El campo de prisioneros

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Nos llevaron a una estación de ferrocarril y nos metieron en un tren junto a cientos de prisioneros de guerra más, ninguno de los tres hablemos durante el trayecto, solo nos limitamos a reflexionar interiormente y a intentar asimilar la situación.
Tras pasar metidos y en unas condiciones bastante malas un tiempo indeterminado lleguemos al campo de prisioneros de Dörnitz, una vez bajemos del tren nos obligaron a formar una larga fila a la espera de pasar por el registro del campo. El tiempo pasaba y yo estaba bastante tranquilo pero estos estaban casi temblando.
-¿Como puedes estar tan tranquilo?

-Dinos tu secreto

-¿Sabéis que no nos pueden hacer nada malo no?

-¡Como que no, si somos sus prisioneros!

-Tranquilos, según los términos legales y las costumbres de guerra recogidas en La Haya de 1907, nos deben tratar de una forma digna y humana.

-¿Y tu como sabes eso?

-Porque antes de alistarme me informe.

-¿Y sabes si respetarán el acuerdo?

-Amigo, en estos tiempos la caballerosidad en la guerra está presente todavía.

Tras esta charla ambos parecieron relajarse un poco, y con tanto hablar casi no nos habíamos dado ni cuenta de que ya nos tocaba. Al llegar nuestro turno una chica junto con una traductora nos pidió nuestros nombres y nuestra edad para apuntarla en un libro de prisioneros, tras pasar por el registro nos dividieron en grupos de 30 hombres y llevaron a cada grupo a su barracón.
Al entrar por primera vez se me vino a la mente una imagen de los barracones donde estuvimos el tiempo que duró nuestra instrucción, que recuerdos. Tras decidir nuestros sitios decidimos salir fuera para conocer lo que iba a ser nuestro hogar durante a saber cuánto tiempo, recorrimos el campo de arriba a abajo, al no haber demasiada gente en comparación al tamaño que tenía el campo no parecía un lugar tan tétrico y malo.
Ya durante la cena hicimos nuevos amigos, también eran españoles pero llevaban desde el inicio de la guerra viviendo en Francia, se llamaban: Fernando y Samuel y habían llegado apenas dos días antes que nosotros al campo. Resulta que a ellos los sorprendió un asalto a su campamento durante la noche y no pudieron hacer nada por escapar.
Tras terminar la cena nos despedimos de ellos (ya que estaban en otro barracón) y nos fuimos a dormir.
A la mañana siguiente, un oficial  nos despertó a ritmo de redobles de tambor para ir a desayunar y posteriormente a trabajar fabricando municiones.El trabajo no era demasiado duro (pese a estar 12 horas seguidas) por lo que después de terminar decidimos dar un paseo hasta la hora de cenar,el truco para no pasar hambre durante el trabajo era cenar poco la noche anterior y desayunar fuerte al día siguiente.
Pasaron los días y cada vez nuestra relación con Samuel y con Fernando era mejor, ya no éramos solo tres, ahora éramos cinco buenos amigos. El paso del tiempo también hizo que fuesen llegando más presos y la situación de comodidad de las primeras semanas se deterioro poco a poco, cada vez estábamos más hacinados y las raciones de comida eran cada vez menores. Pero pese a eso la moral de los cinco no bajo.

Un día nos enteramos durante el desayuno que pronto se iba a realizar un intercambio de presos, por desgracia para nosotros solo afectaba a los que llevaban más tiempo recluidos. Aprovechamos el tiempo libre que teníamos antes de cenar ese mismo día para urdir un plan de huida, este era bastante sencillo, consistía en crear una distracción en el momento en el que estaban metiendo en los camiones a los presos con los que se iba a realizar el intercambio y colarnos debajo de el último camión para posteriormente soltarnos ya fuera del campo y ser libres.

Una vez elaborado el plan decidimos que al día siguiente durante el trabajo robaríamos una bala cada uno de los cinco, solo faltaba pedir después una caja de cerillas para encender las velas del barracón y elaborar una pequeña mecha con un cordón de la bota y todo listo.
Al día siguiente fuimos a trabajar como cualquier otro día, aprovechando una distracción de nuestro supervisor sutraimos las balas y seguimos trabajando como si nada. Ya fuera, nos reunimos con Fernando y con Samuel, ellos no habían podido robar ninguna bala pero, al menos habían conseguido la caja de cerillas y el cordón para la mecha.

Con todo preparado ya solo quedaba esperar y contar las horas para salir de allí.

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+Si queréis saber qué es lo de el tratado de "La Haya" buscarlo en Wikipedia, ahí está bastante bien explicado.

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