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Sentadas una frente a la otra, bebíamos un cappuccino extra grande, mientras yo le contaba lo ocurrido.

— ¿Conoces a Bruce Allard? —Me atreví a preguntar.

—Claro que conozco a Bruce. Era uno de los mejores amigos de Robert en la Universidad.

—Bueno, ahora es su doctor —solté en un suspiro resignado.

—Si, lo vi ayer.

—Vino a revisarlo esta mañana y le hizo un millón de bromas a Robert que no me gustaron nada.

— ¿Sobre qué?

—Sobre la infinidad de veces que Robert le había pedido matrimonio a su infinidad de novias en la Universidad.

— ¿De verdad? —Arqueó una ceja.

— Si.

—Bueno, no sé qué tan cierto sea. Eres la primera novia que le conozco.

— ¿Conociste a Christina Bannerman?

— ¿A Quién? —Su cara me indicó que realmente no sabía de quién diablos estaba hablando.

—Christina Bannerman —repetí.

—Eh... No. No me suena ni de nombre.

—Ya veo —Estaba abatida, lo escuché en mi voz.

—Emma, no dudo que mi hermano haya tenido aventuras en el pasado ―explicó en tono conciliador― Miles tal vez. Supongo que no debo mencionarte lo guapo que es.

—No, no es necesario ―Era demasiado consciente de ello.

—Entonces, en base a eso, no dudo que haya podido tener muchas aventuras con quién sabe cuántas mujeres, pero honestamente, eres la primera que nosotros conocemos y eres la primera que lo tiene tan enamorado. Robert siempre ha sido muy reservado con su vida privada, seguramente por cómo somos.

—Porque le hubiesen pedido matrimonio en su nombre a todas —ironicé. Tal vez con alguna otra hubiesen elegido rosas rojas y no azucenas.

—Emma, no hubiésemos bromeado con nada de eso si Robby no lo hubiese hecho.

— ¿Qué? —Eso me tomó por completo desprevenida.

—Ese día que fuimos a cenar con él antes del viaje a Pakistán, no pudo dejar de hablar de ti, de lo feliz que estaba y que eras tan especial para él que te hubiese pedido matrimonio en el mismo instante que chocaron en la consulta de Alfred, pero que estaba tratando de mantener sus ansias porque seguramente tu querías ser más prudente con el tema. Estamos locos, ¡pero nunca tanto! —soltó con una carcajada.

— ¿Estás hablando en serio? —Necesitaba que me lo confirmara.

— ¡Claro! Emma, deja de preocuparte por eso.

—Solo me preguntaba que si lo había hecho tantas veces antes, ¿por qué conmigo fueron ustedes quienes tuvieron que mencionarlo?

—Eso no se le ocurrió a él —confesó avergonzada— A mi madre se le ocurrió la idea de averiguar si a su cachorro no iban a romperle el corazón con la idea de casarse y por eso lo mencionó. Solo estaba tratando de evaluar tu reacción y bueno, ya te diste cuenta de que le encantó. ¡Hasta aplausos sacaste! Tal vez no debió hacerlo, pero mi mamá es muy sobreprotectora.

—O sea...

—O sea que no debes preocuparte por nada de eso, primero porque dudo que mi hermano le haya pedido matrimonio a alguien más en su vida ―bufó divertida― Virgen no es, pero idiota tampoco. Seguro Bruce quería molestarlo. Y segundo, porque todo esto surgió por una idea de mamá gallina con sus pollos que aunque tengan treinta años, como Robby, siguen siendo sus pollos. Además, si viene de Bruce, ni siquiera debería preocuparte. Tiene cinco hijos con cuatro madres diferentes. Si Robby le pidió matrimonio a media Harvard, seguro Bruce embarazó a la otra mitad —dijo entre risas.

¡Oh My Doc!  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora