Capítulo 04: Primera vista

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Al finalizar las clases, me encontraba saliendo del aula para retomar mi camino por aquellos pasillos con la intención de ir a comer algo. Sin embargo, apenas pude salir, todos los chicos y chicas que estaban a los alrededores comenzaron a hacer ruido. Gritaban, aplaudían, alzaban las manos, saltaban, como si trataran de festejar lo más posible, lo cual me dejó bastante desconcertado. Miré por todo mi alrededor y después de un breve análisis pude darme cuenta de que la razón por la actuaban de esa manera era... por mí. Todos me miraban, con esas sonrisas pegadas a su rostro. Enseguida mis mejillas se tornaron rojas a más no poder, no tenía ni idea de qué demonios hacer en ese momento, todo era tan extraño para mí.

—Eres el mejor —dijeron unos chicos que pasaban por ahí.

Mientras caminaba, la gente no paraba de darme cumplidos y dedicarme sonrisas. De un momento para otro todos se habían vuelto completamente locos. Y con el hecho de que no había tenido tanta atención en toda mi vida, no supe cómo demonios actuar ante aquellas situaciones, lo único que me limitaba a hacer era asentir, sonreír y seguir caminando hasta la salida más cercana. Comenzaba a entrar en pánico, y eso para nada es de las mejores sensaciones, aunque de cierta manera, es una parte de lo que hace a los humanos... eso, humanos. 

Me sentía sofocado, una bola de estudiantes que no conozco y que seguramente ellos tampoco a mí, me rodeaban por completo. En ese momento era como si todo avanzara en cámara lenta. Mi cabeza daba vueltas una y otra vez, mis piernas comenzaban a temblar y no podía pronunciar ni una sola palabra para que me dejaran en paz; todo debido a la vergüenza que sentía. No entiendo como es que a los chicos y chicas populares les agrada este tipo de situaciones. Entiendo que deber ser lindo porque muestra que eres como un ejemplo a seguir para algunos otros y que te encantaría verlos felices, ayudar, todo eso.. pero muy en el fondo hay un límite, y eso es lo que no entiendo, ¿cómo es que lo soportan?. A final de cuentas todos son humanos y a larga cansa todo eso, es más, hasta se podría olvidar lo que era llegar a un lugar nuevo y que nadie más te conozca, lo cual te da la magnífica oportunidad de presentarte, en la forma más pura y real.   

A un determinado punto, todas esas palabras y miradas me terminaron por agobiar demasiado. Así que como mi último recurso, empujé a algunos cuantos y salí corriendo del lugar con intención de ir a mi habitación y encerrarme hasta que toda esa mierda pasara. Sin embargo, debido a mi cabeza bloqueada, y mis ganas de huir, al pasar por las áreas verdes, un balón impactó con mi cara, lo cual ocasionó que cayera al suelo. 

Me tomó unos cuantos segundos para incorporarme, me senté sobre el césped y con una mano toqué mi frente, sentía un leve dolor de cabeza, pero igual de irritante. Enseguida, sangre empezó a escurrir de mi nariz manchando un poco mi playera, así que con la mano que me sobraba traté de parar la sangre. Estaba completamente confundido. 

—¿Estás bien? —preguntó una voz— Mierda, lo lamento, es solo que al momento de hacer el pase... tú te cruzaste y... ¿te duele algo?.

Tuve la necesidad de contestar con algo sumamente sarcástico debido a la estúpida pregunta que me había hecho. Pero sinceramente no me encontraba en condiciones de hacerlo. Lo único que hice fue levantar un poco la vista. Entonces me di cuenta de que alguien estaba arrodillado a mi lado. Para ser más específicos, se trataba de un chico que no conocía en lo absoluto, tenía el cabello algo largo, castaño ligeramente rizado, era de tez clara, pero no para parecer un vampiro. Su complexión era delgada y alta, llevaba una playera gris  junto a un pantalón de mezclilla azul. Sus facciones eran relativamente finas, mejillas delgadas, labios ligeramente rosados, pero lo que me llamó la atención fueron sus ojos. Eran de un color claro, muy lindos a decir verdad, jamás había visto unos ojos así a parte de los míos, esos tenía un tono verdoso muy lindo, como los que él tenía. 

—Yo... —estuve a punto de contestar sino fue porque una voz me interrumpió.   

—¡Kellin! Carajo... ¿a caso te has roto la nariz?  —exclamó aquella persona.

—Claro que no, Alan —dije confundido.

El pelirrojo me ayudó a levantar, seguido de esto pasó uno de mis brazos por sus hombros, me tomó por la cintura y caminó conmigo a no sé dónde demonios. Eché una rápida mirada hacía atrás, el chico castaño se encontraba con el balón entre sus manos, observando como me alejaba. 

Después de un rato, Alan abrió la puerta de la habitación que compartíamos. Enseguida me senté sobre aquel sillón para recargar mi cabeza en el mismo con la intención de que la sangre dejara de caer. Poco después, aquel chico me entregó un algodón, el cual coloqué en mi nariz sosteniéndolo con mi mano.

—No es por nada, pero tienes una especie de atracción hacia los balones —dijo riendo el pelirrojo mientras me entregaba una bolsa con hielos.

—Tal vez deberías callarte la boca —respondí fastidiado mientras colocaba por tiempos aquella bolsa ligeramente sobre mi rostro. 

—¿Y por qué corrías como un loco? —preguntó después de tiempo.

—Me gustaría saber la razón por la cual lo hice —dije cansado—. Tal vez deberías salir, quiero dormir, y con tus estupideces, no creo que eso pueda ser posible.

—Como quieras.—dijo mientras salía—. Cualquier inconveniente que tengas, no dudes en llamarme.   

Al quedarme completamente solo retiré aquellos hielos, los cuales dejé a un lado. Seguido de este quité el pedazo de algodón que se había teñido de rojo, aunque ya no salía más sangre, así que aventé este al cesto de basura. Me paré del sillón para caminar hasta aquel mueble de madera, el primer cajón saque una caja y de esta una pastilla, para poder eliminar el persistente dolor de cabeza. La razón por la que raramente tengo algo como eso, es porque tengo una madre que se preocupa demasiado y quiero que siempre esté preparado. Eché la pastilla a mi boca y seguido de esto tomé un gran trago de agua. 

Después, simplemente me dirigí hasta mi cama para tomar una ligera siesta. 



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