Especial: Yifan

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Cuando llegué a Corea, rápidamente llamé la atención de mis compañeros de clases. Resaltaba por el acento y por mi altura un poco fuera de lo normal. Era visto como una figura carismática y agradable, pero no tenía amigos de corazón como los que había dejado en China y me era difícil adaptarme emocionalmente al cambio. Para mí las comidas se compartían con seres íntimos y por eso prefería sentarme solo en los almuerzos.

Hasta el día que un bonito castaño con nariz de venado, que había llamado mi atención en una fiesta, se paró a mi lado con la bandeja del comedor en las manos y me preguntó si podía sentarse conmigo. La pregunta me descolocó porque conocía a sus amigos y era un grupo divertido y de lazos afectivos fuertes que no tenían miedo de lucir su cariño, por lo que no podía imaginar qué podría haber salido mal con ellos para que buscara sentarse con un completo desconocido como yo. Por curiosidad accedí.

Se presentó como Luhan, luego preguntó mi nombre y, cuando acabé de responder, un bullicio nos invitó a voltearnos a ver la mesa de sus amigos, donde se estaba dando un gran espectáculo. Tuvo el amague de levantarse, pero se contuvo cuando vio a Kyungsoo acabar la escena con un rodillazo en las partes nobles de su ex. Luhan no volvió a hablar hasta terminar su almuerzo (metafóricamente, porque su plato seguía intacto). Se despidió con una pequeña reverencia y lo correspondí de igual manera.

Supuse que había sido un acontecimiento único que pasaba cada diez siglos por lo que no le di mayor importancia. Sin embargo, no pude evitar notar a la salida cómo Luhan hablaba normalmente con Kyungsoo y Baekhyun, aunque este último lucía molesto, y luego escapaba de Minseok. No se me ocurría qué podía suceder para que estuviese evitando al que hasta ahora me había parecido su mejor amigo, o el por qué Baekhyun, la persona más amigable que había conocido en esa facultad, lo miraba con desprecio. Me hubiera gustado preguntarle cuando me lo encontré unas cuadras después de la mano con Kyungsoo, pero en su lugar los felicité porque me pareció que habían logrado algo que yo no había podido con mi viejo mejor amigo: el equilibrio entre la amistad y el amor.

Al día siguiente, cuando entré al comedor, Luhan ya estaba esperando en mi mesa. Y en serio estaba esperando porque no cogió sus cubiertos hasta que me senté frente a él. Me obsequió una pequeña sonrisa.

—Quería disculparme por mi comportamiento de ayer —dijo—. Debió ser perturbador.

—Tenías tus razones, ¿no?

Luhan asintió y comenzó a comer despacio. En algún momento se detuvo para rebuscar en su mochila algo y deslizó por encima de la mesa un bombón de chocolate y café.

—Eso formaba parte de la disculpa, pero lo olvidé —dijo—. También es un agradecimiento por dejar que me siente aquí.

—Este lugar es público, eres libre de hacer lo que quieras.

—Sí... —Se rascó la cabeza evidentemente incómodo y continuó comiendo. Me sentí un poco mal por él porque justo había venido a acercarse a la persona con menos sensibilidad y tacto del mundo. Probablemente lo que dije sonó muy pesado.

—¿Por qué ya no te sientas con tus amigos? —interrogué. Dejó de comer y apartó el plato.

—Porque no son mis amigos.

Alcé una ceja sorprendido por la respuesta. Él recogió sus cosas y levantó su bandeja para tirar el contenido y salir del comedor. Pensé que lo había ofendido porque no se despidió y me dije que con certeza no lo encontraría de nuevo al día siguiente en mi mesa.

Pero allí estaba otra vez, tan marchito como el primer día. Supuse que tendría que adaptarme a esta nueva presencia cambiante a la fuerza o elegir un grupo nuevo con el cual sentarme porque era difícil hallar una mesa vacía. Para ser franco, prefería sentarme con Luhan que fingir ser amigo de personas que no lo eran. Me sentía un poco identificado con su situación.

¿Qué es el amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora