acurrucados el uno con el otro en aquel césped tan verdoso en aquella fiesta por parte de su amigo zanahoria. Se trataba de la última fiesta de la universidad antes de poder graduarse y así, cada quien seguir con sus vidas. A esa fiesta, habían acudido toda la institución que bailaba alocadamente por todos lados mientras las luces de colores se hacían presentes al igual que la música resonando por todos lados. No se esperaba menos ante el hecho de que en cuanto Quinn puso un pie en aquella fiesta tomado de la mano de su novio, que todos empezaran a gritar como locos mientras aplaudían a su 'héroe' del balón de fútbol. Porque toda esa emoción había durado básicamente todos esos años que esa generación se habían mantenido así. Incluso planeaban poner su estúpido rostro en la sala de trofeos a petición del equipo de americano que encabezaba Oliver.

Las cosas no podían ir mejor para todas las personas a pesar de que ya había pasado tiempo desde aquel suceso que marcó la vida del pelinegro. Ya que gracias a eso pudo conocer a una personas que poco a poco se fue incrustando en su corazón ocupando un gran lugar que muy difícilmente iba a ser remplazado. Después de la rara historia de cómo había comenzado su amor, Oliver fue cautivando cada vez más el corazón del chico solitario a tal punto que aceptó ser su novio sin vacilar ni un segundo. A partir de ese momento, Kell aceptó que era una 'celebridad' entre los chicos, así que poco a poco fue acostumbrándose a ello. Aunque no quitaba el hecho de que aún se escondía en aquella biblioteca devorando libros, ya que era algo que amaba de verdad. Sin embargo, había unas veces en las que la biblioteca era el lugar donde se comía a besos a su castaño novio sin que nadie los interrumpiera. 

Todos se encontraban felices de haber culminado una parte importante de sus vidas. Y ahora estaban casi listos para seguir avanzando y superar todo los retos que la vida les tuviera preparados. No importaba lo que tenía que pasar, si eso significaba que iban a lograr realizar los planes que habían tenido. Y si no, entonces, que por lo menos amen lo que sea que vayan a ser.

—Insisto en que tu idea de acercarte a mí fue bastante estúpida —mencionó el pelinegro.

—Vamos cariño —rió—. No me arrepiento de nada, porque a partir de eso logré mi cometido. 

Ambos rieron. Se miraron a los ojos y entonces unieron sus labios en un tierno beso que duró hasta que el oxígeno les hizo falta. Ellos eran como la pareja más cariñosa que se pudiera ver por  el lugar, además de la que hace mucho desorden por todos lados y todos le siguen el juego como lo unidos que son. 

—¿Qué pasará cuando salgamos de aquí? —preguntó Sykes—. ¿Seguirás conmigo?

—No creo que debas preocuparte por ello —contestó sonriendo—. En caso de que te deje, siempre puedes robarme un libro para que termine inconsciente. 

—Eso tiene sentido —rió.

—Te amo 

—Yo también —lo miró—. Chico del balón de fútbol. 

Definitivamente la universidad había sido esa etapa que absolutamente nadie iba a olvidar jamás.

Balón de Fútbol [Kelliver]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora