De camino a la libertad

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Por fin después de una media hora andando llegamos hasta los tanques, tras asegurarnos de que nadie nos seguía (está vez si habíamos ido cubriendo nuestras huellas) los inspeccionamos. Todos estaban alcanzados por disparos, probablemente de algún cañón anticarro alemán; aunque para nuestra sorpresa el coche blindado parecía estar intacto por lo que decidimos revisar si se podía utilizar para nuestro cometido,huir.
Al abrir la puerta trasera nos dimos cuenta de que no era un coche normal, era un pequeño taller móvil con las herramientas,  las piezas básicas necesarias para arreglar provisionalmente los pequeños Ft-17 y con un pequeño bidón de combustible.
Parecía un milagro.
Dado que yo era mecánico me puse a revisar a fondo el motor de dicho coche, no tardé mucho en darme cuenta de que las bujías no producían chispa alguna, tras comunicarle a estos la noticia me puse manos a la obra. En solo 10 minutos conseguí cambiar todas las bujías del motor por lo que decidí intentar ponerlo en marcha pero no quedaba combustible así que tuvimos que rellenarlo. Les dije a estos que aprovechando que todavía era por la mañana temprano y que no parecía un camino demasiado transitado, podía desmontar la única ametralladora útil que quedaba en un tanque y sustituirla por la del coche para tener mayor potencia de fuego, eso sí, con su ayuda.
Para mí surte les pareció bien así que lo primero que hicimos fue desmontar la pequeña ametralladora de la torreta del coche y poner eso sí, con unos pequeños ajustes la del tanque. Una vez terminado el trabajo en el coche me dediqué a desmontar algunas de las placas blindadas más ligeras de los tanques y a acoplarselas al coche, tras 6 duras horas de trabajo (en total) y ya siendo medio día volví a girar la llave en el contacto del coche y como no, está vez arrancó.
Seguimos el camino, pero esta vez no hacía delante sino hacia atrás, por donde había venido en su momento el escuadrón de tanques. Después de solo tres horas de camino tuvimos que parar en una cuneta porque el motor se había sobre calentado, decidimos sacrificar nuestra última cantimplora de agua para rellenar el radiador, no obstante nos quedemos tirados 2 horas más allí esperando a que el motor se enfriarse del todo, tiempo que utilizamos para cazar un par de conejos y cocinarlos con la calor que desprendía el propio motor.
Ya de noche pudimos re emprender la marcha, estábamos eufóricos pensando en volver a casa:

-Uf, no me creo que podamos por fin volver a París y de allí a casa.

-Todo esto parece tan irreal, seguro que nuestros futuros nietos se quedarán fascinados cuando se lo contemos.

-Dejad de hablar de tonterías y vigilad el terreno.

-Tranquilo Adri, madre mía cómo te pones por nada.

-Ya ves.

La felicidad nos duró poco, un puesto de carretera alemán custodiado por un A7V apareció unos pocos cientos de metros delante nuestra, si hacíamos algo como frenar y dar la vuelta seguro que nos perseguían y nos mataban, nuestra única opción era seguir adelante y ver que pasaba. Al llegar al puesto un alemán nos dio el alto y nos empezó a hablar, al ver que no contestábamos y estábamos nerviosos nos hizo bajar del coche y ponernos en el haz de luz que producían las luces del coche, al ver nuestros uniformes nos miró fijamente y empezó a gritar algo en alemán, al instante dos hombres aparecieron de la garita y se pusieron delante nuestra. El soldado que nos había parado empezó a reírse y a su orden los otros dos soldados nos tiraron al suelo y nos esposaron.

Tanto esfuerzo para nada.

70 metros para 3 hombresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora