capítulo V

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Eran cerca de las once de la noche. John se encontraba de regreso de la escuela. Sostenía una caja para bolear zapatos en su mano izquierda, y el tirante de su mochila en la derecha. El cuarto creciente que se encontraba en el cielo iluminaba con una luz tenue el camino de tierra por el que tenía que pasar. Atravesó un callejón y se detuvo en una tienda. Compró un poco de pan, leche y varios alimentos para sus tres hermanos menores y su mamá, metió todo en una bolsa de papel y continuó su camino. Salió de la tienda y entró en otro callejón. De repente, alcanzó a ver a alguien pasando detrás suyo por el rabillo del ojo y se giro bruscamente, no vió nada. Se empezó a poner inquieto… no había postes de luz iluminando, solo la poca luz que desprendía la luna. Siguió caminando y algo llamó su atención, un brillo inusual destellaba desde el suelo. Al acercarse pudo notar que se trataba de una pequeña caja de cristal; colocó su caja para bolear en el suelo, y en ese momento, escuchó un susurro viniendo desde todos los ángulos que decía "no captures en b4".

—¿En que puedo ayudarle? —preguntó con una voz inocente, volteando a todos lados.

Seguía sin haber respuesta. Se agachó para recoger la caja de cristal, «¡que suerte!, esto seguro valdrá algo y podré llevar más cosas a mi casa» pensó John.

Cuando levantó la caja los susurros se volvían a escuchar, cada vez más fuertes, "¡no captures en b4!, ¡olvida ese peón!, ¡no lo tomes!", los susurros se convirtieron en gritos desesperados, pero John dejó de prestarles atención, una extraña fuerza se había apoderado de el. Abrió lentamente la caja. Se paralizó completamente al ver lo que había dentro, pero no tuvo tiempo de reaccionar; un hombre el doble de grande de el, lo tomó por el cuello desde atrás y enterrando la punta de una navaja de bolsillo en su espalda, gritó: ¡saca todo lo que traes, rápido!, el impacto causó que John soltara la caja de cristal y la bolsa con los alimentos regando todo por el suelo. Del otro lado del callejón salió un segundo hombre, no tan robusto como su compañero pero igualmente más alto que John. Se aproximó pisando el pan, la caja de leche, unas cuantas verduras y dijo:

—¡Hey! No hay razón de gritarle a nuestro amiguito, estoy seguro que es una persona razonable y nos dará todo por las buenas, ¿o no gordito?.

—No traigo nada señor, por favor no me haga daño —decía John entre sollozos.

—¡Mientes! —grito el hombre que sostenía a John clavando más la navaja.

—¡Por favor no me mate! Llévese lo que quiera pero de verdad no me haga nada, ¡mi familia me necesita! —imploraba John desesperadamente.
No dejaba de temblar, sentía una angustia terrible, no dejaba de pensar en que sería de sus dos hermanos y su pequeña hermanita sin el.

—¡Güten!, revisale la mochila —dijo el hombre delgado a su compañero

En seguida, Güten clavó su navaja en la mochila y le hizo un agujero tan grande que todo lo que tenía dentro cayó, revisaba entre las cosas haciendo a un lado todo con los pies, solo para darse cuenta de que únicamente habían libros y cuadernos.

En su enojo el hombre delgado lanzó un fuerte gruñido al aire y pateó con fuerza la caja para bolear haciendo que todo saliera volando, revelando con eso una lata de betún, la cuál contenía unos cuantos euros.

—¡Mira que tenemos aquí! Jajaja —exclamó el hombre delgado victorioso.

—Te dije que algo ocultaba —añadió Güten.

—Toma eso rápido y vámonos de aquí —dijó el hombre delgado señalando el dinero.

—¡Oye! Dailer mira —dijo Güten mirando la caja de cristal que estaba junto al dinero.

—Déjame ver —dijo arrebatándole la caja—. Parece que nos fue mejor de lo que esperábamos jajaja.

Toda la felicidad de Dailer se esfumó cuando vió que aquella caja solo contenía un único peón blanco de ajedrez…

La última jugadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora