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Tratando aun de recuperarme de la impresión, volví a escuchar la canción del abecedario en inglés y comencé a cantarla en un susurro. 

¿Quién diría que el Perro Doki podía ser tan tranquilizador? "Sí, claro, siempre y cuando me dejaran terminar la canción" Pensé cuando vi salir a Robert de su consulta, pero esta vez solo.

—Es un gusto volver a verla, señorita McKenzie.

— ¿Acaso ha dejado a su paciente para saludarme? —pregunté con incredulidad arqueando una ceja. 

¿Acaso podía estar más molesta con este hombre? "Estás casi tan enojada como seducida" inquirió mi subconsciente al que hice callar de una vez.

—Sería muy poco caballeroso de mi parte no saludarla.

—Ha tenido comportamientos mucho menos caballerosos que ese conmigo, doctor. Así que no debería preocuparse tanto —ironicé con molestia.

Había dejado de cantar el abecedario, pero sin dejar de mirar a Doki en la televisión, con mis manos entrelazadas escondidas entre mis piernas, repetía cientos de veces en mi mente: "Cálmate, cálmate, cálmate"

—No quiero que tenga una impresión equivocada de mi persona —sugirió sonando algo compungido.

—No se preocupe, doctor Andrews. Tengo una impresión bastante correcta sobre usted, ni siquiera se moleste en clarificarla.

Por un instante creí haber ganado la batalla de "quién puede destruir al otro", lo que me hizo sentir orgullosa, pero solo hasta el momento en que el doctor Robert Andrews dio el golpe letal. En silencio inclinó su cabeza hasta mi oreja, haciéndome sentir su aliento y su respiración en ella y sin siquiera rozarme susurró.

—Indomable —resopló—  Me encanta.

Tres palabras que viajaron directamente a mis entrañas y me excitaron por completo. Me sentí vulnerable e intimidada, pero no lo suficiente como para aplacar el calor que subió desde mi interior hasta mis mejillas. Roja como un tomate listo para la cosecha y con los ojos abiertos exageradamente, volteé mi cabeza para demostrar mi indignación, pero el muy descarado ni siquiera se había movido, por lo que mis labios quedaron frente a los suyos, cerca, cerca, cerca y muy cerca de él. Nuestros alientos y respiraciones se amalgamaron y por un instante creí que iba a perder la razón. 

"Sí, quiero" Pensé mientras imaginaba esos suaves y gruesos labios juntándose con los míos y también recorriendo partes de mi cuerpo que ni siquiera yo había logrado conocer. ¡Santo Dios! Este hombre es endiabladamente perfecto y aunque quisiera, ni siquiera soy capaz de mantenerme alejada de él.

— ¿Emma?

Y así, el sublime instante llegaba a su fin como una pompa de jabón que estalla apenas la tocan. 

El doctor Willis había salido de su oficina no sé a qué hora ni en qué momento, pero de seguro me había visto dando un espectáculo de seducción en su sala de espera, lo que esperaba que no le generara ningún inconveniente a Robert, por lo que me volteé a mirarlo, pero ya había regresado a su oficina. Así me lo hizo saber la puerta cerrada de ella. 

¿Qué? ¿Acaso lo soñé? ¿Acaso fue solo un efecto del Perro Doki?

—Pasa, adelante —ordenó y obedecí sin poder racionalizar por completo lo que acababa de ocurrir.

Una hora más tarde, salí de la consulta teniendo la absoluta certeza de que lo ocurrido con Robert no había sido un sueño, ya que mi psicólogo se dedicó toda la sesión a recordarme que el personal médico no puede tener relaciones sentimentales con sus pacientes, a lo que yo respondí reiteradamente que yo no era paciente del doctor Andrews, que era evidente que ya no tenía edad para eso y que no se preocupara, que nos habíamos conocido en asuntos de trabajo y no debía sentirse culpable por lanzar semejante asno a mi vida. 

¡Oh My Doc!  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora