VII

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Las cosas para Larry Blizz eran tan sencillas que hasta el tiempo le favoreció. Aun así sentía ciertas dudas. Una incertidumbre lo carcomía por dentro. Conocía a la hembra con quien había conversado, solo con verla era suficiente como para saber que no todo lo que estaba pasando era algo bueno, pero decidió arriesgarse, todo valdría la pena si lograba seducirla, todo valdría la pena si lograba estar al lado de ella aunque fuera una noche. Daría todo lo que tenía. En verdad la amaba sin saberlo, se enamoró cada vez más con aquellas vistas a la lejanía que parecían asedios perpetuos de un acosador celoso.

Esa noche decidió que usuaria su ropa más elegante, un traje negro como la noche, pero a la vez resplandeciente y envidiable para los demás que estarían cerca de él esa noche.

El día transcurrió tan rápido para él que ni siquiera se percató que mil cosas hizo antes de que el día pereciera dando origen al dorado ocaso. Casi se acercaba la hora. Se bañó en aguas perfumadas y en esa ocasión no usaría nada perfumes, no quería que alguien se confundiese de sus intenciones para con ella, procuró que todo fuera más natural.

Habiendo terminado se vistió con el ajustado traje y estaba listo faltado al menos una hora para el tiempo acordado, estaba nervioso y, sentado en una silla de mimbre, toqueteaba con sus dedos sus rodillas esperando y siendo positivo; tratando de ser realista con lo que iba a pasar, pensó en Judy en ese momento, pero de forma inesperada la imagen del zorro que algunas veces la acompañaba lo interrumpió y un escalofrío lo recorrió. Trató de no seguir pensando hasta que el momento llegó. Todo estaba listo, salió del lugar de donde vivía y fue por un taxi, pues no quería sacar el auto por temor a que el sentimiento lo cegara y sufriera un imprevisto.

Nick y Judy también casi se llegaban al restaurante, ambos estaban taciturnos y sonrientes, el zorro, sin querer seguía pensando sobre lo que soñó, algo tan vivido no podía ser más que un simple sueño. Según él, las cosas mejorarían ya que el medicamento que le dio Judy le ayudara a reprimirse, al menos hasta que estuviera con Beatriz, se sacudió la cabeza; eso era lo que él quería, o tal vez no, aun así, entre tantos pensamientos, el desenfrenado compañero de armas de todo hombre, descontrolado, decidió que era momento de erguirse; al momento de que se percató de la erección, cerró su entrepierna procurando que la coneja no viera el bulto que se levantada desde la parte inferior de su pantalón, tanto era excitación que el acaloramiento lo sofocaba tanto que deseaba quitarse el traje que llevaba a sus hombros.

Entonces, Judy habló:

—Espero que todo salga bien esta noche —su voz también se escuchaba nerviosa—, muy pocas veces he estado en lugares tan extravagantes y menos en una cita.

—¿Nunca has salido con alguien? —preguntó el zorro sin dejar de ver a la ventana, mirando todo lo que pasaba, tratando de dejar de pensar en aquello tan exótico. Su voz también era nerviosa.

—¡¿Qué?! ¡Por supuesto que he salido con alguno que otro! —exclamó sacando de sí al taxista que por su elevada voz se distrajo, entonces empezó a tomar atención a la conversación por lo que empezó a percibir.

Nick rio un poco.

—No me imagino una cita contigo —se rio de nuevo—, es probable que solo hablaras del trabajo y de cómo hacer de Zootopia un lugar mejor. —Dejó de ver a la ventana para verla a ella, fue conmovido por la inocencia inefable de su compañera que, con nerviosismo más que tristeza, miraba hacia la ventana que estaba al lado.

El zorro se dio cuenta de que sus palabras tenían el peso de la verdad, aun así sonrió, era hipnotizaste verla a ella como niña regañada con su temblorosa nariz.

—Al parecer no me equivoco —dijo Nick con una voz calmada y cálida.

Esperó por unos segundos. No obtuvo respuesta. Ya los pensamientos mundanos de todo ser se habían alejado, por el momento. Se le acercó y le tocó el hombro sonriendo.

Zootopia: PrimaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora