Recuerdo incesante [YAXLEY/SANTUCHO]

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¡Nuevo One-Shot! Yaxley y yo lo realizamos en conjunto.

¡Que lo disfruten y que tengan un increíble 2018!

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No sé cuánto tiempo lleve aquí dentro, solo sé que este cuarto oscuro, impregnado por el olor a humedad, tiene una ventana cubierta por una persiana, una cortina o algo parecido. Una hendija de luz se filtra e ilumina el techo. Mi cuerpo está casi inmóvil, me siento débil, con pocas fuerzas para siquiera levantarme. Mi mano izquierda se encuentra encadenada a algún lado, no sé bien a dónde. Sé que como toda habitación posee una puerta y la iluminación se escabulle por debajo de la misma enseñándome un poco sobre la cadena que me tiene prisionero. Está bastante oxidada e incluso parece sencilla de romper, pero las fuerzas no me ayudan, solo me dislocaría el hombro en el intento. Me siento como un ciego entre tanta oscuridad. 

Llevo mi mano derecha a mi cabeza, siento algo viscoso, húmedo, untuoso. Imagino puede ser sangre, o quizás  sean divagos de mi cabeza y pueda tan solo ser la transpiración causada por el calor agobiante del recinto.

Noto el malestar en mi estómago. Se retuerce como si no hubiese percibido alimento en días, incluso semanas. El silencio estremecedor del lugar me permite perfectamente oír como la sangre se transporta entre venas, arterias y capilares a cada pequeño lugar de mi cuerpo. Y los rugidos de mi estomago... los rugidos se me vuelven ensordecedores, casi como una tortura incesante.

El silencio casi me permite volverme uno con mis pensamientos, pero esas voces... esas malditas voces no me dejan tranquilo. Sé que están susurrando algo, incluso puedo imaginar sus rostros allí afuera, podría jurar que uno tiene una cicatriz sobre su ceja derecha y le falta un diente, el otro me señala y me hallo indefenso. Pero por mucho que lo intente, no logro recuperar datos sobre lo que dicen. 

Se escucha un tren que se encamina hacia donde estoy. Esta muy próximo a mí. En mi casa también se escucha el tren, con la misma lejanía que lo siento ahora. 

¿Quién seria tan vil de secuestrar a alguien en su propia casa? 

El sonido retumba en mis oídos y un pinchazo se hace presente en mis sienes. Con mi mano libre tanteo de vuelta aquel líquido que humedece mi cabello. Siento que mis dientes rechinan por la fuerza que hacen al resistir el dolor. Es como si algo impactara contra mí.

Encima se escuchan niños gritando. Porqué es que gritan tanto. Me enloquecen demasiado. Me sacan de quicio. Me recuerda tanto a aquel día.

Oh, mi querida Elizabeth, si tan solo hubiera podido sacarte de aquel auto. Tus gritos se hacen siempre presentes y aún recuerdo tu rostro desfigurado contra el vidrio de la ventanilla trasera, haciéndose sangre y consumiéndose en fuego con cada segundo que corría. Juro que quise salvarte y es algo que jamas me perdonaré. Pero es que las llamas callaron tus gritos demasiado rápido. 

Lo callaron todo.

Estallo en sollozos que no sé detener, y que debo hacer cesar involuntariamente. Se escuchan pasos que vienen hacia mi. Por su voz parece una mujer. Me hago el dormido. Grita un nombre que no logro entender, pero que conforme se acerca se esclarece:

—¡Víctor! Es hora de la cena— Se abrió la puerta de golpe y una muchacha con una mirada muy familiar apareció. La luz me quemaba las pupilas. Sin embargo pareció no importarle—. ¿Qué se supone que estas haciendo en esa esquina? ¿Qué es esto que ataste a tu brazo? Vamos a cenar que la cena de fin de año ya está puesta. Elizabeth se está impacientando. Déjate ya de locuras, toma tus píldoras y vayámonos —dijo extendiendo su mano y me dio tres pastillas verdes y blancas. No pregunté mucho más y las ingerí para luego acompañarla. 

Después de todo, su mirada parecía familiar. Qué tan malo podría ser eso.




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⏰ Última actualización: Dec 29, 2017 ⏰

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Relatos Cortos | Santucho, Higlak y YaxleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora