Todo tiene un final

86 8 4
                                    

Apenas pasada la frontera, decidimos parar a estirar las piernas, ya que aún quedaban  4 horas más de camino  para llegar al punto donde comenzó nuestra aventura, el Centro de voluntarios, casi podíamos abrazar a nuestras familias.

Tan nerviosos por llegar estábamos  que apenas 5 minutos más tarde ya habíamos re-emprendido la marcha, Dani se quedó dormido (como no) y Juan y yo seguimos conversando con el conductor en una mezcla entre español y francés.
Nada más entrar en la provincia de Zaragoza bajé mi ventanilla y saqué la cabeza, por fin podía respirar el aire de mi tierra.
El tiempo pasó y por fin pudimos entrever el Cuartel en la lejanía por lo que decidimos despertar a Dani, una vez llegamos a nuestro destino, el coche se detuvo,tras bajar, sacamos nuestras maletas y nos despedimos del conductor, este dio media vuelta y se fue.
Acto seguido, nosotros nos dirigimos a paso ligero hacia el edificio principal, al entrar, nos dimos cuenta de que sólo había un hombre (ya mayor) fregando el suelo, este nos dijo en un tono de cabreo que acababa de fregar y que fuésemos a la cantina a comer y dejásemos de pisarle lo fregado. Y eso hicimos, a continuación salimos del edificio y nos dirigimos a la cantina, al abrir la puerta nos quedamos parados, ¡nuestras familias estaban allí esperándonos y junto a ellos nuestros superiores, habían preparado una fiesta en nuestro honor!
No nos lo podíamos creer, los tres soltamos las maletas y fuimos corriendo a abrazar a nuestros padres. La celebración por nuestra llegada se prolongó toda la noche, pero eso no impidió que a la mañana siguiente se celebrase una ceremonia para darnos una condecoración.
Tras aguantar la chapa de nuestro capitán, los tres subimos al escenario, estábamos orgullosos de estar allí arriba, pero sobre todo de haber sobrevivido juntos. Al igual que nuestra amistad, las caras de júbilo de nuestros familiares no tenían precio.
Pero por suerte o desgracia llegó la hora de despedirse y partír de nuevo cada uno a su casa eso sí, no sin antes intercambiar direcciones para no perder el contacto.
 

(Meses más tarde)...

Y ahora aquí me tenéis escribiendo mi historia una vez ya terminada oficialmente la guerra (pese a que para nosotros por suerte termino bastante antes), una historia que no espero que sea leída pero que al menos me traiga paz.
Hoy dejo por escrito mis vivencias y os pongo por testigos de las crueldades de la guerra y de las pericias que yo y mis nuevos hermanos tuvimos que pasar, ahora solo nos queda el recuerdo, un recuerdo que nunca se borrará de nuestras mentes.

70 metros para 3 hombresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora