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No importa cuántas veces le des vueltas al pasado, nada de lo que quedó rezagado en él es posible cambiarlo, solo puedes volver a mirarlo desde cuantas perspectivas consideres prudente y sacar conclusiones que te llevan a tres opciones posibles: la primera es que las cosas pasaron porque tenían que pasar y cuestionarte el por qué permanentemente.
La segunda opción, es que te hubiese encantado tener una máquina del tiempo y así haber tenido la posibilidad de cambiar algunas cosas, pero eso finalmente no existe. Y la tercera y última, es que no importa lo que haya pasado, ya pasó y lo mires del ángulo que lo mires, no hay remedio, es simplemente lo que te tocó.

Siempre he sostenido que para alcanzar ese nivel de análisis respecto de tu vida tienes que estar muy ebrio, muy drogado o simplemente tener sesiones semanales con el doctor Willis, que viene a ser prácticamente lo mismo. 

Es mi psicólogo desde que tengo uso de razón o al menos desde que la recuperé luego de una infortunada adolescencia sobrecargada del ya mencionado pasado.

El doctor Willis es un hombre de unos sesenta años, medio calvo, medio robusto, medio moreno, medio amable y medio intimidante. Sus medias tintas siempre me han hecho desconfiar de él, pero ir sagradamente a nuestros encuentros "pactados" -y para él "remunerados"-, es la única forma en que mi madre deja de hostigarme a cada momento por mis fantasmas personales.

¿Qué importa? Si finalmente aun no tiene toda la información suficiente para establecer un diagnostico absolutamente certero respecto a este "caso digno de estudio" como suele catalogarme y definitivamente existe una alta probabilidad de jamás la tenga. Sospecho que hasta el secreto médico-paciente con él solo llega hasta la mitad y estoy segura de que más temprano que tarde, mi madre lograría sacarle algún tipo de información que he preferido no revelarle ni a mi mejor amiga.

Luego de la sesión número "solo Dios sabe cuánto" y llegando siempre a la tercera opción de las conclusiones respecto al pasado, salí de la oficina del doctor Willis pensando en que ya tengo veintiséis años, la loca adolescencia terminó hace un tiempo más que prudente y he encaminado mi vida de manera más que satisfactoria, por lo que sería una muy buena opción ponerle termino a la tortura sabatina de cada semana.
Anoté dicho tópico en mi miente para conversarlo seriamente con la mujer que me dio la vida, lo dejé sobre los "asuntos por resolver" y un poco más abajo, en la misma nota mental escribí: "urgente".

Aún perdida entre millones de papelitos de colores dibujados en mi cabeza, el ascensor bajó las doce plantas del centro médico de manera casi imperceptible para mí. Cuando noté que estaba ya en la primera planta y que las puertas estaban a punto de cerrarse, para evitar que me llevaran de vuelta a la sala de los locos, me lance como una de ellos para detenerlas y salir corriendo de esa caja metálica. Un minuto más atrapada en la torre del castillo -y sobre todo en la guarida del dragón-, no era en absoluto recomendable para mí.

Con la agilidad de una fina y elegante gacela -bueno, tal vez es mejor dejarlo solo como una gacela, lo de fina y elegante puedo reservármelo- logré mi objetivo, pero fue tan rápido que no alcancé a percatarme que en ese preciso momento otra persona trataba de entrar.
Inevitablemente chocamos brusca y violentamente uno con el otro.

Por supuesto, no soy de ese tipo de mujeres reservadas que pueden lidiar con eventualidades como esta naturalmente y librar de ellas con elegancia, así que como era de esperarse, generé un caos de esos que suelo provocar con mis constantes torpezas y fui el estrepitoso motivo de que miles de papeles volaran por los aires y aterrizaran de manera desprolija en el suelo.

Automáticamente y sin detenerme a ver quién había resultado afectado esta vez, trate de recoger el sin número de recetas y fichas médicas de la manera más ordenada posible, con la clara intención de remediar los perjuicios que había causado, aun cuando lograba sentir en mi espalda la mirada furibunda de quien seguramente había perdido largas horas de trabajo por mi descuidada forma de bajar del ascensor.

¡Oh My Doc!  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora