—¿Han visto a Grubbly-Plank? —preguntó Maddie, intranquila en el carruaje—. ¿Qué hace aquí? No se habrá marchado Hagrid, ¿verdad?
—A mí no me importaría —dijo Luna—. No es muy buen profesor.
—¡Claro que lo es! —saltaron Maddie, Noa, Harry, Ron y Ginny, enojados. Maddie lanzó una mirada fulminante a Hermione, que carraspeó y dijo:
—Sí, sí...Es muy bueno.
—Pues a los de Ravenclaw nos da mucha risa —comentó Luna sin inmutarse.
—Se ve que tienen un sentido del humor muy raro —le espetó Ron mientras las ruedas del carruaje empezaban a moverse.
A Luna no pareció afectarle la tosquedad de Ron; más bien al contrario: se quedó mirándolo un buen rato como si fuera un programa de televisión poco interesante. Los coches, traqueteando y balanceándose, avanzaban en caravana por el camino. Cuando pasaron entre los dos altos pilares de piedra, adornados con sendos cerdos alados en la parte de arriba, que había a ambos lados de la verja de los jardines del colegio, Maddie se inclinó hacia delante para ver si había luz en la cabaña de Hagrid, junto al Bosque Prohibido, pero los jardines estaban completamente a oscuras. El castillo de Hogwarts, sin embargo, se erguía ante ellos: un imponente conjunto de torrecillas, negro como el azabache contra el oscuro cielo, con alguna que otra ventana muy iluminada en la parte superior. Los carruajes se detuvieron con un tintineo cerca de los escalones de piedra que conducían a las puertas de roble. Maddie se dio la vuelta una vez más para comprobar si había alguna ventana iluminada cerca del bosque, pero no distinguió señales de vida en la cabaña de Hagrid.
El vestíbulo resplandecía con la luz de las antorchas, y en él resonaban los pasos de los alumnos que caminaban por el suelo de losas de piedra hacia las puertas que había a la derecha, las cuales conducían al Gran Comedor donde iba a celebrarse el banquete de bienvenida. Los alumnos fueron sentándose a las cuatro largas mesas del Gran Comedor, que pertenecían a cada una de las casas del colegio, bajo un techo negro sin estrellas, idéntico al cielo que podía verse a través de las altas ventanas. Las velas que flotaban en el aire, sobre las mesas, iluminaban a los plateados fantasmas que había desperdigados por el comedor, así como los rostros de los alumnos, que hablaban con entusiasmo intercambiando noticias del verano, saludando a gritos a los amigos de otras casas y examinándose los recientes cortes de pelo y las nuevas túnicas. Luna se separó de ellos al llegar a la mesa de Ravenclaw. En cuanto los demás llegaron a la de Gryffindor, a Ginny la llamaron unos compañeros de cuarto y fue a sentarse con ellos; Maddie, Noa, Harry, Ron, Hermione y Neville encontraron cuatro asientos libres hacia la mitad de la mesa, entre Nick Casi Decapitado, el fantasma de la casa de Gryffindor, y Parvati Patil y Lavender Brown; éstas saludaron a Harry con tanta despreocupación y efusividad que Maddie no tuvo ninguna duda de que habían dejado de hablar de él un segundo antes, pero se limitó a suspirar, pues seguía enojada con Harry y, cómo no, con Lavender, su enemiga desde primer año.
Miró por encima de las cabezas de los alumnos hacia la mesa de los profesores, que discurría a lo largo de la pared del fondo del comedor.—Ahí tampoco está.
Noa, Harry, Ron y Hermione recorrieron también la mesa con la mirada, aunque en realidad no hacía falta: por su estatura, Hagrid destacaba enseguida en cualquier lugar.
—No puede haberse marchado —comentó Ron, que parecía un tanto angustiado.
—Claro que no —dijo Maddie firmemente.
—No le habrá... pasado nada, ¿verdad? —sugirió Hermione con inquietud.
—No —respondió Harry de inmediato.
—Pero ¿entonces dónde está?
Se produjo una pausa, y luego Noa dijo en voz baja para que no la oyeran Neville, Parvati y Lavender:
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Pequeñas Black y la Orden del Fénix (Libro V) (Harry Potter)
FanfictionMaddie debe atravesar una difícil etapa de superación, en la cual, junto con Noa, deberán vivir nuevas aventuras y descubrir más acerca de su familia, sus amigos y ellas mismas. ¿Qué esperas para acompañarlas?