17. La teoría de la botella de cristal.

2.4K 231 171
                                    

¿A caso puedo ser más idiota? Sé de sobra que la escusa de: "Me he tropezado con los zapatos" Ha sido la peor que he dado en mi vida. No lo sé, últimamente me siento raro, porque me siento atraido por Gumball de manera extraña, seguramente es amor fraternal, porque nunca me he sentido así.

Miro de reojo a este, quien está en la cocina comiéndose las uñas y, ¡Mis galletas! Mis maravillosas galletas que tanto amo, ay. Bueno, se lo dejaré pasar porque solo ha tomado dos. Y, porque bueno, se ve gracioso centrado mirando a cualquier azulejo del suelo.

Tengo que hacer algo, ¿qué era? Ah, sí, tenía que llamar a mi madre antes de que esta llamara al FBI o a la NASA porque su hijo está depresivo/enfadado.

En parte, agradezco que se preocupe por mí, pero hay veces cree que sigo teniendo 5 años o algo y parece que va a venir algún día a la casa del pelirrosa con un biberón o algo.

Aunque, debo agradecer tener una madre así, Gumball no tiene ni madre y no tiene nadie que le sobreproteja, o  directamente; le proteja.

¿Otra vez pensando en él? ¿Qué te ocurre? -Replica mi subsconciente.

Suspiro. Miro mi móvil, y empiezo a llamar a mi madre, no hace falta más de tres segundos para que mi madre ya esté al otro lado de la línea, regañándome:
-¡Marshall Lee, te debería dar vergüenza! ¡No contestas a mis llamadas, me contesta Gumball,y encima me dice que estás enfado y tirando cosas! ¿Te crees que estás en tu casa y puedes comportarte como te dé la gana? No, estás en casa de Gumball, el chico que acabó mal en todos los aspectos por que a tí te apeteció seguir el juego a tus supuestos amigos y el chico que ahora está temblando de miedo porque piensa que vas a pagar su enfado con él, así que, cálmate.

-Siempre sabes como consolarme, mamá.- dije con un tono irónico.- no está temblando y tampoco está asustado, ya no.

-¿Ah sí?¿Y qué has hecho para calmarlo?- me contestó ella con tono desafiante.

-Ay; déjalo, ¿está calmado, no? Pues ya está.- no iba a decir nada del beso porque había sido accidental. Porque lo había sido, ¿verdad?

-Bueno, lo que tu digas, mañana te lo traes a casa, no le digas para qué, le voy a arreglar el pelo, pero quiero que sea sorpresa, ¿está bien?- intentaba calmarse después de haberme gritado, normalmente no suele hacerlo, pero, como todo el mundo, se enfada.

-Está bien, yo voy a ir al gimnasio ahora.

-Qué pesadito estás con el tema del gimnasio, bueno, haz lo que te plazca, pero te lo pagas tú, que lo sepas. Voy a salir yo también.- me comentó.

-¿Ah sí? ¿Y con quién?- Y, a pesar de saber que ella no podía verme, elevé mis cejas, con mirada picarona.

-Mmm..¡Anda, si ya ha llegado! ¡Adiós!- y colgó, era más que evitente que iba a salir con su supuesto nuevo novio.

Me digné a ir al salón después de todo lo ocurrido anteriormente, pero el pelirrosa no estaba allí. Había veces que se iba a un pequeño laboratorio.Anteriormente era un baño, pero como su familia no lo usaba, se convirtió en una habitación vacía que este iba llenando, comprando variados materiales; desde probetas hasta pizarras enormes donde iba apuntando sus avances o fórmulas que no debía olvidar.

Entré en silencio y le ví con esas gafas de protección demasiado grandes, una gran bata blanca le cubría, tenía el pelo despeinado y las manos cubiertas con guantes, su mirada estaba centrada sólo en aquellos pequeños tubos que sostenía. Por algún motivo, me enterneció verlo tan concentrado.

"Bullying" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora