Cap.34~Casi Imposible

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Capítulo treinta y cuatro

Pov Wade

—¿No se supone que Matías debe estar en el Dhall Holdings?—ella me mira expectante y se aferra al cinturón de seguridad.

—Mi padre lo remplazó hoy, quiere ver como estan mis acciones y socios cercanos ya que son sus amigos por así decirlo —me encojo de hombros.

—Baja la velocidad, podríamos chocar o bueno, podrías chocar—desde que salimos no ha hecho otra cosa que decirme que nos estrellaremos.

Suspiro resignado y bajo un poco la velocidad dejando que Matías me pase y tome la delantera—muchas gracias, Ricky Rincón—extiende una de sus manos y desordena mi cabello.

Sonrío—¿Por qué no te gusta mucho la adrenalina? —abre sus labios, sus carnosos labios para responder, pero de estos solo sale un enorme suspiro.

—Por lo que paso con el Sr. Alcibíades —recuerdo sus experiencias una por una, no es algo de lo que me agrade pensar.

Su vida a estado en riesgo más veces de lo que yo he podido creer y no haber estado ahí para protegerla me pone muy, pero muy cabreado.

Aprieto el volante y meto cambio para pasar a una carcacha andante—Tranquilo mi alpha, ya todo paso—coloca su mano encima de la mía y volteo a mirar esos ojos que tanto amo—Wade, sé que dije que tranquilo, pero ya mira al frente que no quiero un accidente —nerviosa mira hacia los lados viendo como los autos más grandes pasan y como de uno de estos un niño saca su teléfono para tomar una foto.

Sonrío de lado—parece que a la gente siempre le llamará la atención estos autos—señalo el lado de su ventana —¿Quieres que acelere?

Niega—Aún así no quiero que aceleres más. Vas a ciento veinte, ¿no es suficiente? —pero que niña tan miedosa. Aprieto sus mejillas con mi mano libre.

Mi celular suena y contesto por bluetooth—Firulais. Matías y yo vamos... Nos vamos a desviar para pasar a comprar algo mientras que ustedes siguen con su velocidad de abuela.

De caracoles mejor dicho.

—¿Quién dijo que nuestra velocidad es de abuela?—Sara se desabrocha el cinturón y presta atención a lo que dice su madre.

—Por Dios Sara, nosotros estamos como a ochenta kilómetros de ustedes— junta sus cejas—¿entonces, yerno? —suspiro. Qué le puedo decir si vamos a paso de tortuga.

—Pasen, creo que tienen tiempo de sobra—cuelgo.

—Si un policía te llega a ver corriendo a más de ciento ochenta te pondrá una boleta y no quiero que le pises porqué puede haber un accidente, pero ya que—se cruza de brazos y encoge sus hombros—alcanzalos—la observo extrañado y sonrío con gracia.

Las mujeres son tan incomprensibles.

Bajo el pies a tope y todos los autos van quedando atrás, el sonido del motor hace que los otros autos bajen sus ventanas viendo tal espectáculo —¿Wade, cómo tú colocas música aquí? —agarro mi iPhone y se lo doy—¿y la contraseña?

—Sencillo, tu nombre—ladea su cabeza y sonríe, sus mejillas toman un color rosa y desvía su mirada de la mía.

Y pensar que estuve a punto de acostarme con Natalia cuando sentí el inmenso dolor en mi pecho porqué el inútil la había marcado.

Fue una suerte que Elizabeth llegara a tiempo.

Demaciada suerte diría yo, porque ni a mi me querías escuchar, idiota.

El Alpha Millonario ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora