Sálvame

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Sus pies de repente se sientes pesados pero también débiles y la cabeza le da vueltas. La mirada de Olive es intensa, profunda, incomoda… Y Miley puede recordar brevemente el primer día que la vio, ella había pensado que sus ojos eran como los de una serpiente y ahora… ahora parecía eso, una serpiente preparándose para morder.

Sus manos tiemblan y escucha nuevamente la voz del joven heladero, preguntando si se encuentra bien, lo ignora. La voz suena lejana, como si él se encontrara a kilómetros de ahí, Miley sabe que si le contesta y le dice que está pasando probablemente él llamará a la policía, y no necesitaban eso. No por ahora.

Hace una cuenta mentalmente y calcula cuánto tardará en correr de nuevo hasta la tienda, ella es lenta para correr y nunca ah presenciado a Olive haciéndolo, tal vez resulte ser una buena corredora y la atrape. Y si lo hace…

Maldice en voz baja. ¿Dónde está Justin? ¿Por qué demonios no termina de llenar los estúpidos papeles y viene a ayudarla… a salvarla? Traga lentamente, si Olive la atrapa... ¿La va a matar?

Ella no es una asesina.

Pero está mal de la cabeza, tal vez sea neurótica.

¡Está embarazada! Al igual que ella, pero con una hinchada panza de diferencia, lo más seguro es que ella está por el cuarto mes, tal vez el tercero. ¿Qué tan rápido corre una embarazada de ese tiempo? Con ese estomago, esperaba que no fuera tan veloz.

La pálida y oji-verde mujer empieza a cruzar la calle, hacia Miley que por instinto se echa a correr, eso no era adrenalina, era miedo, terror puro. No quería que la dañara, no quería que dañara a sus bebés. A sus bebés no.

¿La seguía? ¿Olive también estaba corriendo?

No podía voltear, solo la retrasaría. Solo haría que sus pies se enredaran y cayera, solo provocaría que Olive la capturara.

-¡Justin! –chilla resbalándose en las puertas de la tienda, su novio estaba ahí conversando tranquilamente con la trabajadora de ojos azules, hasta tenía un café en las manos. ¡Ella estaba teniendo un ataque de paranoia mientras él tomaba café! –Olive, está aquí –grita sacando el aire dificultosamente.

Tenía la condición física horrible, le estaba costando respirar. ¿Hace cuánto que no corría por las mañanas?

-¿Qué? –susurra él mientras la sangre drena de su cara.- ¿Dónde?

-Frente a la heladería, yo no sé si ella me h-ha seguido –tartamudeo un poco, sentía el corazón en la garganta y los oídos zumbándole, el cerebro le dolía.

-Quédate aquí –pidió- llama a Derek.

Él sale corriendo, y Miley voltea nerviosa hacía todos lados, varias personas siguen mirándola con muecas extrañas, pero no le importa. Todo esto le pasa por ser una terca, quería salir, quería salir aun sabiendo todo el peligro que corrían ¿Por qué nunca reflexionaba? Estaba poniendo en peligro a Justin, y a sus bebés. ¿Cuándo iba a entender que ya no era solo ella?, tenía dos criaturitas a las cuales cuidar y proteger.

Da un respingo al sentir una mano sobre su hombro.

-¿Necesitan ayuda? –pregunta la rubia que conversaba con Justin. Miley le lanza una mirada cortante, pero después se arrepiente. Ni ella ni nadie tienen la culpa, pero se sentía tan frágil, parecía que iba a romperse en cualquier instante, tenía que ser fuerte.

Tenía que llamar a Derek.

-No, muchas gracias –contesta dando una sonrisita que más bien parece una mueca, la mujer la mira con ojos preocupados y después se aleja.

La morena saca su celular y abre los contactos.

Derek.

Y es como si el nombre sobresaliera de entre todos los demás.

Suavemente posa su dedo encima de la tecla “llamar”.
Un timbre… dos timbres… tres timbres.

-Contesta, por favor –ruega.

6 timbrazos.

<<Hola soy Derek, por el momento no estoy. Ya sabes qué hacer>> el mensaje grabado y después un beep aturdidor.

No puede ser, no puede estar pasando esto.

Vuelve a intentar, pero el resultado es el mismo.

Tercer intento y nada.

Se rinde mientras gruñe. En que buen momento se le ocurrió al cabeza de aire comprimido tener el celular lejos de él.

Deja un mensaje y sale con pies flojos. Justin dijo que debía quedarse ahí, pero contaba con la ayuda de su hermano y él no iba a venir. Miley no podía dejarlo solo.

Por más que voltea hacía todos lados e inclina su cabeza, no divisa ni a Olive ni a Justin.

El lugar es grande, los edificios altos y con pantallas llenas de publicidad, basura por todo el suelo, gente que va y viene, algunos al teléfono, otros de la mano de su pareja, niños pequeños con dulces y adolescentes con audífonos… ninguna mujer embarazada que sea Olive… ningún hombre rubio que se parezca a Justin.

Su cuello cala de estar girando y girando, ¿qué había pasado?

Tres vueltas, le ah dado tres vueltas a todo el lugar, y como siempre, o al menos en el tiempo que ah pasado caminando… cuando camina por la banca verde al lado de un basurero que huele mal, una niñita con un vestido rosa la saluda, ella agita su mano regresándole el saludo. Deben de creer que está perdida, en algún sentido lo está. Podría volver a casa si quisiera pero no podía dejar a Justin.
Tal vez… estaba herido.

El aparato telefónico vibra en su bolsillo junto con la pegajosa melodía, responde sin revisar quien es, asumiendo que Derek le está regresando la llamada.

-¿Dónde estás?
Es Justin.

-Frente a la heladería –Oh que ironía.- ¿Tú?

-No encontré a Olive al salir, me puse a recorrer varias calles pero no hay nada.

-Desapareció –escuchó la risa del otro lado de la línea. Bufó. Esto no era gracioso.

-Sí supongo que lo hizo, quiero que entres a un establecimiento, en un momento llego y nos vamos ¿entendido?

-Sí, Justin. Por favor no tardes –suplicó.

-Hola –la sedosa voz le recorrió la nuca y mágicamente la cercanía de un cuerpo se hizo presente, la voz era casi desconocida, sí, casi. Solo por el simple hecho de que había hablado con ella unos días antes la pudo reconocer.- Cuelga el teléfono, Miley.

Corta la llamada y da media vuelta, puede notar que Olive luce más venenosa de cerca.

-Bonito vestido –elogia y toma un poco de la tela.- Algo caro, algo que yo no podría comprar.

Miley traga. Por Dios, le regalaba el vestido y todos los que quisiera si la dejaba ir.

-Se dice “gracias”. Qué mal educada es, señorita Cyrus.

-Gracias –susurra y Olive suelta una carcajada.

-Camina.

-¿A dónde vamos?

-Te dije que caminaras no que hablaras.

-Perdón.

-Guarda silencio, maldita sea. –gruñe.

Esto era tonto, Olive no tenía un arma, solo tenía una enorme barriga. Miley podía correr en cualquier momento, no corría un peligro alrededor de tanta gente, pero no se podía mover, estaba helada y tiesa. ¿Dónde estaba algún policía? ¿Dónde estaba Justin?

Sus pies habían elegido el momento justo para no ayudar.

Justin, Justin, Justin, por favor sálvame. Pidió en sus pensamientos.

El farsante (Miley Cyrus & Justin Bieber) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora