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Luego de haber pasado por mi oficina, haber dejado la rosa lavanda sobre mi escritorio y tomar a Teddy junto con mi bolso, bajamos hasta el estacionamiento y decidimos subir al Audi A5 negro de Robert, quien salió a toda prisa de la base para que nadie lograra vernos juntos. Nadie excepto el Sargento Wyman que estaba en la entrada, pero confiaba en su prudencia y en la cómplice sonrisa que me dedicó al verme sentada junto al Capitán Andrews, con la que bastó para saber que no diría nada.

— ¿Podemos pasar por mi casa antes de ir a la tuya?—dije mirándolo de reojo, mientras buscaba como encender la radio.

—Sí, claro. ¿Necesitas algo?

—Sí. Quiero dejar a Teddy y ponerme algo más cómodo.

— De acuerdo. Ahí —dijo apuntando un botón en específico de la radio, entendiendo que pretendía encenderla.

Cuando lo hice, se encendió en el modo de reproductor de mp3 y lo primero que escuché fueron los acordes de "I Choose You" de Sara Bareilles, la canción que le había cantado mientras bailábamos en su departamento. ¡Tiene que ser una broma!

— ¿En serio?—cuestioné sorprendida arqueando una ceja.

— ¿Qué? ―preguntó despreocupado, sin quitar su atención del camino.

— ¿Tu escuchando a Sara Bareilles? Es música de chicas —solté entre risas.

—La he escuchado probablemente unas quinientas veces desde ese día que la cantaste en mi casa. No puedo sacarme de la cabeza tu voz cantándola y oírla me tranquiliza —Y cuando pienso que no puede ser más adorable, va y lo es aún más.

— ¿Siempre eres tan romántico? —interrogué en un suspiro.

— ¿La verdad? —inquirió aun sin quitar la vista de enfrente mientras yo lo miraba como una boba— Si alguna de las mujeres con las que he salido en mi vida me vieran cantando esta canción, pensarían que me volví loco. El romanticismo nunca fue lo mío. No hasta que me botaste las fichas médicas en la consulta de Willis.

—No te creo ―Mi frase estaba llena de convicción.

—Créeme.

— ¿Por qué hasta ese momento? — ¿Por qué conmigo? ¿Por qué yo? ¿Qué tengo de especial? ¡Basta, Emma! Yo y mis malditas inseguridades.

—Porque no eran la indicada — ¿Por qué nunca tengo una maldita grabadora en los momentos en que decide dar ese tipo de declaraciones tan fulminantemente encantadoras? ¡Debería tener la oportunidad de escuchar una y otra vez esas cosas!

— ¿Estás tratando de decirme que en ese momento supiste que era la indicada? Solo con verme recogiendo tus papeles del suelo y oírme decir una estupidez tan grande como: "Seguro encontrará una enfermedad que sanar" —De solo recordar ese momento me avergonzaba. ¡Soné tan tonta!

—Supe que eras la indicada cuando al responderte que no estabas en edad para ver a un pediatra, me miraste y me sonreíste con tus hermosos y brillantes ojos azules.

— ¿Sonreír con los ojos? —repliqué con incredulidad.

—Sí. ¿Nunca te has dado cuenta de que lo haces todo el tiempo?

—Amm... Noup.

—Estás tan ocupada siendo tú misma, que no te das cuenta de lo perfecta que eres.

Me sonrojé al escuchar eso. ¿¡Acaso podía ser más romántico!? ¡Ni siquiera podía imaginármelo siendo un casanova sin sentimientos!

—No mientas ―reí de puro nerviosismo.

¡Oh My Doc!  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora