¡Al Fin!

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Las lecciones en los nuevos pergaminos eran mucho más difíciles que las de los anteriores, me costaba mucho más entenderlos. Lo máximo que había logrado, tras años robándole pergaminos a Kabuto, había sido revivir una pequeña ave, mas pequeña que el puño de mi propia mano, y tampoco había sido exitosa, ya que el ave dio unas cuantas bocanadas de aire y volvió a su anterior estado.

Definitivamente aprender jutsu por mi cuenta era muy difícil. Ser tan hábil como había visto entrenar a Sakon y Ukon hace algunos años, y dominar varias técnicas, era algo inalcanzable para mí.

Me habría gustado ser entrenada, junto con mis hermanos. Me habría gustado estar mucho mas cerca de ellos. Me habría gustado vivir esos primeros pasos en el mundo ninja con ellos. Pero la situación era mucho más complicada que solo aprender jutsus.

Sakon fue encontrado por un hombre. Un hombre de cabellos largos y negros con una mirada sombría y ambiciosa, quien le ofreció comida y refugio. Nada de eso le importó, sino que lo que hizo que finalmente aceptará la propuesta, era la idea de poder ser entrenado, alcanzar independencia, poder. Ser capaz de sobrevivir por él mismo. A su vez, la propuesta no solo iba hacia él, sino también a Ukon, su hermano gemelo mayor, y hacía mí, una niña que encontraron cuando eran apenas unos niños.

Siempre sentí que sobraba, que, en realidad, el potencial lo vieron en los gemelos. Y así fue, cuando Orochimaru nos adoptó, solo estaba interesado en Sakon y Ukon, por las técnicas que pensaba desarrollar en ellos. Yo también fui adoptada a petición de ellos, de otra manera, seguiría en la calle.

Fui llevada a una de las habitaciones existentes en la aldea del sonido. Orochimaru le prometió a Ukon que me alimentarían y cuidarían a diario. Que me mantendrían al margen de los conflictos. En estricto rigor, eso se cumplió los primeros días, pero luego se olvidaron de mí. Y me olvidaron porque era inútil, no le servía al Sannin.

Los gemelos aún iban a verme, sin embargo, notaba que no podían hacer nada al respecto, incluso ellos mismos estaban en malas condiciones. Notaba que ya ninguno era capaz de exigirle algo a Orochimaru. Como sus visitas no eran muy seguidas, a veces me escapaba de la habitación, de la cual tenía prohibido salir, para ver como entrenaba. Después de todo, Sakon y Ukon eran lo mas cercano a una familia que tengo, no podía permitir que me los arrebatasen, quería lo mejor para ellos.

Entonces fui consiente, sí quería permanecer a su lado, debía hacerme fuerte, como ellos, para no ser un estorbo, sino un apoyo.

Cada que iba a verlos entrenar, ellos quedaban muy mal heridos, de vez en cuando un chico llamado Kabuto los curaba, pero no siempre. Por eso me propuse ser como ese chico, un ninja médico, para estar siempre cerca de esos dos, y ayudarlos en cuanto fuese necesario. Les devolvería todo el cuidado que tuvieron conmigo.

No obstante, todo aquello era muy difícil. Orochimaru jamás vio talento en mí, por eso mismo me olvidó, porque no le servía. Así que, si iba a aprender jutsu, no sería gracias a él.

Estaban golpeando. Eran golpecitos leves, con un ritmo en particular. Dirigí la mirada hacia la puerta, aterrada ante la posibilidad de que fuera alguno de los hombres de Orochimaru. Pero entonces se deslizó una nota debajo de esta. No confiada del todo, me acerque lentamente al pedazo de papel.

"Disfrútalo, no es mi comida para el entrenamiento, así que por favor cómelo"

Tenía que ser él. Abrí la puerta lentamente, para observar primero. No había nadie, solo un plato en el piso. Un plato lleno de comida.

Ya había pasado por esa situación: alguien se acercaba a darme de comer, pero pronto se aburrían y se olvidaban de mí. Así que tomé mis precauciones, y no consumí todo lo que venía en aquel recipiente. Fue difícil, ya que aquella comida estaba deliciosa, pero si no lo hacía, después me lamentaría.

Seguí repasando los pergaminos, intentado comprender cada uno de ellos.

Había pasado ya casi una semana desde que había conocido a Kimimaro, y desde entonces, cada día me trajo una comida. De la misma manera que había hecho anteriormente, tocaba con un ritmo en particular y dejaba el plato. Ya no había notas, pues tan solo con el ritmo al tocar sabía que era él.

También había pasado una semana desde que había tomado prestados los pergaminos de Kabuto, por lo que ya había tenido tiempo de sobra para leerlos y memorizar cada uno. No los entendía en su totalidad, pero podía comprender la idea general. Ya era momento de devolverlos a donde pertenecían, de otra manera, podrían notar la ausencia de ellos.

Salí sigilosamente. Tomé la ruta hacía los aposentos del ninja médico. Una vez ahí procuré cambiar los pergaminos que ya había leído y memorizado, por otros que no. Además, tomé un par de velas, ya que en mi habitación no había ventanas, ni iluminación. Volví hábilmente, evitando las trampas del camino. Esta vez, como muchas otras, no caí en ninguna. Mi paso fue limpio.

Cuando di la ultima vuelta para llegar a mi cuarto, noté una persona frente a ella. No alcancé a reaccionar, ya me habían visto.

-Me prometiste que no te meterías en mas problemas- decía Kimimaro frente a mi puerta. Estaba sorprendida, no esperaba encontrármelo.

- Yo... yo...- No sabía que decir, acababa de pillarme en lo mismo que la primera vez que nos vimos.

- Entra ya antes que alguien te vea- Apuro Kimimaro abriendo la puerta y entrando detrás de mí. - ¿Qué estabas haciendo? -

- Yo...-

-No tienes porque responder, pero no entiendo porque te arriesgas tanto, si tienes miedo a morir...- Estaba en lo cierto, no quería morir, solo quería proteger a Sakon y Ukon. Quería ser fuerte como ellos. Quería estar a su altura, para poder acompañarlos a donde sea que los envíen, y ser su apoyo...- No te delataré a nadie, pero eso no sirve si te estas arriesgando de esa manera...-

- Tomé algunos de los pergaminos de Kabuto...- El chico me miró con los ojos muy abiertos, casi redondos. Él entendía lo peligroso que era. Dejó la comida que había traído en la mesa de la habitación y se sentó en la cama. Yo aún estaba de pie, con la evidencia de mis acciones en los brazos, tal como si fueran un bebé. Caminé hacía la mesa y los dejé ahí, luego tomé asiento en la única silla que tiene aquella mesa.

- ¿Para qué? -

- Quiero ser un ninja médico- Respondí con firmeza. El chico volvió a dedicarme una mirada sorprendida. Estuvo así varios minutos, hasta que se levantó y se marchó.

Comí lo que me habían traído y también leí aquellos pergaminos que había pedido prestados. Si bien Kimimaro se fue, quizás molesto por mi actitud irresponsable, me sentía segura. Segura de que no se lo mencionaría a nadie. Su mirada me lo decía. Su presencia me lo comunicaba.

Golpearon a la puerta. Tenía el mismo ritmo que usaba Kimimaro para anunciar su llegada. Pero él jamás había venido dos veces en un día. Además, si mal no estimo, deben ser mas de las una de la madrugada aproximadamente.

-Shigo... Soy yo... abre- Era el mismo chico pálido de hace un rato. Abrí la puerta solo un poco, para confirmar que se trataba de él – Vamos a entrenar – No pude evitar sentirme feliz y extasiada ante tal propuesta.

Incorrecto [Kimimaro Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora