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Esa misma tarde, después del trabajo, Bella se dedicó a sacarme de mi obscuro inframundo lleno de fantasmas, llevándome a las tiendas más caras de la cuidad, algo que me podía permitir, pero que no hacía muy seguido. Esta vez, la ocasión lo ameritaba.

Después de probarme decenas de vestidos, elegimos un Valentino negro, clásico, de pabilos, con una hermosa caída en la espalda y un gran escote frontal, que haría resaltar dos de mis más grandes y mejores virtudes.

Luego de unos Stilettos Jimmy Choo negros satinados de tacón plateado de diez centímetros, unas pequeñas joyas Cartier y miles de dólares menos en mi cuenta bancaria, fuimos por un par de copas en un bar cercano y hablamos de detalles tan irrelevantes de las cenas de gala, que terminé por aburrirme.

Volví a casa en un taxi y me fui directo a la cama. Los próximos cuatro días serían extenuantes y de solo pensar en el viernes e imaginar todo lo que podía ocurrir, me quede profundamente dormida sobre la cama perfectamente hecha.


۰•••۰


Hasta el día viernes mi trabajo fue infernal. 

El General McClurkin, al parecer se había molestado por no haber aceptado su invitación el día lunes y se había aferrado a la idea de hacerme sufrir con una cantidad de trabajo que no hubiese podido imaginar ni en mis peores pesadillas, pero ya eran las tres de la tarde y el trabajo había terminado, con lo que podía vanagloriarme de que había superado el obstáculo McClurkin, al menos por esa semana.

Tomé todas mis cosas lo más rápido posible con el pensamiento obscuro sobre que mi jefe podía aparecer en cualquier momento para tirarme algo urgente que hacer, así que tan sigilosa como una pantera, me deslicé por los pasillos y el ascensor del edificio hasta llegar a mi auto, donde di un suspiro de alivio y me dirigí a la salida.

—Buenas tardes, señorita McKenzie.

—Buenas tardes, sargento Wyman. ¿Todo listo para esta noche?

—Todo listo. Pasaré por usted a las seis en punto.

—Perfecto. Nos vemos más tarde entonces.

Me sacó la misma sonrisa tierna de siempre antes de salir y mientras conducía a mi casa, pensaba en que elegir al Steve como mi acompañante de esa noche, había sido la mejor decisión. Es un hombre amable, cándido y de seguro me pasaría la noche escuchando sus aventuras militares, lo que sería bastante agradable para aplacar tantas situaciones que se habían generado en esa semana.

Inconsciente y automáticamente hice un repaso mental de todas las inesperadas eventualidades -incluyendo la reunión con el presidente-, la montaña de trabajo, el término con Theodore y el Doctor Adrews... Oh, diablos. ¿¡Por qué no puedo dejar de pensar en ese maldito pediatra escandalosamente sexy y atractivo!? Nuestros caminos se cruzaron solo una vez y era casi imposible tener el placer de volver a verlo, pero justo como había predicho aquella vez, recordarlo era agradable y tentador, mucho más ahora, cuando mi vida sexual se había reducido a la más mínima expresión sin Theo en mi vida.


۰•••۰


Cerca de las cinco de la tarde y luego de haberme dado una ducha, abrí la puerta de mi casa y me encontré a Guillermo Reyes, el amigo estilista de Bella, que se haría cargo de cada uno de mis detalles femeninos antes de la tan anunciada gala presidencial.

¡Oh My Doc!  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora