Derek y Daniel

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4 de Noviembre.

Sintió su cabeza inclinarse y sonreír con alivio al escuchar el lloriqueo del segundo bebé junto con el gran gruñido de Miley destrozando su mano en apretones. Volteo a la par con el doctor para observar el reloj en la blanca pared del hospital.

01:09 a.m. Exactamente 13 minutos después de que el primer gemelo naciera.

Escucha a Miley soltar un suspiro profundo y la mira, tiene una pequeña y cansada sonrisa y el sudor le recorre la frente, sus ojos quieren cerrarse por el agotamiento pero en ellos brilla un orgullo infinito hacia sus bebés.

Sigue y estudia cada movimiento que hace el doctor con el pequeñín, como evalúa su cabeza, su tronco, sus pies y sus hermosas y rosadas manitas. Después revisa sus oídos, nariz, boca y paladar, asegurándose que todo esté en orden le brinda una cálida sonrisa a la morena queriéndole indicar que su segundo bebé a nacido tan sano y salvo como el primero.

Poco después empiezan a verificar los latidos de su corazón pero el cuerpo de Miley se está debilitando, no ha dormido en horas y lo que realmente desea en ese momento es dormir, así que cierra sus ojos y se deja llevar por unos minutos. Despierta nuevamente cuando siente la dulce voz de la enfermera llamarla y después la grave voz de Justin pidiéndole que abra sus ojos.

-Abrace a su hijo, señora Bieber –le murmura y Miley siente la presión de un pequeño cuerpo que no mide siquiera lo que mide su brazo. La enfermera lo entrega y una sensación indescriptible la llena por dentro. Es la experiencia más hermosa que había tenido jamás.

Ese niño, su bebé, su hijo encajaba con perfección y se acoplaba a sus brazos tal y como si éstos estuviesen hechos solo para sostenerlo entre ellos y compartir así el calor corporal.

-Hola bebé –susurro mientras lo meneaba con suavidad.

La calma que irradiaba el pequeño ser frente a ella era exactamente la misma que le provocaba ver a su hermanito que era cargado por su padre. Miley observó a Justin, perdido en las facciones de su bebé, tan concentrado en cargarlo, en adorarlo con los ojos, musitándole algunas palabras que le eran imposibles de escuchar pero que sabía estaban llenas de cariño.

Cuando bajó su mirada y vio a su pequeño güerito durmiendo con una sonrisa adornándole los labios no pudo evitar levantar las cejas con sorpresa, era tan familiar lo que veía, pues era la misma cara que la acompañaba toda las noches... cada uno de sus rasgos, tan hermosos como los de su papá.

-Es igual a ti –dijo a Justin y éste inmediatamente la examinó. Se veía tan tierna así, con sus mejillas sonrosadas y sus ojos grandes.

Trató de contener todas las sensaciones que lo embargaron cuando escuchó una leve queja de parte del bultito que cargaba en brazos, solo fue eso una ‘queja’ tal vez por la formar en que lo había posicionado, pero solo eso bastó para que sus ojos quisieran soltar lágrimas.

Era un sentimiento tan... nuevo.

Tan precioso.

Definitivamente podía acostumbrarse a sentirlo.

-¿Está bien? –preguntó Miley con preocupación al escuchar el quejido de su nene.

-Todo está en orden –masculló mientras tomaba asiento a un lado de ella y le mostraba el perfil de su hijo –Sólo estaba admirando esto.

Miley contempló con fascinación el rostro de su primer hijo, y casi pudo sentir como el nudo se le formaba en la mitad de la garganta.

-Es imposible... –pasó con cuidado un dedo evitando el área de su oreja que aún se encontraba sensible.

El farsante (Miley Cyrus & Justin Bieber) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora