— ¿Tan mal fue? —preguntó Niall, mientras Charlotte pasaba por al lado de ellos, sentándose junto a Zayn, sin siquiera voltearlo a ver.
—Cierra la maldita boca, Niall. —soltó Harry, con fastidio.
— ¿Qué has hecho esta vez, Harry? —preguntó Liam, siempre más condecendiente que los demás muchachos.
— ¿Yo? ¿Por qué siempre crees que el foco del problema soy yo?
— ¿No lo eres?
—Saben, estoy cansado y no tengo ganas de aguantar a Marshall. —comentó el castaño, tomando su mochila, y saliendo de la clase, justo unos mintuos antes, de que el docente llegara. El castaño, se dirigió a la terraza de la escuela, donde iba, la mayoría de las veces, cuando se salteaba clases o simplemente para relajarse. Era el único maldito agujero dentro de la escuela que lo mantenía en paz. Todo en aquel lugar lo tenía cansado, la maldita escuela, las malditas clases, los malditos compañeros, los malditos profesores, la maldita carrera, su maldito padre y ahora... ¡El maldito de Liam! ¡No! ¡No, maldito! ¡Idiota! ¿Por qué él era el culpable de todo? ¿Por qué siempre se suponía que cada ez que un hecho malicioso sucediera en su vida él era el causante de ello?
Y entonces, como una ráfaga de viento mordáz, a mitad de la noche, el recuerdo de las palabras de Charlotte lo azotaron crudamente en el rostro: "Llego al colegio mi primer día de clases, y tu, con tu sobervia crees o te das tu mismo el derecho de humillarme frente a toda la maldita escuela. Me humillas frente a los chicos, tu padre, los docentes y ahora... ¿Esto?"
¿De verdad ella se sentía así para con él? Tan... ¿Maltratada? Exacto esa era la palabra, se sentía, más allá de la humillación, la irritación y el sentimiento que pasara por Charlotte, así era como ella se sentía. Maltratada por el, y ese sentimiento lastimoso, punsante, como un líquido voraz y espeso, recorrieendo su garganta, carcomiendo y dejando su piel en carne viva se apoderaba de él. La maldita culpa.
Hace años que no experimentaba aquella sensación, y si lo hacía, pasaba tan inadvertida como el soplo de una brisa pasajera, y, no le prestaba la más mínima atención a aquel sentimiento repudioso y contagioso que lo hería hasta la médula. Pero, ¿por qué debía sentirse así? Ella, de acuerdo, luce, como un ángel, camina como uno, y aunque jamás haya visto un ángel en persona, Harry podría jurar que olía como uno, pero... No, solo es hermosa, un deseo pura y exclusivamente carnal. Ello, era lo que lo empujaba a la pérdida de la castaña, el perderse la oportunidad de tener una joya radiante revolcándose entre sus sábanas.
— ¿Charlie? —preguntó la voz suave de Liam, detrás de la castaña. — ¿Estás enojada conmigo? —volvió a preguntar el castaño, sabiendo que la respuesta sería un no, que el causante de su fastidio era otro castaño de mirada preciosa que ya conocía, pero, fue una pregunta inicial, para romper el hielo.
—No, claro que no, Li. —dijo esta, con voz tranquila. Que esté enojada con el amigo de aquel muchacho, no lo iba a convertir a él, en foco de su rabia. La castaña estaba sentada en la típica mesa de piedra en el gran jardín principal donde se sentaban siempre los cinco chicos, pero esa vez, estaba ella sola, callada, pensando. Estaba bastante sobria y casual vestida. Portaba un short de jean, un saco de hilo con la bandera británica en medio, un gorrito de lana, zapatos de tacón con cordón rojos y un bolso portafolio del mismo color.
— ¿Harry? —inquirió, haciendo que esta se sorprendiera, y luego asintiera pesadamente.
—Es el ser más repugnante, nocivo, tóxico, depresiable, asqueroso, repudiante, y no tengo más sinónimos para describir todo lo que es.
—Si, puede que tengas razón en algunos. —musitó el, mientras la castaña lo miraba fijamente. —O en casi todos. —se corrigió riendo. —Pero, debes de entenderlo un poquito.