Los mensajes del Whatsapp

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Fue hace quizá tres años cuando empezó todo. Disculpen que tenga que ir tan atrás para contar todo lo que está pasando ahora, pero lo considero necesario, pues alguien lo tiene que saber. Mi nombre es _______ López, vivo en México y esta es la historia de cómo conocí al Babo, vocalista del Cartel de Santa.

Aquella noche en que todo empezó, fue una vibración la que dio inicio a todo; la de mi consolador. Era una persona sexualmente frustrada y con un hambre insaciable de verga, pero como todos los chicos me ignoraban por ser una potencial ninfomana masoquista, debía desquitar mi furia y apetito sexual utilizando falos y otros objetos contundentes para introducirlos por todos mis orificios de placer. El consolador que usaba era grande; 20 centímetros quizá, de color negro y vibraba como si tuviese dentro al mismísimo Satanás. A esto ayudaba también que le había colocado baterías recargables bastante potentes, de este modo si una se agotaba, tenía lista la siguiente para que la diversión no acabase nunca. Estaba tan enfocada en darme placer anal que ignoré por completo los sonidos de notificación de mi celular. Fue hasta que mi ano quedó totalmente saciado y las baterías se agotaron que decidí revisar mi teléfono. Tenía 800 mensajes en whatsapp; 797 eran de un grupo de porno al que me había unido y tres eran de el idiota de José. Los mensajes eran estos:

E we
Tas dspierta?!!?
Tngo volestos pa ber al krtel d santa 😎😎😎👌👊💪

Como pueden ustedes apreciar, José era un pinche gato naco, prieto y asqueroso, pero me agradaba, así que decidí preguntar por esos boletos. Me dijo que había asaltado a un güerito todo mamón y que se los había sacado de la cartera, me invitó también a ir al concierto. Acepté de mala gana, pues esos lugares se me hacían horribles, pero no tenía nada qué hacer y debía empezar a abstenerme de la masturbación, así que cualquier distracción sería buena. Me fui a dormir sin despedirme de él, porque ni eso se merecía el culero, igual era buen pedo pero no tanto.

Esa noche fue la última vez que necesité un consolador para darme placer.

Un leve nomás (El Babo y tú) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora