Capítulo 24

206 7 1
                                    

P A O L A

Su respiración estaba agitada y también la mía. Me importaba un comino quien estuviera a nuestro alrededor, pero cuando estaba a punto de enloquecer, abrí los ojos y me separé de forma lenta. Rubén rugió, protestando ante mi lejanía.

- No te separes -susurró ronco aún con los ojos cerrados, erizando mi piel. Repartió de forma cariñosa besos en mi rostro, haciéndome reír.

- No hagas eso -carcajeé. Intenté apartarme, pero su mano anclada en mi nuca lo impidió.

- No...

- Rubén, tenemos que irnos; nos están mirando.

Él abrió los ojos por fin y miró a nuestro alrededor, luego sonrió y acercó nuestras frentes, sonriendo.

- Pues que lo hagan, que nos tengan envidia, cariño -murmuró y besó cortamente mis labios.

Me separé de él sonriendo, negando con la cabeza y al mismo tiempo, tomaba la pequeña bolsa colgada de mi silla.

- Vayamos a caminar o hacer algo, ya no quiero estar aquí. -Me levanté seguida de Rubén y, mediante unos cuantos pasos después de salir de la cafetería, su mano terminó tomando la mía, entrelazándola.

Miré nuestra unión sorprendida, se sentía extraño, pero de igual forma me gustaba. Las cosquillas que sentía en el estomago estaban intensificándose y, hasta ahora, me había dado cuenta de cuanto lo había extrañado. Nuestras manos encajaban perfectamente, como si estuviesen hechas al mismo tiempo, como piezas de rompecabezas.

Rubén me miro sumamente sonriente al notar que nos mirábamos, y le correspondí, mirando de nuevo al frente.

- ¿Tienes hambre? -preguntó.

- No, ¿tú? -Calló y negó con la cabeza, lo que no sabía es que involuntariamente había fruncido los labios-. Estás mintiendo -dicté, acercándonos a la salida del centro comercial.

- ¿Por qué piensas que estoy mintiendo?

- Porque has fruncido los labios; cuando lo haces, significa que estas nervioso o mintiendo.

- ¿Cómo sabes eso? -preguntó abriendo excesivamente los ojos. Las nubes seguían cubriendo gran parte del cielo, lo cual agradecía y el aire pegaba fresco en nuestros rostros; Madrid se veía tan hermoso nublado.

- Porque lo he notado todos estos meses que he estado contigo -me miró alzando la ceja y, nerviosa, añadí-, ¡me refiero a convivir! Ya sabes, pasar tiempo...

- Sí, cariño, lo entiendo. -Cada momento en el que se atreve a decir ese apelativo con demasiada comodidad y ligereza, como si de verdad lo sintiera, hace que mi estómago salte de alegría.

¿Es que Rubén no se daba cuenta de lo que me hacía?

- ¿Qué te parece si en vez de hacer lo que teníamos planeado hacer el viernes, lo hacemos hoy? -pregunté mirándolo e intentar evitar las sensaciones que me causaba. Rubén lo pensó, pero luego sonrió y asintió.

Un taxi se detuvo a escasos centímetros de donde estábamos y, después de darle la indicación al conductor, comenzamos el camino.
Mientras yo miraba la ventana las calles transitadas, sentía la mirada de Rubén puesta en mí, haciéndome poner nerviosa. Sentía su mano caliente acariciar con suavidad mi mano que, por cierto, no la había soltado. No me sentía incomoda que la tomara, todo lo contrario, pero eso no evitaba que me sintiera extraña.

¿Qué éramos? ¿Amigos con derecho?

No lo sabía y eso de alguna manera, me inconformaba.
Rubén dio unas indicaciones más hasta llegar a un bonito edificio blanco con ventanales azules. Pagamos al taxi y nos adentramos hasta llegar al ascensor. Cada que el numero de pisos aumentaban, los nervios también; estaba yendo al refugio de Rubén, a su privacidad. Nunca había pensado que llegaría tan lejos y menos cuando estaba en México.

VIGILADA |RDG|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora