Silencio

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Me hospedé en un hotel todo sucio y asqueroso para pasar la noche.
En las cosas que el Babo me dio para investigar, había 1,000,000 de pesos mexicanos de aquella época, así que podía costear algunas cosas de manera modesta para tener suficiente dinero para mi droga y cualquier cosa que necesitara para comenzar mi misión.

Mientras miraba al techo en ese hotelucho de carretera, y el yeso se caía en polvo y pedazos debido a que en la habitación contigua un gordo y una zorra cogían como si nunca en su asquerosa vida se hubiesen echado un palo, recordaba su rostro antes de morir. Esa horrorosa mueca que hizo y el hedor del momento en el que se cagó al ser apuñalado no abandonaban mis pensamientos. No podía vivir sin él, no quería vivir sin él.

Sin embargo, ahora había surgido ante mí una oportunidad de tener de vuelta conmigo a Kratos para formar una familia e irnos a vivir a Escandinavia con Ragnar y el jefe Hipo. Una fantasía paradisíaca que solo la droga podía provocar, y de hecho era lo que la provocaba.

Dios bendiga el LSD.

Era difícil descansar cuando el silencio era así de violento, y tras años de consumir sustancias, los sonidos producidos por las alucinaciones me parecían insignificantes. No sé decir si pude dormir esa noche, pero una vez el LSD dejó de hacer efecto, el silencio perforó mi cabeza una vez más.

Silencio.

Silencio, por favor.

Silencio...


Un leve nomás (El Babo y tú) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora