7

7.1K 436 18
                                    



Al fin había logrado encontrar uno de mis zapatos y mientras buscaba el otro bajo la cama, de rodillas en la alfombra, noté la sombra de Robert sobre mí. Su cercanía siempre provocaba que me pusiera tensa, nerviosa, y esta vez no fue la excepción, pero debía obviar mis sentimientos por él y salir corriendo antes de que la vida me diera un azote en la cara.

—Emma, detente por favor.

—Aléjate de mí. ¿No escuchaste? Soy una enferma. Aléjate.

Cuando logré encontrar mi otro zapato, rápidamente me puse de pie y di un paso hacia atrás para mantener la distancia mientras me ponía lo que tanto me había costado encontrar. 

Cuando al fin estuve sobre mis tacones, me dispuse a salir tomando mi bolso, pero me percaté de que no sería un trabajo fácil cuando Robert se atravesó en mi camino con los brazos cruzados sobre el pecho, evitando que me fuera.

—No vas a dar un solo paso más.

— ¿Quién va a impedírmelo? ¿Tú o la loca de tu novia? ―ironicé solo como estrategia de defensa.

— Yo y no es mi novia —esputó con voz segura— Tenemos que hablar.

—No quiero hablar —Quiero escapar, salir y escapar. Es todo lo que quiero.

— ¡Emma por Dios! ¿¡Quieres dejar de escapar de mí!? Me pides que no te abandone, pero corres para huir cada vez que las cosas se ponen difíciles.

Al escuchar eso dejé caer mi bolso al suelo automáticamente. Tenía razón, si quería que las cosas funcionaran entre nosotros, no podía salir corriendo cuando cosas así ocurrieran. 

Los ojos se me llenaron de lágrimas sabiendo que era momento de enfrentarme a mis peores temores, pero no podía permitir que el pasado continuara condenándome a vivir en las tinieblas, temiéndole a mis fantasmas por el resto de mi vida.

—De acuerdo —consentí— Tal vez es hora de la verdad. De toda la verdad.

—Me parece que es el momento prudente.

Sin ponerme muy cómoda, porque era probable que después de lo que iba a decir tuviera que largarme inmediatamente, me senté al borde inferior de la cama poniendo cada una de mis manos a cada lado de mis muslos, agache la cabeza para poder tomar aire y tratar de controlar mi llanto, lo que conseguí en cierto modo, porque dejé de sollozar pero sin dejar de derramar lagrimones por mis ojos. Cuando levanté la mirada vi a Robert sentado a mi lado, imitando mi posición, algo más sereno, pero esperando con ansias que abriera la boca de una buena vez.

—Es muy difícil —susurré.

—Me imagino. De no ser de ese modo no estarías así.

Tratando de entregarme la fuerza suficiente para hablar, puso su mano derecha sobre mi mano izquierda y comenzó a acariciarla haciendo círculos sobre mi piel con su dedo pulgar. Se lo permití, lo necesitaba. 

Mi mente viajo rápidamente a mis peores infiernos y tratando de hilar las frases continué.

—Lo que Christina dijo, probablemente y en cierto modo, es cierto.

— ¿En qué sentido?

—En el sentido de que no me consta que Theodore nunca me haya tomado en serio por esa situación, situación que no fue tan gráfica como ella la mencionó, pero sí ocurrió.

—Explícate —Dejo de acariciarme, pero no separo su mano de la mía.

—No le pedí que me torturara. Tampoco estoy tan enferma. Le sugerí un juego sádico, el típico "el amo y la sumisa". Nada fuera de los limites relativamente normales que algo como eso puede tener y en ningún momento le pedí que me azotara con látigos ni me flagelara de ninguna manera.

¡Oh My Doc!  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora