CAPÍTULO VIII. FUNDIDOS EN LA NOCHE

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-¿¡Siempre eres así, Robin?!

Le sonríes pícaro mientras saltas a otro edificio.

Hace unos minutos os encargasteis de unos ladrones en un callejón. A tu modo, por lo que molestaste a la chica bruja.

-¡Supongo que sí! - le gritas mientras corre tras de ti.

La noche fría y ocura os hace pasar desapercibidos a la vista de los de abajo.

Te paras cuando ves que se detiene en uno de los edificios, con una sonrisa en el rostro.

-¿Qué pasa? - le preguntas acercandote.

-A sido divertido, chico pájaro,  pero tengo que irme.  Tengo planes. - se explica.

-Vaya.  Planes - te burlas.

Te asustas un poco al verla acercarse al borde del edificio.

Te aproximas a ella confundido,  pero no te da tiempo,  te hace una seña con la cabeza y se tira.

-¡Raven! - te asomas.  Nada.  A desaparecido - ¿siempre tienes que hacer una despedida tan dramática? - susurras al aire.

"Supongo qué sí... "- te respondes -"qué chica más rara... "- esbozas una sonrisilla y te vas cuando Batman te llama por el comunicador y su voz enfadada por volver a escaparte te asusta los oídos.

Tiene una manera extraña de combatir. Como si perdiese se acabase su mundo. Es extraño, pero te agrada.
Tienes muchas cosas en las que pensar.  A parte de los malditos exámenes.
No pensabas que el compañero de Batman fuese tan... eficaz.

Pero en fin.  Ahora había que concentrarse en la aburrida clase de lengua.

El encuentro con el chico de los ojos verdes, ...Damian, fue inesperado.  Ibas corriendo como una loca por que llegabas tarde.  Y encima te portaste como una tonta ruborizada.  En ese momento solo querías que te tragase la tierra.

-Señorita Roth, ¿puede leerme el poema de la página 89? - te saca de los pensamientos la voz áspera del profesor.

Vuelves a la realidad y empiezas a leerlo sin darte cuenta de que unos ojos al otro extremo de la fila te miran  fijamente.











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