16. ¿Accidentes?

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Así que, en resumidas cuentas, Marshall está sufriendo lo que sufro yo a diario, y el muy distraido, parece que siempre se olvida de ese detalle cuando hace gestos o acciones que roba mi pequeño corazón roto.

¿Dos corazones rotos se pueden unir entre ellos?

Puede que entre otras personas distintas sí, pero con lo patético que soy como persona... No mucho.

Intenté consolarle, pero me daba miedo ser tan confiado como él lo era conmigo siempre, el simple hecho de darle un abrazo me da miedo, ¿y si él me empuja y lo rechaza? ¿y empieza a gritarme? Así que, como pude, con palabras y miradas sinceras, intenté ayudarle.

Sí, intenté. Ya que él se enfadó, me gritó alegando que en la vida encontraría a alguien como ella, se fue a su cuarto y pegó un portazo.

Me asusté. Me asusté tanto, recordando cuando Marshall me trataba así, cuando me gritaba, me insultaba.

Y ahí estaba de nuevo, esa pequeña sensación de que la felicidad no es duradera. En silencio, en el mismo sofá donde me encontraba antes, empecé a llorar en silencio, mientras que escuchaba a Marshall chillar, tirar cosas y mil cosas más.

Estaba muy asustado, todos aquellos recuerdos venían a mi mente como una ráfaga.

Necesitaba desahogarme, sentir un cálido abrazo, que alguien me dijera que todo estaba bien a pesar de que fuera una mentira.

Quería volver a sentir los cálidos abrazos que recibía de mi madre o mi padre cuando saqué una mala nota por primera vez por no dormir nada, debido a que mi familia pasó por un mal momento económico y lo oculté, oculté el hecho de sentirme fatal, poniendo buena cara y diciendo palabras bonitas a mis padre.

Claro que, eso sólo era palabras vacías, no sentía ni siento nada de eso, aunque debería.

En ese momento también dejé de comer tanto, creyendo que ayudaría econónicamente, tenía como once años, pensé que yo era el único culpable de causar los gastos y me sentí una carga.

No era muy tarde, quería llamar a alguien, mi psicóloga estaba trabajando con otros pacientes, así que no quise llamarla.

Escuché el móvil vibrar encima de la mesa, sin mirar quién era, contesté.

-¿Eres Gumball?- preguntó, una vez que contesté, una voz conocida.

-Sí, soy yo.- con las pocas fuerzas que tenía en ese momento, logré contestar sin un temblor en mi voz.

-Soy Natasha, la madre de Marshall, he estado llamándole y mandándole mensajes, pero no contestas y ya sabes cómo es él, siempre tiene su móvil en la mano, tengo que hablar con él de algo importante...- explicó ella.

-Bueno, ahora no está por su mejor momento.- Ni yo tampoco, quise añadir, mas no lo hice.

-¿Qué le ha pasado?- su tono preocupado me hizo recordar a mi madre, cuando por primera vez llegué a casa con mis libretas rotas y mis brazos llenos de moratones.

-Su novia, le ha dejado y sus amigos lo sabían.- resumí, intentando hablar en bajo y con el menor números de palabras posibles, porque en cualquier momentos sentía que iba a llorar.

-¿Te ha gritado? ¿Te ha pegado o algo?- añadió nerviosa, añadiendo la ultima pregunta con un tono de dolor.

-Me ha gritado, y se ha encerrado en su cuarto. Pero creo que esta tirando cosas.- Quería transmitirle que no se preocupara por mi, que se preocupara más por su hijo, ya que yo no era mucho más que un conocido para aquella pobre mujer.

-Por favor, si te trata mal, dímelo de inmediato, no quiero que se vuelva como su padre.- Antes de decir la última palabra, hizo una pausa, como si le doliera llamarlo así.

"Bullying" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora